Por Francisco Ortiz Pinchetti
A la memoria de Vicente Leñero, seis años después
— Si Vicente Leñero viviera, seguramente estaría documentando su próxima novela, una gran crónica de la pandemia en México. Muy a su estilo, devoraría cuanto periódico y revista estuviera a su alcance para reunir los datos duros que invariablemente daban sustento y, sobre todo, como decía él, verosimilitud a su trabajo narrativo.
Una obra así se sumaría a otras de sus crónicas-novela formidables, como Los Albañiles, Los Periodistas y Asesinato. “No se me da la imaginación”, solía decir con modestia. “Necesito al periodismo como herramienta, para poder partir de la realidad, de los datos, de los hechos, para recrearlos en la creación literaria”.
Escribo estas líneas el jueves 3 de diciembre, justo al cumplirse seis años de la desaparición física del novelista, dramaturgo, guionista y periodista nacido de manera casi accidental en Guadalajara, Jalisco en 1933, amigo y admirable ser humano.
Pienso que su prosa coloquial y sabrosa, siempre salpicada de humor, nos va a volver a hacer falta ante esta desgracia sanitaria que en nuestro país ha costado hasta ahora más de 108 mil muertes oficialmente reconocidas. La recreación de los hechos que hemos vivido en los últimos nueve meses, vistos desde la atalaya de su estudio en San Pedro de los Pinos, donde vivió toda su vida, seguramente aportaría una mirada muy distinta sobre algo que sencillamente es una tragedia.
Aunque siempre de manera personal atribuyó al periodismo el atributo de una mera herramienta para su chamba de escritor, como decía, la verdad es que Vicente fue también un periodista excepcional, como lo demuestran decenas de crónicas y reportajes suyos –algunos de ellos reunidos en el volumen Talacha periodística (Ed. Grijalbo, 1988)– publicados en la revista Claudia, en Revista de Revistas, en el diario Excélsior y en Proceso.
En éste último semanario, del que fue cofundador, su trabajo como subdirector fue clave. Él era el editor en jefe de cada edición y como tal imprimió su estilo a las características gráficas de la publicación dirigida por Julio Scherer García entre 1976 y 1996, año éste último en que ambos se retiraron voluntariamente del manejo de la revista. Él llevaba con su cuadrícula o layout el control de la edición, seleccionaba y encuadraba las fotografías (incluida por supuesto la de portada), esbozaba el diseño de cada plana, de cada reportaje…
Y no sólo eso. Fue además un extraordinario maestro de periodismo, entre cuyos alumnos me atrevo a incluirme. En los años sesentas ideó y realizó un Curso Sobre Periodismo por correspondencia que fue avalado por la Escuela de Periodismo Carlos Septién García, en donde había cursado sus estudios. Las 40 lecciones de ese curso se convirtieron muchos años después en el Manual de Periodismo que hasta la fecha es el texto infaltable en las escuelas y universidades del país.
Conocí a Vicente Leñero cuando Francisco Ponce y yo fuimos a visitarlo a su casa para conocer precisamente la operación de su curso de periodismo, en 1967. Mi tocayo querido y yo trabajábamos entonces como encargados del área editorial del Instituto Mexicano de Estudios Sociales (IMES), que dirigía un hermano suyo, Luis Leñero Otero, doctor en sociología. Habíamos concebido un Curso Sobre Desarrollo para comunidades rurales en las que el IMES trabajaba, y el propio Luis nos recomendó platicar con su hermano para conocer su experiencia.
Sin embargo, cuando verdaderamente lo traté, ya profesionalmente, fue años más tarde, en 1973, cuando por la intermediación de Miguel Ángel Granados Chapa le llevé un reportaje con la esperanza de trabajar con él en el semanario “madre” de Excélsior, que fue fundado por Rafael Alducin en 1916, un año antes que el diario.
A invitación de Julio Scherer García, Vicente había dejado la dirección de la revista femenina Claudia para hacerse cargo de Revista de Revistas, a la que había transformado totalmente, tanto en tamaño como en diseño y en contenidos. Le gustó mi primer reportaje y lo publicó de inmediato. Me pidió más trabajos y así se inició una relación profesional y amistosa que perduró a través de más de cuatro décadas. Poco después me invitó a ser jefe de información del semanario.
En 1976 salimos juntos, con Scherer García, Granados Chapa y otros 150 periodistas, ante el golpe del Gobierno de Luis Echeverría Álvarez contra Excélsior. Y juntos fundamos Proceso, aparecido el 6 de noviembre de 1976.
En la última entrevista que concedió, realizada por Luciano Concheiro San Vicente y Ana Sofía Rodríguez y publicada en la revista Nexos a principios de 2014, Leñero comentó al hacer un análisis de su trayectoria: “Yo no tenía una mentalidad periodística propiamente dicha, yo insisto mucho en eso. A mí me gustaba escribir novelas que no tenían mucho contenido. En mis novelas, y sobre todo en mi teatro, soy un escritor de poca imaginación. Me cuesta mucho trabajo imaginar, entonces ahí el periodismo me ha ayudado mucho siempre…”
A seis años de su partida recuerdo –junto a Estela su mujer y sus hijas Mariana, Estela, Eugenia e Isabel– al amigo entrañable, al maestro generoso y al colega admirable. Válgame.
DE LA LIBRE-TA
MUCHA CLASE. Dos años después, el Presidente de México no solamente conserva el avión presidencial que no tuvo ni Obama y que rifó sin rifar en septiembre pasado, sino que además se da el lujo de mantenerlo en su garaje sin usarlo y pagando el costoso mantenimiento… con dinero del erario.