Las hazañas del Güero

Por Hermann Bellinghausen

—En su conmovedora disposición para cachar al oportunista que le caiga, el partido Morena se superó a sí mismo al fichar con maroma doble y toda la cosa, inmune al ridículo, al formalmente considerado gobernador de Chiapas a lo largo del sexenio en curso (pues, aunque usted no lo crea, seguimos bajo Peña Nieto). Fuera de su vistosa amistad con el presidente priísta y de su activismo en redes sociales y revistas del corazón, apenas puede decirse que Manuel Velasco Coello haya gobernado la compleja entidad del sureste mexicano, a título de Verde, aunque de ecologista no tenga nada. Si parece chiste, no lo es: pronto será uno de los políticos con mayor antigüedad en cargos de elección popular a pesar de seguir pasando por joven (nació en 1980). Hace no mucho era el niño verde local criado en la burguesía chiapaneca, ese puñado de familias reciclables que a la fecha ponen a hijos y nietos de gobernador, diputado, alcalde, senador, secretario, magistrado, rector.

Aún en tal escenario de nepotismo, estamos ante un caso especial. Nieto de Manuel Velasco Suárez, notable neurólogo coleto, pacifista internacional y activo gobernador de Chiapas en los años 70, Velasco Coello da fe en política de lo que Marcello Mastroianni pedía de un buen actor: estar vacío, ser nadie. El llamado Güero ciertamente no es un buen político, pero mantenerse tan impermeable y huero confirma su eficacia. Lleva 17 años ocupando cargos sin interrupción, más los que tiene asegurados de aquí a 2024.

En 2001, saliendito de la Anáhuac de los Legionarios de Cristo, comenzó a romper récords: apenas alcanzó la edad legal, 21, devino el diputado local más joven de Chiapas. En 2003 quedó como diputado federal plurinominal, el más joven de la LIX Legislatura. Hasta aquí venía de Verde, pero en 2006 se sumó al PRI y logró otro récord: el senador más joven de la historia. En 2012, ya tan priísta que en Chiapas no se distinguía entre verdes y tricolores hasta que se agarraban a moquetes por los dineros, impuso otra marca: el gobernador más joven del país. Su último trofeo lo obtuvo esta semana: el primer gobernador-y-senador (y coordinador) en la historia moderna.

Velasco recuerda a Leonard Zelig, el camaleónico personaje de Woody Allen: aparece en todas las fotos, en todos los espectaculares, en todos los periódicos, noticieros, revistas rosas y chismosas, junto a todo político picudo o visitante distinguido. Poco le falta para convertirse en fondo de pantalla del cielo chiapaneco. Una vida dedicada a aparecer.

Y si usted no sabe qué ha hecho como gobernador, no se preocupe. No ha hecho nada trascendente. Luego de un bien documentado noviazgo, casose por la Iglesia con una estrella del Canal de las Estrellas (Anahí creció desde kínder en Televisa, como él en la Famiglia chiapaneca): rodeaban a la pareja coloridas artesanas zinacantecas en la colonial San Cristóbal de Las Casas. Al tiempo tuvieron un güerito. Ese tipo de logros. O bien conseguir que paramilitares de su partido maten a sus vecinos, también verdes.

Pero si Zelig (1983) poseía interés clínico, el suyo es sólo estadístico. Sin ideas conocidas, como diputado produjo 47 iniciativas de ley, y como senador 155, ocupando la tribuna en 200 ocasiones. Desde su debut en 2001, cuando entraba de gobernador el renegado priísta Pablo Salazar Mendiguchía, todos lo acogieron como al huérfano de un pariente (que lo era). Pronto comenzó a ocupar las primeras planas de casi todos los periódicos chiapanecos, cuatro o cinco días a la semana. Si no por el Día de las Madres o el de la Bandera, por sus afanes de tribuno, declarante y lambiscón. No sé si alguien recuerda alguna iniciativa suya. Es un misterio quién pagaba una publicidad que sólo pueden permitirse gobernadores con fondos públicos.

En medio de la insustancial exposición mediática del Güero, el Chiapas militarizado lleva dos sexenios, o más, gobernándose solo. Si no son las eficientes autonomías zapatistas y otras resistencia profundas, son las invocaciones a usos y costumbres, o bien los cuarteles. El resto, la mañosa dependencia desarrollada por los pobres a programas, dádivas y acarreos del color que sea. Un día sí y otro también, un mar de siglas y organizaciones de locatarios, campesinos, taxistas o bandos partidistas bloquean alcaldías y carreteras. Mientras el Ejecutivo nada de muertito, se baja el recurso (negociación le llaman). Así funciona el caos chiapaneco en ausencia del gobierno.

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