Camou: Anhelos y esperanzas

Por Ernesto Camou Healy

Hoy es el primer sábado de un año que no llegó nuevecito, sino un poco abollado y cascabeleando de vez en cuando, como sucede en la vida y la cotidianidad en la que alternamos prisas y urgencias con paz y tranquilidad; bienestar con penuria; alegría matizada por esporádicas tristezas y un sinfín de experiencias en las que comprobamos que los caminos, y la vida, no suelen ser rectos y despejados, pues a veces se tuercen y ocultan el destino.

Este 2025 viene cargado de historia, de procesos en desarrollo y sin culminar; de propósitos añejos en vía de concreción y de problemas recurrentes que claman por soluciones. Todo esto, problemas, angustias, amores, proyectos, desencuentros, ilusiones y desengaños de nuestras vidas y nuestro mundo, permanece inalterado a pesar del cambio en el calendario: El 2025 llega cargando sin remedio el pasado inmediato y también el remoto.

¿Qué sucede en realidad con ese tránsito de una cifra a la siguiente? Se trata de un artificio ideado para intentar poner orden y medida a un tiempo que es fugaz y perennemente menguante: Cuando es, ya ha sido y apunta a un “será” inmediato e inexorable. Si no lo contamos y ordenamos de alguna manera viviríamos en una nebulosa informe de recuerdos sin referentes y sin posibilidad de manejarlos. Contar el tiempo, numerarlo, recordarlo y preverlo es una invención de la humanidad para pretender dominarlo, y otorgar un orden numerario a lo vivido; es reconocer que tenemos un antes y un después, una vida en la historia, y formular una manera de saberla nuestra y entender que somos en ella, que nos acota y dirige hacia horizontes insospechados, pero plenos de posibilidades.

Y este futuro posible es el que imaginamos cuando deseamos un feliz año, 2025 en este caso. Aspiramos a tener la voluntad y la razón para comprender de dónde venimos y qué cargas, problemas y trabajos pasan con nosotros desde el último segundo del 2024, hacia el primer instante del siguiente, que nombramos 2025, puesto que la vida, la nuestra y la compartida, permanece con sus retos, sus alegrías y dificultades, en este transcurrir del tiempo, similar a lo que experimentamos cada jornada, pero en esta ocasión elegimos llamar diferente.

Eso le da un peso simbólico al paso de ese antes al ahora efímero: Marca un momento en el que nos dedicamos a pensar lo que hemos sido y postular a lo que queremos llegar; ejercemos así un rasgo fundamental de la persona: La capacidad, limitada y también abierta a múltiples posibilidades, de postular un futuro posible y deseable, y diseñar los medios para intentar hacerlo realidad en un tiempo por venir.

Este añorar un futuro y considerarlo viable, fundamenta la esperanza que, a su vez, resulta una potencia de nuestro ser humano, un aliciente para seguir siendo con la confianza de que las metas y el cambio anhelado pueden ser asequibles, si se ponen los medios y determinación para obtenerlos; aunque siempre existe la posibilidad de no lograrlo. Y esta dinámica, sustentada en la memoria y la esperanza, conduce a la invención, a la búsqueda de formas novedosas de transformar el mundo y construirlo a imagen y semejanza de lo que estamos siendo como humanidad.

Pero este tiempo que está siendo, resulta siempre una incógnita azarosa, que puede generar inestabilidad, pero también fundamentar el cambio y la innovación, que es, en el fondo, lo que postulamos cuando decimos, en una fórmula un poco manida, que deseamos un buen y feliz año a quienes conocemos y queremos en estos días de enero. Y si bien todas las fechas conviene estar dispuestos al cambio y crecimiento, elegimos este momento para recordarnos que ser humanos conlleva la tarea de ser felices con los que nos rodean, construyendo con responsabilidad un entorno digno y compartido, justo y estimulante. Ese bienestar, deseo a los que quiero y los que comparten esta vida con nosotros…

About Author

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *