Por Jesús Chávez Marín
Cárdenas:
—Ya estoy en Camargo.
Yo:
—¿En Camargo? El evento es en Delicias, te pasaste.
—¡Hasta ahorita contestas! Era para ver cómo reaccionabas.
—Siempre te contesto, Cárdenas.
—Bué, eso sí.
—Muy orgulloso, nunca te tomaste una foto con nosotros, y eso que traías una cámara de las de a deveras.
—Que ni sabía usar ¡y de repente todos se fueron! Ahí me dejaron como perrito abandonado a la orilla de la carretera, recogiendo Poetazos como trozos de corazón roto. Pero ya los perdoné porque así soy. Rete buena persona, verdad de Dios. Por cierto, también te debo lo de tus Poetazos que se vendieron.
—No. Me los devolviste en especie, acuérdate. Y sí, te dejamos solito. Te pregunté que si traías carro y dijiste que sí. Mi carnal Pablo, que era el de la troca, nos daba muncha carrilla para que ya nos fuéramos a la v.
—Jajaja ¿Y luego se regresaron a Chihuahua, o allá se quedaron?
—Y ahora hasta albureándome, qué poca madre. Pues no tuvimos más remedio, nos regresamos con mi carnal.
—¿Tons te debo dos Poetazos? Nomás te cambié nueve, ¿no traías más?
—Solo llevé diez. Menos el que usé para leer, = 9. Me debes dos, en especie.
—Ah, tá bueno.
—No uses frases de Capulina. Ya adelgazaste.
—Es que así como digo una cosa digo otra cosa.
—Joy joy joy. Esa es de La Chimoltrufia.
—Esa estaba mejor, juar, juar, juar.
—De La familia Burrón.
—Ya see.