Por Guadalupe Ángeles
La neurosis es una obra de arte fallida
Otto Rank
¿Y la presencia de una serpiente cuyo cuerpo siento y no veo? ¿Es neurosis o simple alucinación? A ratos pienso que preguntas como estas bien podrían mandarme al manicomio, seguiré entonces el consejo que me orienta hacia ese pacifico lugar en el cual pensar que fue un sueño, si acaso duermo sin saberlo.
No, no es posible dar punto final a algo como eso. Quien me aconseja me habla de una sensibilidad muy especial que quizá he desarrollado a ese grado. ¿Porque afirmo que la caricia del universo puede tocar a nuestros simples cuerpos humanos? Yo no quería que el universo tuviera forma de serpiente. No me gusta la idea de ser una nueva Eva, nada más lejos de mis ilusiones. No. Soy una sencilla sexagenaria que acepta su realidad, no anda buscando lo que no ha perdido (¿quién es el autor de tal frase tremendamente común? –creo que la exsuegra de un exnovio).
No sé si la anécdota que se pretende describir con la primera pregunta de esta serie de párrafos sea para reírse. Si no es así, tampoco le daré el derecho de asustarme. Yo no creo en aparecidos aunque me bailen toda la noche encima. No, mis botines no tienen vida ni nunca la tendrán, acaso en sueños y pare de contar.
Sensible o no, deschavetada o no, doy fe de saber cosas que no sé y de andar contándoles aquí a ustedes cosas que a lo mejor solo deberían ser dichas en lugares ocultos y a oscuras. No sé. Pudiera ser también que ocurren para gritarse a viva voz bajo un mediodía intenso entre follajes o frente a las olas del mar. Yo no ando jugando con plantas poderosas y las humildes plantas que antes frecuentara tienen tiempo que no me ven ni compartimos mesa y casa. No, ya no me disfrazo de hippie desarraigada. Ya me comporto.
En fin, ya lo dije y no voy a ponerme otra vez de pechito. No permitiré que el lugar seguro que ha sido el lugar donde duermo deje de serlo. Sirva que les vine a contar esto como prueba y ladrillo primero del muro que no será de lamentaciones, nada de eso, será muro firme contra la locura, que hasta el momento la cordura me ha sido fiel y confío, eso sí, plenamente, en el que todo lo puede y cuida de sus criaturas, ese que, no sé si veré con los ojos del alma algún día, pero cuya presencia es el mejor de los antídotos contra esos raros venenos, contra la desesperanza y la falta de fe.