Bellinghausen: Hacia el neoliberalismo cultural

Por Hermann Bellinghausen |
Hace unos años recordaba Elena Poniatowska: “En 1965 y en 1976, la cultura mexicana sufrió dos grandes golpes: la salida de don Arnaldo Orfila Reynal del Fondo de Cultura Económica (FCE), por orden de Díaz Ordaz, y la de Julio Scherer García del periódico Excélsior (8 de julio de 1976). De inmediato, Octavio Paz renunció con todo su equipo a la revista Plural, que dependía de Excélsior. A Julio Scherer debió reconfortarlo que un intelectual de la talla de Paz se solidarizara con él y con los 103 periodistas que quedaron literalmente en la calle”. (La Jornada, 6 de noviembre de 2016). En tanto, del anterior golpe al FCE había nacido la editorial Siglo XXI.

La emboscada del gobierno contra Scherer y su equipo de críticos del echeverrismo (Daniel Cosío Villegas, Gastón García Cantú, Abel Quezada, Vicente Leñero) también va dirigida contra Plural, considerada onerosa por los golpistas, que, sin embargo, le dan continuidad. El golpe a Excélsior inaugura una nueva era para el periodismo y la escritura política, desvinculada del oficialismo y heroicamente autosustentable. Para incomodidad de Scherer, que sólo logró un semanario, en 1977 nace Unomásuno, el periódico más moderno de la década, dirigido por un cachorro del viejo Excélsior, Manuel Becerra Acosta, brillante y temperamental periodista, con sensibilidad literaria y buen ojo cultural.

Para el nuevo suplemento cultural, Sábado, Becerra Acosta atrae al infaltable Fernando Benítez, quien desde los años 40 venía animando suplementos de confluencia e influencia (primero en El Nacional, con Luis Cardoza y Aragón, en 1937; luego en La Revista Mexicana de Cultura, en 1947, para el mismo diario gubernamental; migra a M éxico en la Cultura en el diario Novedades, transformado en La Cultura en México dentro del semanario Siempre!, en 1962). Los polos de la cultura y sus afinidades políticas entran a un nuevo ciclo. La aparición de Nexos, en 1978, y la previa renuncia al consejo editorial de La Cultura en México, que dirigía Carlos Monsiváis, de David Huerta, Jorge Aguilar Mora, Héctor Manjarrez y Paloma Villegas, por su acercamiento al gobierno, prefiguran la década de 1980.

En 1976, el historiador Enrique Florescano convocó a literatos, pensadores sociales, científicos y periodistas vinculados con la Universidad Nacional Autónoma de México, El Colegio de México (Colmex) y el aparato académico y cultural del propio Estado, como el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH). Su nicho inicial es un informal pero rutilante seminario de cultura mexicana en la dirección de historia del INAH en el Castillo de Chapultepec. De allí nace Nexos.

Briosas revistas, Vuelta Nexos establecen confederaciones de cabezas multidisciplinarias rivales que dialogan críticamente entre sí y con el Estado sin la reverencia del pasado: se hablan de tú con el poder, que nunca las castiga. El liderazgo de Héctor Aguilar Camín, quien dirigirá Nexos a partir de 1983, es determinante en el esfuerzo por contender de igual a igual con la revista de Octavio Paz. Ambas publicaciones realizarán coloquios y encuentros internacionales, influirán en nombramientos, premios, becas, ediciones, consagraciones literarias y toda una nueva escuela de Historia. Aunque órgano de la izquierda, Nexos será visto como cercano al gobierno de Miguel de la Madrid a partir de 1982 y a la estrella ascendente del régimen, Carlos Salinas de Gortari.

Vuelta, o sea Paz, sigue siendo interlocutor del Estado, pero establece vínculos cada vez más sólidos con la iniciativa privada. Una mente clave en este proceso es la de Gabriel Zaid, poeta y pensador económico que proviene del ámbito empresarial y profesa una intolerancia lúcida hacia los dineros públicos y las universidades ídem. De gran simbolismo será la asociación con Televisa, que construyen Paz y Emilio Azcárraga Milmo, y con el tiempo heredan el historiador y empresario Enrique Krauze y Emilio Azcárraga Jean.

En tanto, Nexos afianza sus relaciones con las figuras del nuevo PRI, en manos de Salinas de Gortari, Manuel Bartlett y cuadros emergentes del Colmex y el Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social, que, bajita la mano, en 1985 asumen el poder, aunque en 1988 tropiezan con la candidatura y el triunfo inesperado de Cuauhtémoc Cárdenas, y se ven obligados a un nuevo fraude patriótico para ganar la elección y aceitar el camino al Tratado de Libre Comercio negociado con George Bush padre, Bill Clinton y el poder económico y académico de Estados Unidos.

La bonanza petrolera durante el sexenio de López Portillo había permitido espacios por fuera del creciente duopolio cultural. Surgen numerosos proyectos de revistas y ediciones de autor, prensa marginal (como la bautiza Raúl Trejo Delarbre en su primer libro) y editoriales independientes. Ese periodo propicia una escuela de editores jóvenes, muchos de los cuales se integrarán a las mejores casas editoras. En tanto, el coleccionismo de los ricos determina el mercado de las artes plásticas y constituye en sí un poder.

El salinismo logra la reconciliación definitiva de creadores e investigadores con el dinero. Las exitosas revistas influyen en un cambio de mentalidad: un poeta pobre es un pobre poeta. Estamos ante un poder cultural diferente. Baste señalar que tras cuatro o cinco décadas, siguen los proyectos de Nexos Vuelta (transformada en Letras Libres en 1999). Hoy distanciados como nunca del Estado, su rentable longevidad no tiene antecedentes. (Continuará.)

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