Por Gloria Muñoz Ramírez | Desinformémonos.
Ocosingo, Chiapas |“ No estamos buscando hacer un museo para que nos recuerden”, dice el subcomandante Moisés, vocero y mando militar del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN), en el discurso central del 30 aniversario del levantamiento armado de los pueblos mayas del sureste mexicano. Moisés explica la propuesta actual de un movimiento vigoroso: “La propiedad debe de ser del pueblo y común, y el pueblo se tiene que gobernar a sí mismo, pues no necesitamos de esos que están ahí”.
La niñez y la juventud zapatistas fueron los protagonistas de un movimiento intergeneracional. Fueron ellos y ellas, gente menor de 30 años, quienes presentaron obras de teatro y poesías corales para explicar su lucha, quienes marcharon y bailaron en la multitudinaria y sorpresiva parada militar zapatista, al ritmo de Panteón Rococo y Los Ángeles Azules, rodeados de las bases de apoyo y de los visitantes de México y de una veintena de países del mundo.
“Lo común” fue la frase más nombrada durante las dos jornadas de celebraciones. A explicarla dedicaron obras de teatro, canciones y poesías en coro. Un rotundo “Estamos solos, como hace 30 años” dio cuenta de la realidad que viven y sienten, pero dejó abierta la puerta para su insistente convocatoria a la organización. “Invitamos a los hermanos a que si quieren venir compartamos nuestras ideas, a ver cuál es la más mejor para la vida. Nosotros lo que estamos diciendo es que quien trabaja come, y quien no trabaja que coma su billete y su moneda, a ver si con eso se satisface su necesidad de hambre”.
El paradójico espíritu de paz de un ejército que se alzó en armas por libertad, democracia y justicia quedó nuevamente manifiesto. “No necesitamos matar a los soldados y a los malos gobiernos, pero si vienen, nos vamos a defender”, dejó claro Moisés, en un evento en el que no hubo una sola arma, aunque sí miles de uniformados con pantalón verde y camisa café, indumentaria de la milicia zapatista.
A las 22:30 horas del último día del año inició la conmemoración del 30 aniversario del levantamiento armado. Luego del inusual, alegre y festivo desfile de miles de milicianos y milicianas zapatistas pertenecientes a una generación que seguramente nació diez años después del alzamiento, el subcomandante Moisés inició su mensaje político en tseltal, hablando antes que nada a la masiva concentración de bases de apoyo que se trasladó al Caracol de Dolores Hidalgo, creado sobre tierras recuperadas e inaugurado hace apenas tres años.
Una fila de sillas vacías fue colocada en la parte frontal del templete. “Los ausentes”, se leía en el cartel que las presidía. “No están las desaparecidas y desaparecidos. No están las presas políticas ni presos políticos. No están las asesinadas y asesinados. No están los jóvenes y jóvenas asesinadas. No están las niñas y los niños asesinados. No están nuestros tataratatarabuelos, los que lucharon hace más de 500 años, pero también no están nuestros compañeros caídos, que ya cumplieron su deber”, enunció el subcomandante Moisés, a quien hace 30 años se le conoció como capitán, luego fue ascendido a teniente coronel y finalmente ocupa el principal mando dentro de la estructura militar del EZLN.
El discurso final fue precedido por un largo programa cultural en el que la niñez y juventud de las comunidades rebeldes escenificaron la historia de su autonomía por etapas y la iniciativa en la que ya se encuentran trabajando: “Tierra Común. Tierra de Nadie”. En esta ocasión no hubo comunicado escrito ni se contó con la presencia del capitán Marcos, quien con el rango de subcomandante fue quien hace treinta años, y por un largo periodo, se encargó de explicar la palabra de los pueblos al resto del mundo, logrando con una narrativa propia no sólo transmitir sus motivos y dolores, sino también una nueva manera de hacer política que no corre el riel de la toma del poder, sino de la organización.
“Compañeros y compañeras bases de apoyo, estamos comprometidos ahora. Estamos solos, como hace 30 años. Porque solos hasta ahorita hemos descubierto ese nuevo camino que vamos a seguir: el común. Aquí hace falta todavía que nos demuestren si están de acuerdo nuestros compañeros y compañeras del Congreso Nacional Indígena y el pueblo de México”, remató el vocero zapatista, y justo después inició el baile que se prolongó hasta las primeras horas del primer día del año.
“Porque estamos aquí”
La organización de la esperada celebración treintañera transcurrió con impecable organización. Cientos de actos la preceden. Los de adentro y los de afuera aprenden y todo transcurre en santa paz. Por momentos se olvida que estas tierras de verdes montañas y paisajes bañados en neblina son parte de un estado tomado por el crimen organizado, paramilitares y gobiernos que llevan décadas a la cabeza del despojo. Adentro no se siente amenaza alguna. Todo lo contrario.
El escritor Juan Villoro, la actriz Ofelia Medina, la productora Berta Navarro, el actor Daniel Jiménez Cacho, los cineastas Valentina Leduc y Juan Carlos Rulfo y la filósofa Fernanda Navarro caminan sonrientes como parte de una festividad. Ellos y ellas, y muchas más como ellos y ellas, también cumplen 30 años de mantenerse cerca.
Llegaron hasta aquí los primeros interpelados por la lucha zapatista: los pueblos indígenas del país: nahuas, purhépechas, naayeris, binnizás, mephá, na savi, amuzgos, mazatecos, popolucos, chinantecos, otomíes, mayos, yoremes, zoques, totonacos y mayas vinieron a escuchar en qué consiste el trabajo “Tierra Común. Tierra de Nadie”. “Aquí nos hace falta todavía que nos demuestren si están de acuerdo a nuestros compañeros y compañeras del Congreso Nacional Indígena y al pueblo de México”, indicó Moisés en su discurso.
“No necesitamos que nos vengan a dar explicaciones o frases o talleres políticos de cómo está el sistema. Tan sencilla y simplemente se ve cómo está el sistema capitalista. Quienes no quieren ver será su responsabilidad. Hace muchisísimos años, unos dicen décadas y otros dicen siglos, ¿para qué queremos darnos clase de eso? Simplemente es ver que lo que tenemos que hacer es el bien, pensar el bien. Eso nos toca”, explica Moisés en el micrófono. Detrás de él están sentados decenas de integrantes del Comité Clandestino Revolucionario Indígena (CCRI), la autoridad máxima de toda la estructura zapatista.
“Eso que diremos que haremos común, a lo mejor hay hermanos, hermanas, que piensan otra cosa. Pero no. Hay cosas que sí son común y hay cosas que no son común. Para eso tenemos cabeza, para pensar, y para eso tenemos ojos, para darnos cuenta. Para eso tenemos olfato, para poder sentir cuál es común y cuál es no común”, continúa Moisés, y añade que no hay libro ni manual para lo que viene y, como siempre, todo lo tendrán que probar en la práctica.
“No necesitamos matar”, insiste el mando militar zapatista, “pero para eso se necesita organización… Ya no queremos a esos que están gobernando por ahí, porque está en el mundo el capitalismo… nadie va a ir a luchar en donde vive cada uno. Somos nosotros ahí, en donde estén, donde viven”. Y luego pregunta: ¿Alguien cree que se puede humanizar al capitalismo? En coro el público responde que “no”. Y él continúa: “El capitalismo no va a decir ‘me rindo de explotar’. Nadie, ni el más pequeño quiere dejar de engañar, de robar y de explotar, ni se diga de los grandototes. Así que no se necesita mucho estudio. Lo que se necesita es pensar cómo cambiar esto. Nadie nos va a decir, somos nosotros los pueblos, mujeres y hombres, los que vamos a seguir ese camino y nos vamos a defender”.
La organización, la historia y la 4T
Durante las dos jornadas los zapatistas escenificaron las distintas etapas de la historia de su autonomía, desde el nacimiento de los Aguascalientes en 1994, su conversión en cinco Caracoles en 2003, su ampliación a 12 caracoles; y la actualidad que se pronuncia por la Tierra Común, sin propietarios, e incluso invitando a quienes no son zapatistas a ser parte de este trabajo colectivo.
“No ha sido fácil porque el mal gobierno ha querido acabarnos. Han militarizado, quisieron dividirnos. En sus medios informativos dijeron que los zapatistas nos habíamos rendido y aceptamos sus migajas. Pero no nos rendimos. Resistir no es sólo aguantar, sino construir”, dicen los jóvenes en una obra de teatro.
Toca el turno a la crítica y cuestionamiento profundo a “la 4T y sus megaproyectos”. Con trenes de cartón llevados en hombros por niños y jóvenes, representan al Tren Maya y al Tren Interoceánico, recientemente inaugurados por el gobierno federal. Se habla en este segmento de los proyectos eólicos, de las mineras, los transgénicos y las hidroeléctricas. También del crimen organizado y sus complicidades con los gobiernos. Un hombre de traje y corbata y con la máscara del presidente Andrés Manuel López Obrador representa a un presidente que, en la obra, va enloqueciendo por la organización y unidad de los pueblos.
La fiesta parece interminable. El baile continúa durante las primeras horas de la mañana. Y todo el primero de enero se presentan nuevos bailes, torneos de basquetbol, voleibol, representaciones artísticas y talleres ofrecidos por los visitantes.
De pronto un impensable grupo de mariachis aparece en el comedor comunitario. Cantan las mañanitas, porque hoy se celebra un cumpleaños.