Por Jaime García Chávez
Nunca estará de más el realizar una valoración del papel que juega la prensa en la sociedad, sobre todo en sus relaciones con el poder. De antaño se sabe que los medios de comunicación pasaron a ser una mera industria y, por tanto, el imperio de la ganancia se ha impuesto.
Esta entrega desea realizar un modesto balance sobre lo que tenemos en Chihuahua en esta agenda, particularmente sensible. Empezaré por lo primero: el gobierno de María Eugenia Campos Galván ha abierto un canal de financiamiento sin precedentes en favor de los grandes medios como El Diario, El Heraldo, Televisa, TV Azteca, diversas cadenas radiofónicas y publicidad en las redes sociales, estas de manera directa y contratadas por agencias de negocios que nada tienen que ver con el periodismo.
Pero el chayote llega por parejo. El más ínfimo de los medios y el más ruin de los opinadores también recibe su parte. Pero el grueso del financiamiento lo asumen quienes tienen la mayor capacidad de influencia. Con la publicidad diaria que el gobierno de Campos Galván paga cotidianamente, por ejemplo a periódicos como El Diario o El Heraldo, les garantiza, al menos, el gasto corriente del día a día en nómina y servicios, y lo que chorrea es miel para gángsters del corte de Osvaldo Rodríguez Borunda.
Este financiamiento también garantiza la supervivencia de ambos rotativos que suple lo que ambos ya no pueden, desde hace años, cubrir con la venta de ejemplares, amén de que sus páginas de anuncios se han venido a pique, especialmente los Clasificados.
Por eso, el material “informativo” sólo sale de las esferas del poder, del maltrecho sistema partidario y en general de lo que hace la clase política, en forma de boletín oficial. Tan grotesco es esto que los periódicos, sobre todo los digitales, los replican hasta con las mismas imprecisiones y faltas de ortografía. Los géneros periodísticos, esos que se enseñan en las escuelas y se aprenden en la calle, están hoy sepultados. Lo que prima es la redacción telegráfica, descontextuada e insípida para cualquier lector.
Una prensa así es una prensa parasitaria, que extrañamente también los empresarios subsidian con las salutaciones que realizan en referencia al más nimio acontecimiento gubernamental por su connivencia como proveedores y factores de poder. Pero además ambas entidades se auto halagan.
Con unos medios de comunicación con esas características, es imposible hablar de una sociedad democrática. Pero no solamente es grotesco lo que hemos reseñado en párrafos anteriores. Cuando cualquiera abre las páginas de estos periódicos, se da cuenta de que los hombres y mujeres del poder en turno ocupan los espacios, y se cancela la regla no escrita de concederle voz a los críticos sin voz. Pero esos opinadores de temporal ni siquiera arrastran la pluma porque tienen escribanos a sueldo.
En un mundo así, que para algunos es el mejor, vemos que un oscuro diputado del Congreso local, morenista por más dato, Óscar Avitia Arellanes, maestro de escuela, propuso, leálo bien, ¡una ley para crear el Premio al Mérito Periodístico en el estado! Claro se ve que no tiene qué hacer este “legislador”. Anda descarriado porque hasta propuso que la entrega anual se realice el 7 de junio, fecha decretada por Miguel Alemán Valdés, presidente de la república de 1946 a 1952, y que está emblematizada por despreciables figuras del periodismo nacional, como Carlos Denegri, el vendedor de silencio, según el escritor Enrique Serna.

Es la fecha de la oportunidad en que el gobierno distingue a los abyectos, a los obsequiosos con el gobierno, a los que han claudicado de su deber de informar o de ejercer la crítica periodística. ¿No sabrá Avitia que hay un día marcado con independencia y estipulado por la ONU para tal efecto?
Dos cosas definen para esta columna a este diputado: la primera, que a sus manos llegó la iniciativa para distinguir al profesor Antonio Becerra Gaytán como un ciudadano notable de Chihuahua, por sus aportes a la vida democrática, y jamás hizo nada. Y a los solicitantes de esa petición, entre los que me cuento como incauto, prometió llamarles para atender dicha solicitud, hace dos años, y aún estamos esperando. Pero preferimos desistirnos. La segunda, que simplemente es un mentiroso.
Sin medios que jueguen su rol fundamental, tenemos una sociedad desinformada. Sin embargo hay asociaciones de “editorialistas”, periodistas que publicitan en primer orden sus rostros, y hasta quienes presumen que han recibido algún premio. Muchos de ellos también son exclusivamente voceros del poder.
Esta columna reconoce que hay periodistas excepcionales, aunque escasos y escasas, para quienes ejercer su profesión sí es un peligro; pero en lo fundamental, se impone la tendencia que aquí se describe.
El diputado Avitia, como Maru Campos, en esto son de la misma ralea, aunque le quemen incienso a santos diferentes… por ahora.