Por Jesús Chávez Marín
El vacacionista desconsiderado llegó a su casa muy contento, ya que por fin había conseguido boletos, a pesar de la temporada alta. Incluía el plan todo pagado, transporte aéreo, suite junior en el Riu Puerto Vallarta para dos personas.
―¿Qué crees? Me dieron el precio de paquete normal, a pesar de las vacaciones. Les alegué que mi hicieran válido el apartado, no era justo que aumentaran. Me salieron con que tenían todo repleto, no había lugar ni en las habitaciones de los mozos. Esa no es mi bronca, señorita, le dije a la gerenta. Yo aparté desde enero. Para no hacerte el cuento largo, ya quedó todo listo. Nos vamos al miércoles a las 7 de la mañana por Volaris.
Tencha escuchó con cierto apuro todo lo que dijo Nan, su (segundo) esposo. Con tono compungido, habló estas palabras:
―Híjole, entonces esto no te va a gustar ni tantito. ¿Qué crees? Hortensia y Beto se fueron a una boda en Arizona, nos dejaron a los niños. ¿Podrán cambiar las fechas en la agencia? Hasta nos conviene, para no andar allá entre el gentío que va por estas fechas, nos la pasaríamos más a gusto.
―Tencha: Sabes muy bien que eso es imposible. Ni las aerolíneas ni los hoteles hacen cambios de nada. Además, cuántas veces te he aconsejado que les digas a tus hijos que ya tienes casa aparte, mujer. No eres su niñera de a gratis, como los tenías acostumbrados ―no podía Nan impedir que se le notara un tono de impaciencia. Trataba de no molestar a su (tercera) esposa, pero, pues, un poquito de por favor. Ya estaba harto de tener encima nietos ajenos y entenados atenidos.
―Pues lo siento, Nan. Esto es asunto mío. Con mi familia no te metas; mis hijos son mis hijos. Y si a ti te caen mal, me importa un comino ―sobre reaccionó Tencha, casi gritando.
―Tu familia no me cae mal, y siempre los trato con educación. No me caen mal ni me caen bien, no tienen por qué caerme mal o bien. Tú eres mi pareja, no ellos. Y ahora el problema no es ese: simple y sencillamente no se puede cambiar la fecha de las vacaciones. Por otro lado, es en estos días cuando tengo vacaciones del trabajo, no cuando se les ocurra a tus hijos dejarte en paz ―por más que lo intentó, a Nan se le subió el coraje con tanta pendejada.
Entonces ella se metió furiosa a la recámara y dio un portazo espectacular.
Ya se dijo, era imposible cambiar la fecha del paquete, pero sí el nombre de la susodicha, pagando un recargo del 30%. En forma discreta invitó a su amiga Fátima, y asunto arreglado. Quedaron de verse pasado mañana a las 5 en el aeropuerto.
