Por Guadalupe Ángeles
1. Dejar atrás esa parte de la vida.
2. Revisar desnuda la falange del insomnio.
3. Arrostrar, valiente, todo pensamiento ya no premonitorio, sino transformado en acto cumplido.
4. Decapitar, instante por instante, al recurrente recuerdo.
5. Asumir la ausencia de voces estentóreas que señalen el nuevo rumbo.
6. Reconocer que no hay calles nuevas para caminar y en las piernas agotar el recuerdo.
7. Mirar con sorna a los cientos de “Nos” que se forman sonrientes frente al practicante. Al advertirlo, de inmediato y sin lastimarlos, explicarles que sus cuerpos son de húmeda distancia, de rastro de ameba, de líquida nada.
8. Saber que el Aullo no está prohibido, siempre y cuando se haga con una discreta sonrisa.
9. Admitir al grito, pero en él buscarse, reconocerse.
10. Negar la piedad que suele sentirse pues ella misma es una cárcel.
11. Inadmitir la autoconmiseración. No mata, pero debilita.
12. Creer en la propia fuerza, en la alegría intrínseca de la vida, en el gramo de divinidad que nos habita. Saber así que no se es patético, ni ridículo ni vencido, sino célula de dios, dueño de una alegría íntima, propia, indestructible.