La crisis brasileña, parte de la crisis mundial

Por Leonardo Boff
—No se puede analizar Brasil sólo a partir de Brasil. Ningún país, ni siquiera la cerrada Corea del Norte, está fuera de las conexiones internacionales que la planetización inevitablemente ha creado. Además Brasil es la sexta economía del mundo, cosa que despierta la codicia de las grandes corporaciones, que quieren venir aquí, no para ayudar en nuestro desarrollo con inclusión, sino para poder acumular más y más, dada la extensión de nuestro mercado interno y de la superabundancia de commodities y de bienes y servicios naturales, cada vez más necesarios para sostener el consumismo de los países opulentos.

Hay tres nombres que deben ser recordados, pues han configurado el cuadro actual de la economía y de la política mundial. El primero es sin duda Karl Polanyi que ya en 1944 observó “La gran Transformación” que ocurría en el mundo. De una economía de mercado estábamos pasando a una sociedad de mercado. Es decir, todo es comercializable, hasta las cosas más sagradas. Con todo podemos lucrarnos, cosa que Marx, en su Miseria de la Filosofía, llamó la gran corrupción y la venalidad general. Hasta los órganos humanos, la verdad, la conciencia, el saber… se han transformado en medios de ganancia. Todo se hace según la lógica del capital, que es la competencia y no la solidaridad, lo que hace que las sociedades se desgarren en luchas feroces entre las empresas.

Cabe citar otros dos nombres: Margaret Tatcher y Ronald Reagan. Como consecuencia de la erosión del socialismo real, entró victorioso el capitalismo, ahora sin restricciones, impuestas antes por la contención que ejercía el modo de producción socialista. Ahora el capitalismo pudo vivir tranquilo su lógica individualista, acumuladora y consumista. Tatcher era consecuente al afirmar que la sociedad no existe. Hay individuos, que luchan cada uno por sí mismo contra todos. Reagan sostuvo la total libertad del mercado, la disminución del Estado y el proceso de privatización de los bienes nacionales. Era el triunfo del neoliberalismo.

Antes, con el liberalismo, dicho con una metáfora, la mesa estaba puesta. Los ricos ocupaban los primeros lugares y se servían hasta hartarse. Los demás encontraban su puesto en algún rincón de la mesa. Pero estaban a la mesa. Con el neoliberalismo la mesa está puesta, pero sólo pueden participar quienes pueden pagar. Los demás se disputan los sitios al pie de la mesa con los perros, comiendo las sobras.

Esta política neoliberal, implantada en el mundo entero, dio curso libre a las grandes corporaciones para poder acumular todo lo que puedieran. El lema de Wall Street era y sigue siendo: greed is good (la codicia es buena). Tal voluntad de acumulación ha hecho que un pequeño número de personas controlen gran parte de la riqueza mundial, gestando un mar de pobres, miserables y famélicos. Como la cultura del capital no conoce la compasión ni la solidaridad, solamente la competencia y la supremacía del más fuerte, se ha creado un mundo con un nivel de barbarie raramente alcanzado en la historia.

Desde mi punto de vista, el capitalismo como modo de producción y su ideología política el neoliberalismo han alcanzado su fin, en un doble sentido. Lograron su fin, es decir, alcanzaron su fin-objetivo: la suprema acumulación. Y su fin como final y desaparición. No porque lo queramos, sino porque la Tierra, limitada en bienes y servicios, en gran parte no renovables, no aguanta un proyecto ilimitado hacia el infinito del futuro. La Tierra misma hará imposible este proyecto. O cambia de modo de producción y de consumo, o estará condenado a desaparecer. Como no posee un sentido de pertenencia y trata a la naturaleza como mera cosa a ser explotada incontrolablemente, seguirá un camino sin retorno, poniendo en peligro el sistema-vida y la propia Casa Común, que podrá volverse inhabitable.

En el trasfondo teórico de nuestros neoliberales brasileños, los que dieron el golpe y elaboraron “El puente para el futuro” (para el fracaso) vienen imbuidos, sin un mínimo de conciencia y de crítica, de ese mal sueño neoliberal. Quieren un Brasil sólo para ellos, como una provincia secundaria, agregada y dependiente del gran Imperio del Capital. Ésa es nuestra ruina y nuestra desgracia. Ellos prolongan la dependencia y la lógica colonial.

Un país que empezaba a dar los primeros pasos hacia su refundación, sobre otras bases, valores y principios, con los ojos abiertos y las manos activas en políticas de desarrollo humano con inclusión social, ha sido desvergonzadamente abortado. Aquí reside nuestra verdadera crisis, que atraviesa todas las instancias.

Pero lo que debe ser tiene fuerza. Por eso creemos y esperamos que superaremos esta travesía dolorosa para las grandes mayorías, en fin, para todos. Vamos a brillar. En tiempos sombríos como el nuestro cantó el poeta: “está oscuro, pero canto”. Yo imitándolo digo: “en medio de las incertidumbres, todavía soñamos, y ese sueño es bueno y anticipa una realidad beneficiosa para todos”.

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