Meditación en el trascurso: “Presentación del libro A la vera del camino”

Por Jesús Chávez Marín

Agradezco a mi amigo Leo Zavala que me haya invitado a ser uno de los presentadores de su libro, y me complace estar en esta mesa con Gabriela Servín Herrera, Gustavo Macedo Pérez y Víctor Hugo Castillo Jurado, a quienes también quiero mucho.

Para iniciar, quiero platicar una pequeña anécdota que viene a cuento con el ambiente de este libro, A la vera del camino. A mediados de los años noventa del siglo pasado, el SNTE organizó unos cursos de verano que incluyeron cuatro semanas de actividad intensa: duraban de nueve de la mañana a tres de la tarde. Trajeron maestros de la Ciudad de México: uno de ellos era Abraham Oceransky, director de teatro de gran fama, quien nos impartió el tema “Producción escénica”.

Sus métodos de enseñanza eran audaces pero efectivos, por ejemplo, siempre iniciábamos el día con media hora de ejercicio físico, y durante toda la semana la acción era parte de los conceptos de su magisterio. Tanto su lenguaje corporal como los conceptos de su discurso, y aun la manera como se vestía, me recordaban aquella serie de televisión de los años sesenta llamada Kung Fu, que interpretaba David Carradine.

Como muchas de sus referencias eran literarias, procuré hacerme amigo suyo y desde el primer día al terminar la jornada me permitió que lo acompañara caminando hasta el Hotel San Francisco donde estaba hospedado, y en la marcha platicábamos largamente. Por supuesto que yo procuraba no interrumpir su inagotable discurso, y así fue durante toda esa semana.

Atesoro muchas de las ideas que me comunicó, y entre ellas esta que recordé cuando estaba leyendo el libro de Leo Zavala. Me dijo que en un mundo como en el que en estos años hemos vivido, donde la avaricia, la violencia, la lujuria, la crueldad son los temas que más nos ocupan, lo que vemos en televisión, lo que leemos en la prensa y hasta en los libros de ficción que entre más truculentos más lectores consiguen, lo verdaderamente subversivo no estaría en el enfrentamiento sino en la bondad y en la serenidad. Hacer arte con esos elementos es más difícil, pero cuando se consigue tiene un alcance trascendente.

A la vera del camino es un libro que lleva implícito ese propósito.

En los cuentos que componen este libro no hay asesinatos ni adulterios ni traición, el autor le apuesta a la templanza, la solidaridad cotidiana y el amor discreto y sencillo.

Las historias: El heredero de una cuantiosa fortuna se la regala completa a una hermana suya a la que casi no conoce, quien le había disputado en forma agresiva derechos de sucesión pero que tenía la pena de que su padre se estaba muriendo y necesitaba un tratamiento caro

Una pareja de esposos acude los fines de semana a ofrecer ayuda a los grupos de inmigrantes que pasan las heladas noches del invierno chihuahuense abajo del Puente Negro de la Colonia Industrial.

Un amigo suyo que en la juventud fueron compañeros de colegio le manda una extensa carta con el relato de un viaje místico y en el final sorpresivo los lectores nos enteramos de que era una insondable despedida.

Un matrimonio celebra sus bodas de cristal en la intimidad del hogar, platican historias de la vida en común, en especial la presencia de su único hijo, a quien recientemente acaban de perder.

Un hombre justo se entera de que su hijo fue víctima involuntaria de un error médico y decide no presentar demandas, pues al fin y al cabo el daño ya estaba hecho, dice, y lo único que hubiera conseguido al ganar era una fuerte suma de dinero.

Y así en todo el discurso narrativo de este libro van apareciendo sin aspavientos una serie de milagros cotidianos que nos dejan asombrados con finales que construyen la felicidad de dar y recibir, el encanto de vivir en paz con una vida interior plena y la sensatez de ocuparse con eficiencia del trabajo y de los asuntos de la vida diaria.

La estructura del libro consta de cinco partes y tiene atmósferas distintas que van desde la juventud alegre y cantadora a la madurez exitosa y solidaria; luego las pérdidas y las nostalgias, la acción social sin partidos ni intereses codiciosos, hasta llegar a la despedida que implican vejez y muerte.

Los narradores de cada cuento labran un punto de vista que cambia de ángulo desde distintas voces gramaticales. Algunos de los cuentos se narran en segunda persona, el tú, que siempre alude a una voz misteriosa e introspectiva. Otros tejen el discurso desde la tercera persona, él, ese narrador omnisciente tradicional que todo lo sabe pero que en el caso de este autor jamás se pone por encima de los personajes ni los trata con indiferencia ni se burla de ellos. Y también, claro, el narrador que más se estila en nuestro siglo 21, el yo, que se acerca a lo que ahora se ha dado en llamar la autoficción y que en este caso también trasluce la biografía de quién escribe.

Una de las características seductoras de A la vera del camino es el talento que tiene Leo Zavala para describir escenarios donde suceden las historias. Una bella muestra de esto que digo es la manera como se describe una tromba en el cuento llamado “Agua”: podemos sentir la angustia de esos ríos violentos que regresan a sus antiguos cauces e inundan las calles de la ciudad arrastrando muebles, vacas y personas que son precipitadas hacia el resumidero de un abismo abierto.

En uno de los cuentos la voz narrativa la emite un joven que sufrió un accidente mortal y que permanece en coma; dura algunos años al cuidado de sus padres, quienes le entregan su amor con gran devoción hasta que al fin llega la hora de la muerte en una atmósfera de ternura. De una forma misteriosa, el relato construye una intimidad de sombras y neblina con chispazos de inocente claridad.

En mi experiencia de lector esta es la primera vez que encuentro aquella revolución de la bondad de la que hablaba Oceransky, pues en las páginas de este libro fui de sorpresa en sorpresa, hallando personajes y sucesos que me hacían respirar hondo al saber que en nuestra humanidad no solo existe la injusticia, sino también la esperanza.

Muchas gracias por su atención.

Septiembre, 2023

Jesús Chávez Marín es editor de Estilo Mápula revista de literatura.

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