Por Francisco Ortiz Pinchetti
Desde que asumió el poder, en diciembre de 2018, el Presidente ha tratado con evidente desdén a una de las instituciones más prestigiadas de México, inclusive internacionalmente. El Servicio Exterior Mexicano (SEM) está integrado por profesionales formados con rigor en el Instituto Matías Romero que tienen un periodo de prácticas en Relaciones Exteriores antes de asumir su primer cargo diplomático.
Entre las primeras medidas que tomó el Mandatario estuvo someter a la llamada “austeridad republicana” a las 80 embajadas, 67 consulados —50 de ellos en EU—, siete misiones diplomáticas y tres oficinas internacionales. Redujo sueldos y prestaciones sin consideración de los niveles del costo de la vida en las diferentes naciones.
En el 2019, dispuso una reducción del 75 por ciento a los gastos generales y de operación de embajadas y consulados del país. Esto, no obstante que luego de su decisión de suprimir ProMéxico, asignó a los embajadores la tarea de la promoción económica y turística en el exterior que ese organismo cumplía.
Con 46 oficinas alrededor del mundo, ProMéxico, entidad paraestatal creada en 2008 durante el gobierno de Felipe Calderón Hinojosa, era la responsable de promover el comercio, exportaciones e internacionalizar las compañías mexicanas, un trabajo que se destacaba promoviendo la presencia de decenas de empresas mexicanas en las más importantes ferias de alimentos y bebidas en Estados Unidos.
Tampoco consideró Andrés Manuel en el drástico recorte de recursos a los consulados sus propias promesas de convertirlos en agencias defensoras de los migrantes mexicanos, sobre todo en Estados Unidos. Tuvieron que cancelar o reducir la asesoría legal y suprimir el programa de salud, financiamiento y becas que manejaban.
Ahora, el tabasqueño denigra al SEM con una serie de nombramientos de embajadores y cónsules en distintos países a personajes improvisados que no tienen ninguna experiencia diplomática, en base sólo de lealtades y conveniencias políticas. En ningún caso ha fundamentado de manera convincente esos nombramientos. “Es que él me ha ayudado mucho”, ha dicho si acaso como justificación de alguno de esos nombramientos.
Esa actitud ha prevalecido desde la designación de la periodista Isabel Arvide Limón como cónsul de México en Estambul, Turquía (que ha protagonizado ya varios escándalos), hasta el de embajador en Panamá a favor del historiador Pedro Salmerón Sanginés, acusado de acoso sexual por varias de sus ex alumnas en instituciones privadas de educación superior.
El exgobernador priista de Sinaloa Quirino Ordaz Coppel, designado embajador en España, no ha recibido el beneplácito del gobierno de ese país cuatro meses después de que fue solicitado. Ese retraso, en términos diplomáticos, significa ya una negativa.
En ningún caso, por cierto, se ha solicitado el beneplácito del país correspondiente antes de hacer pública la propuesta al Senado del candidato a embajador, como indican los usos diplomáticos vigentes.
Hace unos días, antes de contraer nuevamente COVID-19, el Presidente empezó a dar desde el púlpito de Palacio Nacional corcholatazos diplomáticos a diestra y siniestra. De la serie de 15 nombramientos dados a conocer hace unos días, más de la mitad no son integrantes del SEM ni han tenido roce profesional alguno con las relaciones internacionales. Ellos son, además de los ya mencionados Quirino Ordaz y Pedro Salmerón:
–Carlos Miguel Aysa González, exgobernador sustituto de Campeche por el PRI, como embajador en la República Dominicana.
–Laura Beatriz Esquivel, escritora y exdiputada federal, en la embajada de México en Brasil.
–Leopoldo de Gyves, dirigente político y social, fundador de la COCEI en Juchitán y líder del movimiento para no pagar a la CFE consumo eléctrico y acusado de extorsionador, como embajador de México en la República Bolivariana de Venezuela.
–Claudia Pavlovich Arellano, exgobernadora priista de Sonora, quien fungirá como titular del consulado de México en Barcelona.
–Alfonso Suárez del Real, exsecretario de Gobierno de la Ciudad de México, para la Oficina de Enlace de México en Estrasburgo.
–Guillermo Zamora, escritor y periodista, a la embajada de México en Nicaragua.
–Eduardo Villegas Megías, actual coordinador de Memoria Histórica y Cultural de México, a la embajada de México en la Federación de Rusia.
El caso de Salmerón Sanginés es especialmente delicado. Fue pública su renuncia como profesor del ITAM a raíz de las denuncias en su contra de acoso sexual por varias de sus alumnas. El tema rebotó ya en Panamá, donde se pretende que sea representante de México. Organizaciones defensoras de Derechos Humanos y de las mujeres en ese país reprueban su nombramiento y piden cancelarlo.
No obstante el Presidente no atiende esas ni las muchas quejas surgidas ante el nombramiento del historiador. “Que se presenten pruebas”, ha dicho varias veces en tácita defensa del imputado. Las evidencias y los testimonios públicos de las víctimas no parecen convencerlo.
A final de cuentas, el episodio se suma a muchos otros que demuestran el desprecio presidencial hacia al Servicio Exterior y su falta de respeto a los diplomáticos de carrera. Finalmente, se confirma que como con otras instituciones nacionales ampliamente prestigiadas (la UNAM, el INE, el CIDE, ente otras) lo que quiere López Obrador es un Servicio Exterior patito. Bueno, gansito. Válgame.
DE LA LIBRE-TA
UN PAN INEXISTENTE. En junio de 2015, cuando Javier Corral Jurado buscaba la presidencia nacional del PAN y llamaba a los militantes a rescatar ese partido, escribí en este espacio: “Javier Corral llama a rescatar un PAN inexistente”. Al entonces senador le molestó mi comentario. Este jueves, el propio ex gobernador de Chihuahua dijo en una entrevista con el reportero Mayolo López en Reforma: “En estricto sentido, el PAN ya se acabó, el PAN como PAN ya no existe: es una entelequia, es una ilusión que todavía tenemos o tienen varios panistas; aferrarse a algo que ya no existe como tal ni en su esencia ni en sus referentes básicos éticos…” Digo.
@fopinchetti