Por Jesús Chávez Marín
(Junio 1985). Se ha discutido, se ha llorado, se ha hablado mucho acerca de las relaciones entre literatura y periodismo. Suenan frases cursis y lugares comunes: “cierto periodismo sin reposo, espoleado por la urgencia, quema al escritor, consume su talento… el periodismo nos mata, pero a la vez nos da para ir viviendo. El periodismo es como una hambrienta y despiadada sanguijuela que chupa hasta la última vitalidad criadora”. Y aquella otras que Hemingway mismo ya consideraba lugar común: “Al periodismo hay que saber dejarlo a tiempo”.
Hemingway no lo dejó nunca. Tampoco lo ha dejado García Márquez quien escribe puntualmente cada semana impecables artículos que se publican en varios diarios y revistas internacionales, como El Espectador de Bogotá, El País diario español o la revista mexicana Proceso. García Márquez, quien se inició en el periodismo a la edad de 20 años, en 1948, en un periódico de Cartagena, Colombia, llamado El Universal, tiene como uno de sus proyectos mas serios fundar un nuevo periódico en Bogotá, en su país.
Un año antes de su primer trabajo periodístico había publicado La tercera resignación, el primerio de diez cuentos que aparecerían en El Espectador entre 1947 y 1952 (que con la fama posterior del novelista habrían de colectarse en el libro Ojos de perro azul). Ya desde entonces sus dos oficios irían paralelos: la literatura y el periodismo, que enriquecerían su experiencia y alcanzarían en García Márquez un excelente cultivo.
Después de dos años en El Universal, renuncia para irse a Barranquilla donde trabaja en El Heraldo, escribe ahí una columna diaria llamada La Jirafa. En 1954 ya es periodista en El Espectador, importante diario liberal de Bogotá. Siempre prefirió ser reportero, según él es el verdadero periodismo, para lo que le ayudaba su carácter siempre dispuesto a “la fascinación por los hechos y personajes inusitados, la visión de la realidad como una suma de anécdotas” (Vargas Llosa, Historia de un deicidio).
En 1955 escribe un reportaje que le dio notoriedad, Relato de un náufrago. Ese mismo año su periódico lo manda a Europa como corresponsal: a Ginebra para cubrir las conferencias de los cuatro grandes; a Roma para reportear sobre la enfermedad del papa Pío XII; a París… y entonces Rojas Pinilla clausura El Espectador y García Márquez queda sin empleo.
Permanece en París, pobretón y vagabundo. Sigue escribiendo su obra literaria y ejerciendo el periodismo: en 1957 viaja al este de Europa donde escribe un reportaje sobre los países socialistas, del que dice Vargas Llosa: “Noventa días en la cortina de hierro da una idea clara del periodista que fue: informado, ingenioso, muchos sucesos que necesitarían de una divulgación periodística que no tienen, porque los dueños de los grandes medios de comunicación de masas les interesa que no se conozcan. Consciente de que hay periódicos que no se ocuparían de un hecho excepto si lleva la firma de un escritor conocido”.
Así, viajó a Angola y escribió desde allí artículos sobre la situación del país. Escribió sobre Vietnam, Mozambique, América Latina. Además de sus reportajes testimoniales escribe sobre los temas más variados, su vida de escritor, sus lecturas, sus oficios. Y sus proyectos anunciados siguen las dos líneas comunicantes, paralelas de su trabajo, el periodismo y la literatura: fundar un periódico en Bogotá, escribir una historia de amor.