Boff: Rescatar lo reprimido; la conciencia profunda

Entre las muchas crisis que asolan nuestra civilización actual, la crisis de la conciencia ética y moral es indudablemente una de las más graves. Hay analistas que consideran el eclipse de la ética como una de las causas principales de los impasses actuales, de la desesperanza y del angustioso interrogante: De seguir el curso actual que reprimió la conciencia ética y con ella el sentido de corresponsabilidad por “una comunidad global de destino común para toda la humanidad”, para usar una feliz expresión frecuente en la boca de Xi Jinping de China, podremos por nuestra culpa llegar a una gravísima situación, eventualmente final de nuestra existencia en este planeta.

No pretendemos profundizar esta línea de pensamiento con toda la plausibilidad que contiene. Nuestro propósito es más sencillo: en momentos de grave perplejidad, de erosión de utopías esperanzadoras y de incertidumbre sobre qué destino nos espera, urge volver a aquellos datos mínimos de donde surge la conciencia ética y redefinirlos para nuestro momento actual.

Tomo como referencia dos conceptos griegos, pues fue en Grecia, en medio de una gran crisis de paso de una visión mítica del mundo a una visión racional, con los grandes filósofos como Platón y Aristóteles y los dramaturgos como Sófocles, Eurípides y Esquilo, donde se elaboró la filosofía y el pensamiento ético, válidas todavía hoy. Las categorías son griegas pero tocan un valor universal: el “daimon” y el “Ethos”.

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Para empezar es bueno aclarar que “daimon” no tiene nada que ver con el demonio. Al contrario, es el ángel bueno y protector. El “daimon” para los griegos clásicos es sinónimo de la conciencia profunda e interior (syneídesis), esa voz que nunca se calla, como un juez que nos impulsa hacia el bien y crea mala conciencia por el mal hemos hecho. Ella pertenece a la naturaleza humana tanto como la inteligencia y la voluntad.

Sócrates, que siempre se dejaba siempre orientar por él, lo llama “voz profética dentro de mí, proveniente de un poder superior” o también “señal de Dios”. Más tarde el gran pensador Séneca consideraba la conciencia interior la sede donde habita Dios (prope est a te Deus, tecum est, intus est). Filón de Alejandría, también  gran filósofo, veía en la conciencia la presencia de lo Divino en el alma.

El hecho es que el “daimon”-conciencia significa la voz de la interioridad que siempre nos acompaña. No está en nuestro poder silenciarla. El criminal o corrupto –y hay tantos entre nosotros– puede huir lejos, esconderse de la justicia, pero está siempre aguijoneado por el juez interior que lo condena por lo que ha hecho mal y no lo deja tranquilo. O aquel sentimiento vivo y profundo que aplaude el gesto de generosidad que hayamos hecho con el hambriento de la calle.

Todos somos portadores “de la conciencia-daimon” por el simple hecho de ser humanos con espíritu, subjetividad (nuestro profundo) y libre albedrío, hombres y mujeres, capaces de hacer cosas horribles (incluso las más ocultas) o cosas honradas que nos gratifican.

“Ethos es otro concepto griego del cual viene la palabra ética. Ethos significa la morada humana, no simplemente el edificio material. La vivienda debe entenderse existencialmente como aquel espacio trabajado por nosotros que nos protege, dentro del cual vivimos y convivimos, distribuimos los demás espacios, el lugar de la sala de visitas, las habitaciones para dormir, la cocina y la despensa.

Toda morada-ethos debe tener su aura buena que hace que nos sintamos “en casa”, especialmente cuando volvemos del trabajo o de un viaje. A ella pertenece el rincón sagrado (el lugar de la diosa Hestia, protectora de la morada), donde guardamos fotos y recuerdos queridos, la vela que arde o los santos de nuestra devoción. Al ethos-morada pertenecen los cuidados y la buena relación con los vecinos.

Heráclito, genial filósofo presocrático (500 a.C.), unió las dos palabras en el aforismo 119: el ethos es el daimon del ser humano, o sea, “la casa es el ángel protector del ser humano”. Esta formulación esconde la llave de una construcción ética expresada en términos simples y prácticos, válida para nuestros tiempos sombríos.

Heráclito – Granta

Ser fieles a ese ángel bueno hace que vivamos bien en la casa, la individual, la ciudad, el país y el planeta Tierra, la Casa Común. Todo lo que hagamos para que se viva bien juntos (felicidad) es ético y bueno, lo contrario es antiético y malo.

Sin embargo en nuestra historia hay una especie de tragedia: el “daimon” ha sido prácticamente reprimido y olvidado. En su lugar, los filósofos antiguos mencionados o los modernos como los impulsores de la moral cristiana o como Kant y otros, pusieron en marcha sistemas éticos, con principios y normas morales consideradas frecuentemente como válidas para todos, sin tener en cuenta lo singular de cada cultura y el cambio de los tiempos.

Pero independientemente de estos factores cambiantes, la voz del ángel bueno no deja de hablar y de hacerse sentir al margen de nuestra voluntad, incluso cuando está confundida con las otras mil voces que se hacen oír en la sociedad. Si queremos una revolución ética duradera debemos liberar el “daimon”-conciencia cubierto de las cenizas de nuestro egoísmo, del consumismo y del espíritu de maledicencia y de brutalidad en las relaciones personales y sociales. Para remplazar nuestro paradigma inhumano por otro nuevo liberador debemos comenzar por auscultar el “daimon” de nuevo y tomar en serio el “Ethos”, como casa no sólo personal sino planetaria. Al final, es el sentido común ético. Él nos sugerirá cómo ordenar la casa que es la ciudad, el Estado y la Casa Común planetaria. No tenemos otra salida.

Escuchar al “daimon” y cultivar el “Ethos” que afectan a cada persona universalmente pueden traer alguna paz general y hacer surgir una actitud de respeto hacia la naturaleza y una ética del cuidado de la Casa Común. Eso podrá salvarnos. Y entonces podrá irrumpir una reconciliación general entre los humanos y con la naturaleza.


*Leonardo Boff ha escrito La búsqueda de la justa medida I y II: cómo equilibrar el planeta Tierra, Vozes 2024.

Traducción de MªJosé Gavito Milano

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