Aquel viaje a la Sierra

Por Ernesto Camou Healy

Era un niño cuando el entonces obispo de Sonora, don Juan Navarrete y Guerrero -que era amigo de mi familia-, nos invitó a mí, de 12 años, y dos amigos, Manuel y César, mi primo, a pasar unas semanas en la sierra alta, a donde iban a pasar vacaciones los seminaristas de Sonora.

Nuestros padres nos remitieron a una aventura bastante azarosa en aquellos tiempos. Era el verano de 1959, y los caminos a la sierra eran de terracería, a veces buena, y otras malita; y el periplo tomaba varios días.

Íbamos en caravana. Don Juan viajaba en un pickup seguido por otro vehículo más grande cargado con víveres y mercancía, y los “tendidos”: Cobijas y sábanas cubiertas por una lona que nos ofrecía a los tres amigos una cierta comodidad, reclinados sobre esa mullida carga.

El viaje lo realizamos en aquella “troquita”, expuestos al Sol y la lluvia, acompañados por el padre Roberto Montaño, quien nos cuidó todo el camino, no fuera que en un traqueteo o una curva abandonáramos de mala manera la expedición.

Salimos temprano y nos enfilamos a Ures. Fue un recorrido apacible que nos tomó unas horas. Al llegar había una comitiva comandada por el padre Fimbres, párroco perdurable de aquella antigua capital; ahí nos ofrecieron comida y nos dejaron descansar un rato.

A media tarde partimos rumbo a Mazocahui, a donde llegamos ya al anochecer. A don Juan, que ya pasaba de los 70 años, le ofrecieron alojamiento en una casita pequeña; nosotros nos acomodamos en la caja de la “troca”, nos tapamos con los tendidos y nos quedamos dormidos observando un cielo estrellado casi inconcebible.

Muy temprano nos despertó el Sol, desayunamos ligero y salimos hacia Moctezuma, la antigua Oposura. El padre Montaño nos advirtió que era un trayecto con muchas curvas. Íbamos pasmados con el paisaje y la fauna: Liebres, conejos, una partida de guajolotes silvestres y la esperanza incumplida de ver venados o jabalíes. Llegamos a media tarde a las inmediaciones de Moctezuma, pero el río venía crecido.

Esperamos varias horas en las que caímos rendidos de sueño. Cuando bajó el agua nos despertó el arranque de los motores y arribamos a una vieja casona principal, donde tuvimos una cena caliente y una recámara para los tres chamacos; pero los baños estaban en el fondo del corral, y si teníamos alguna urgencia había que arriesgar el paso entre los caballos, becerros y burros que ahí resguardaban.

Al día siguiente tomamos rumbo a Granados, en la ribera del río Bavispe, que luego se torna en Yaqui. Llegamos cerca del mediodía y pasamos el día custodiados por amigos del padre Crisóforo Durazo.

En su momento nos llevaron a nadar al río: Fue divertido zambullirnos en la corriente turbia y salir unos metros adelante, para volver a clavarnos, siempre sin alejarnos de la orilla. Nos llevaron a visitar el pueblo vecino de Huásabas y al día siguiente salimos con destino a Bacadehuachi.

Cruzamos el río en panga y remontamos la sierra. Pasamos junto a un desfiladero, la Cruz del Diablo, donde, nos dijeron, habían caído carretas y “trocas” y no había sido posible recuperarlos. Llegamos a Bacadehuachi por la tarde y nos alojaron al lado de la iglesia de Nuestra Señora de Loreto, una de las másbellas de la sierra alta.

Al día siguiente nos llevaron hasta donde nos esperaban varios seminaristas con mulas para trasladar la carga hasta nuestro destino. Al obispo le tocó caballo y se mostró buen jinete; los demás caminamos por unas dos horas, subiendo una sierra para llegar a un paso que llamaban “el puerto”, y descender hacia nuestro destino. Fue una caminata asombrosa, entre pinos y encinos que nunca había visto.

Pronto distinguimos, en la falda Norte de la sierrita, el Rincón de Guadalupe: Varios edificios de adobe y techo de lámina construidos en tres terrazas. Ahí pasaríamos unas semanas que evoco con nostalgia.

Ernesto Camou Healy es doctor en Ciencias Sociales, maestro en Antropología Social y licenciado en Filosofía; investigador del CIAD, A.C. de Hermosillo.

About Author

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *