Por Jaime García Chávez
El torrente parece incontenible. No hace ni dos días asesinaron en San Juanito a la doctora Masiel Mexía Medina, de la que en su comunidad se exalta ahora su espíritu de servicio. Su crimen no tuvo el impacto de otros sucesos similares. Y ayer, al norte de la ciudad de Chihuaua, en la colonia Sahuaros, fueron asesinadas seis personas (cinco hombres y una mujer). El suceso ratifica que el epicentro de las ejecuciones se ha concentrado en la capital del estado, donde está asentado el gobierno de María Eugenia Campos, y su continuador en la alcaldía capitalina, Marco Bonilla.
En este caso, estamos en presencia de una masacre más, algo de dimensión tan elevada que habla de la inoperancia con la que se está encarando al crimen, tanto por los gobiernos locales como por el federal y sus fuerzas armadas.
Estas patrullan la ciudad como si la estuvieran peinando, instalando retenes para la búsqueda de armas, que al final de cada día sólo se traduce en molestias a la sociedad y sus ciudadanos, porque el crimen, es evidente, actúa con sigilo y sabe evadir los operativos que frecuentemente son conjuntos de las autoridades.
Además, y como una forma de evadir el bulto, la Fiscalía del Estado, en manos de Roberto Fierro Duarte, para aparentar trabajo, ya no tiene otra canción que ofrecer millones en recompensas a cambio de información para alcanzar a los delincuentes.
Es elemental entender que la gente, aun teniendo conocimiento de hechos que puedan esclarecer sucesos criminales, o propiciar la detención de los mismos, tiene tanto miedo a ganarse esos millones porque con ellos va la posible muerte por las venganzas, más en comunidades rurales como las de la Sierra Tarahumara.
Ante la ineficiencia e ineficacia de las autoridades, prácticamente están haciendo una invitación a que los ciudadanos, todos, se conviertan en policías o delatores, quitándole la pesada carga de la función a los encargados de prevenir, investigar y castigar a los criminales frente a la ley.
Si el crimen de los jesuitas en Cerocahui y de un guía de turistas fue considerado como un punto de quiebre, hay que reconocer que esa visión también entra en cuestionamiento, porque la nueva masacre también podría ser calificada de igual manera, y por esa vía siempre estaremos en crisis, aunque para las autoridades no pase nada en cuanto a su desempeño. Es un lugar común reconocer que esperar resultados diferentes, si se sigue haciendo lo mismo, es más que una estupidez. Y es lo que tenemos en presencia.
Queda claro que la gobernadora Campos Galván, su fiscal Fierro Duarte y su policía Gilberto Loya no están a la altura de las circunstancias, y que quieren opacar una crisis de terror y muerte con la construcción de una torre en Ciudad Juárez, porque se supone que allá la situación es grave, cuando lo que se ve es el desplazamiento de las ejecuciones a la ciudad de Chihuahua.
Una lección brota y necesita de un brazo cívico que se haga cargo de la misma: este gobierno no sirve, y lo que no sirve ha de irse.