Por Leonardo Boff
Si tomamos en serio el proyecto imperial de Donald Trump bajo el lema “América Primero” (entendido sólo como Estados Unidos), no es impensable que puedan sobrevenir tiempos dramáticos e incluso trágicos. Su propósito básico es utilizar el poder para todas las áreas de la vida. Entendamos bien el tipo de poder. No como expresión de ciudadanía, sino poder como dominación en el sentido que los padres fundadores de la modernidad, Galileo, Galilei, Descartes, Newton, especialmente Francis Bacon, le dieron al poder: es la voluntad de poder/dominación sobre la naturaleza, sobre las personas (colonización), sobre las clases, sobre la materia hasta el último topquark, sobre la vida hasta su último gen. Este proyecto formulado en Europa, con el que dominaban el mundo, fue radicalizado por Trump. Y quizá también haya llegado a su fin.
Al darse cuenta de la decadencia del imperio norteamericano, asume el poder como dominación en su forma más radical. Pasa por alto la ONU, la OMC, la OMS, los acuerdos internacionales, no respeta ninguna ley, rompe con sus propios amigos como los europeos. Intenta el diálogo, de lo contrario usa la fuerza y haz que el oponente se rinda. En esta sed de poder, al estilo de Hobbes, el gran teórico del poder, propone anexar Canadá a EEUU, apropiarse de Groenlandia y ocupar el Canal de Panamá.
Quizás la dimensión más inhumana y cruel es la expulsión de millones de inmigrantes indocumentados, la división de familias, la negación de la ciudadanía estadounidense a los nacidos en EE.UU., a los hijos de inmigrantes. Su arrogancia al proponer un proyecto “Make America Great Again” (MAGA) lo ha llevado a imponer altos aranceles a los bienes importados y a amenazar con fuertes sanciones económicas y políticas a los países que se nieguen a cumplir con sus demandas. Deja claro que Estados Unidos es el único país cuyos intereses son globales y se otorga el derecho de intervenir para que Estados Unidos vuelva a ser grande.
Todos los acuerdos globales alcanzados para reducir el efecto invernadero fueron abandonados por él y considerados ridículos, como el Acuerdo de París de 2015. Fomenta la exploración de combustibles fósiles y carbón, principales causantes de los miles de millones de toneladas de CO2 y metano liberados a la atmósfera cada año. Es un negacionista radical que niega la ciencia y realiza profundos recortes a la investigación notoriamente avanzada en los Estados Unidos. Llevar a cabo tal propósito que va contra la tendencia mundial de preocupación por el calentamiento global, con los efectos extremos que revelan que la Tierra está cambiando y ya ha cambiado, lo convierte en enemigo de la vida y de la Humanidad. Tiene una mente asesina y ecocida, obsesionada con el poder absoluto, subyugando a todo el planeta como si fuera su patio trasero ampliado del que puede disponer a su antojo.
Lógicamente, a toda potencia absoluta se le opone otra potencia que se le resiste y rechaza la estrategia de dominación mundial. Lo que Trump quiere preservar con todas sus fuerzas es considerar a su país como el único poder para guiar los destinos del planeta. Se opone radicalmente a un mundo multipolar, ya que potencias poderosas como China y Rusia y, eventualmente, los BRIC están en la misma arena política, compitiendo por el poder en el escenario mundial.
Como han observado Noam Chomsky y otros analistas de la geopolítica mundial, a una guerra económica le sigue una guerra militar. Chomski señala también que en el Pentágono hay suficientes locos como para arriesgarse a una guerra letal según la fórmula 1+1=0, es decir, uno destruye completamente al otro y se lleva consigo a toda la humanidad. Si esto ocurre, será el fin de gran parte de la humanidad; el cielo se volverá blanco de partículas, la fotosíntesis de las plantas y los bosques será prácticamente imposible, habrá pérdida de cosechas, gran hambruna, enfermedades derivadas del terror nuclear y la muerte de millones. Éste fue el sueño pronóstico de CG Jung antes de morir.
Una tragedia así no es imposible porque los datos están ahí y nuestra cultura insana, que estableció la dictadura de la razón analítica sin ninguna conciencia ni compasión por las consecuencias que de ella se derivan; creó el principio de autodestrucción; salvaguardando todos los beneficios que esta razón innegablemente trajo a la vida humana. Pero todo esto se puede perder.
Otros analistas sugieren que no habrá guerras letales, sino una rendición total del poder que tardó en desarrollar una IA autónoma, capaz de controlar a cada persona, toda la estructura energética y toda la vida de un país. Por eso hay una carrera desesperada por una IA tipo DEEP Seek, porque quien llegue primero paralizaría el país del competidor y haría que su aparato militar fuera completamente ineficaz. Sería la abominación de la desolación, en términos bíblicos, un drama tras otro y, quién sabe, el trágico final del experimento humano. Después de que asesinamos al Hijo de Dios cuando se encarnó en nuestra existencia, nada más trágico podía suceder, según la creencia cristiana.
Nos preguntamos ¿por qué no hemos desarrollado la Emoción Radical, si ésta es más ancestral y más fundamental en nosotros desde hace millones de años que la Inteligencia? Esto nunca se negaría pues es una característica esencial de nuestra existencia, pero con la incorporación de la Emoción Artificial, que prefiero llamar Radical, por ser la raíz de nuestro ser profundo y un ser donde la razón riega continuamente sus dimensiones, la situación humana actual sería diferente: prevalecería más el amor que el odio, más cooperación que competencia, más cuidado que devastación de la naturaleza.
La vida ha pasado por inmensas crisis y siempre ha sobrevivido, no desaparecerá ahora miserablemente por nuestra falta de cuidado y justa medida.
Leonardo Boff escribió La búsqueda de la justa medida: cómo equilibrar el planeta Tierra, Vozes 2024.