Por Valentina González/ Ibero/ Desfinformémonos
— La creación de huertos urbanos tiene muchos beneficios: desde la producción de alimentos, la posibilidad de reconectar con la naturaleza, incentiva la actividad física, vincular a la comunidad y, además, mitigar el ruido y el calor que producen las ciudades, explicó Gabriela Vargas Romero, fundadora y presidenta de CultiCiudad, organización que desarrolla el proyecto socioambiental de Huerto Tlatelolco.
Al participar en el IX Congreso Internacional de Sustentabilidad, que organiza la Sociedad de Estudiantes de Ingeniería Química de la IBERO, Vargas Romero compartió que el Huerto Tlatelolco, en donde se cosechan 300 kilos de alimentos a la semana, también genera beneficios en torno a la bioclimática del lugar, siendo un elemento que combate el cambio climático y las islas de calor de las ciudades.
Esto debido a que, en un día de calor, en ese espacio localizado en la tercera sección de la unidad habitacional Tlatelolco, sobre paseo de la Reforma, hay hasta 9.5 grados de diferencia entre la avenida y el centro del huerto. Mientras que, entre las camas de cultivo y los pasillos hay 30 grados de diferencia, lo cual demuestra que las áreas verdes de calidad generan beneficios en el combate al cambio climático.
“Los huertos urbanos tienen incidencia. Son espacios verdes donde habitan insectos, aves y en donde las personas tienen la oportunidad de reconectar con la naturaleza. Son áreas donde se mejora la calidad del aire, mitiga el ruido y nos trae el sonido de la naturaleza. Además, se vuelve un factor para disminuir las islas de calor que se generan en las ciudades”, dijo la especialista quien también se desempeña como directora del Huerto Tlatelolco.
Al impartir la conferencia Ciudades sustentables a través de huertos urbanos, destacó que un huerto también promueve la actividad física por los procesos de siembra y mantenimiento que se llevan a cabo en estos ecosistemas. Esto, a su vez, permite que las personas reciban rayos del sol y contacten con los ciclos de la vida.
Con 20 años en el desarrollo de proyectos de agricultura urbana dentro de la CDMX, Vargas compartió que los seres humanos tenemos el instinto de estar conectados con la naturaleza y ancestralmente estamos vinculados a la recolección de alimentos. Después pasamos a ser agrarios, a sembrar y cultivar, pero el vivir en ciudades nos ha ido alejando de ello.
La experta en huerto urbanos recordó que, desde hace muchos años, el movimiento de la agricultura urbana ha tomado fuerza en ciudades del mundo porque tiene que ver con la necesidad de volver al origen y sentirnos parte de la naturaleza, pues está en nosotros ese instinto de estar conectados y en armonía. “Un huerto nos conecta con ese instinto agrario”, dijo.
Compartió los siguientes datos:
- Alrededor de 800 millones de personas siembran en las ciudades.
- 20% de los alimentos mundiales que se producen es cultivado en zonas urbanas periurbanas.
- 70% de los sembradores urbanos en Latinoamérica son mujeres.
Asimismo, reflexionó sobre el urbanismo, el cual surge para ordenar nuestras ciudades, para volverlas espacios más saludables y para tener mejor calidad de vida, pero esto se ha ido degenerando. Por esta razón, dijo que le gusta integrar el tema de lo agrario a lo urbano, para volver a traer la producción de alimentos a las ciudades, y tener la oportunidad de acercarnos, involucrarnos y comprometernos con los procesos de producción de alimentos locales.
“Esto se vuelve una estrategia regenerativa de salud y de profunda transformación en las comunidades urbanas donde las personas se acercan, involucran y comprometen con los procesos de producción de alimentos locales. Algo muy lindo que sucede en los huertos urbanos es que en este trabajo intergeneracional conviven adultos, adultos mayores, personas jóvenes, niñas y niños a partir de un bien común como el cultivo de alimentos”, añadió Vargas.
En conclusión, la especialista comentó que la agricultura urbana es un punto sistémico que tiene impacto en muchas áreas: crear espacios verdes, desarrollo económico, provee de alimentos para apoyar la seguridad alimentaria de familias, promueve la economía local (a través de cadenas cortas de distribución), actividad recreativa, mejora el entorno al agregar biodiversidad y cerrando ciclos de nutrientes, y en la generación de resiliencia.
Asimismo, a través de un huerto se promueve la educación alimentaria y nutricional que lleva a una mejora de hábitos, sobre todo en este contexto de la pandemia en donde nuestra salud está vulnerable.