Este 10 de febrero se cumplió el primer aniversario del fallecimiento del académico e investigador social, Armando Loera Varela, quien aportó invaluables estudios y conocimientos para la mejora de la educación en México y América Latina. Su hijo Omar comparte un texto crítico, pero certero, acerca del desdén y nulo reconocimiento en Chihuahua a la labor del doctor Loera,”la invisibilización al trabajo de mi padre”.
Con el permiso de Omar reproducimos su escrito.
Por Omar Loera González
Mi padre falleció hace un año en Chihuahua, lugar que lo vio crecer y en donde se asentó para formar una familia y consolidar la vida de mis hermanos y mía.
Mi padre vivió gran parte de su vida en un lugar de contrastes. Por una parte, Chihuahua resalta por ser el lugar en donde ha emanado el coraje, la pasión, y la rebeldía contra el centralismo, el autoritarismo y el totalitarismo. Ejemplos de este alarde se han manifestado en diferentes épocas como durante “el septentrión” novohispano; en las diferentes intervenciones extranjeras, en la Revolución y en el “verano caliente” de 1986.
Por otra parte, Chihuahua también ha mancillado su reputación al contar con momentos episódicos en donde ha abrazado la corrupción, la mediocridad y el sentimiento anti-intelectual. Es cuando nuestro Estado abraza estos males que impiden que adoptemos su tradición rebelde y alcancemos nuestro enorme potencial.
Mi padre nunca fue partidario de la adulación. Se molestaba cuando recibía reconocimientos, y frecuentemente ni siquiera cobraba por su trabajo de consultoría a las fundaciones educativas para las que trabajaba. Sin embargo, me parece inverosímil la nula concepción de algunas personas e instituciones de Chihuahua al valor y a la contribución que realizó mi padre en su vida. Irónicamente (o tal vez no tanto) el trabajo y la humanidad de mi padre sí ha sido reconocido en otras latitudes.
Puedo evocar los testimonios de diferentes personalidades e instituciones que sí reconocieron el valor de mi padre. Personas como los profesores e investigadores de la Universidad de Harvard como el profesor Noel McGinn, el profesor Fernando Reimers y la profesora Martha Montero-Sieburth.
Estas destacadas personalidades exponen que:
“(…) Armando Loera siempre demostró gran compromiso por avanzar las oportunidades educativas de los más necesitados, y su coraje con las estructuras que subyacen a diversas formas de desigualdad y a la pobreza (…), Armando hizo mucho para Chihuahua y para todo México. En un tiempo se pensaba aquí que sería él Secretario de Educación porque entendía como nadie lo que necesitamos en nuestro país. Es muy importante que sea reconocido y que se dé a conocer su labor”.
A este clamor se le suman voces desde instituciones internacionales como la UNESCO, el BID y ministerios de gobierno de otros lugares. Claudia Uribe, directora de la oficina regional de Educación de la UNESCO menciona: “Armando Loera fue un grande de la educación, quien dedicó su vida a mejorar la educación de los niños más pobres y vulnerables de México y de América Latina”.
Aquí en Chihuahua ni los funcionarios educativos, ni los pseudo-intelectuales locales que son muy dados de otorgarse mutuamente reconocimientos, ni las instituciones educativas, tomaron nota del fallecimiento de mi Padre.
Cierta institución docente de Chihuahua que se hace pasar por Universidad, en donde mi Padre trabajó 14 años, ni siquiera le dedicó una esquela después de su muerte, pero sí encontró el tiempo para llenar de elogios y esquelas a un empresario corrupto y mafioso como lo fue Luis Lara. La Escuela de Educación de Harvard se encargó después de dedicarle un obituario a mi Padre, honrando su trabajo al servicio de la educación básica de América Latina.
La invisibilización al trabajo de mi Padre en Chihuahua y en México retrata a aquellas personas con egos grandes, pero mentes pequeñas que en muchas ocasiones se sentían ofendidas por la crítica, siempre fundamentada, que mi Padre ofrecía sobre los sistemas educativos. Dichos funcionarios con mentes pequeñas y egos grandes abundan actualmente y perpetúan el rancio estatus quo al retroalimentarse mutuamente de su ignorancia y arrogancia.
Son estas personas con egos grandes y mentes pequeñas las que obstaculizan la posibilidad de mejorar el nivel de diálogo público. Funcionarios y “académicos” todavía se incomodan por la crítica y el cuestionamiento, que desde Sócrates se considera como una de las prácticas sociales más saludables que podamos realizar.
Nellie Campobello en “Las manos de Mamá” menciona que Chihuahua es un lugar “gris y cruel, que aniquila la imaginación, y mata toda potencia mental”. Me desespera que décadas después se siga percibiendo que en Chihuahua predomina esa misma pobritud mental y actitud insular.
Es un excelente escrito que retrata muy fielmente la situación del Dr. Loera, debió ser reconocido otorgándole puestos de trabajo en donde pudiera impactar de manera directa la calidad de la educación de los niños y jóvenes de México.
Como el siempre decía “Nuestro trabajo es mejorar la calidad de la educación de niños y jóvenes”