La gran Comisión de la Verdad que requerimos


Por Jacobo Dayán

De nuevo se generó una gran confusión sobre las Comisiones de la Verdad. La sentencia sobre el caso Ayotzinapa no ordena la creación de una Comisión de la Verdad, se trata de una Comisión de Investigación para la Verdad y la Justicia. Es decir, una comisión que trabajará con la fiscalía para tratar de esclarecer ese caso. Parecen lo mismo pero no lo son.

No se trata de la primera vez en que buena parte de la sociedad y medios de comunicación confunden los términos. No es un asunto menor para un país que ha apostado históricamente al olvido.

La Justicia Transicional es un conjunto de herramientas que permite a las sociedades-Estados transitar de periodos de violencia extrema a la pacificación-reconciliación. Incluye una serie de elementos claramente diferenciados: Memoria/Verdad, Justicia, Reparación a víctimas y Garantías de no repetición. Los procesos de memoria/verdad se encuentran separados de los procesos de justicia. Son elementos con objetivos distintos.

Las Comisiones de la Verdad son órganos oficiales creados para investigar y divulgar los procesos de violencia, reivindicar y reparar a las víctimas, realizar recomendaciones para la no repetición de los hechos. Para abonar a los procesos de justicia y comenzar, desde la verdad, a buscar la paz y la reconciliación de la sociedad con el Estado y los perpetradores.

La Verdad no es un sustituto de la Justicia. En el otro sentido, tampoco la verdad jurídica que se busca en los tribunales puede sustituir a la verdad que se obtiene mediante comisiones multidisciplinarias que toman en cuenta factores históricos, sociales, psicológicos, económicos, políticos y cualquier otro relevante en cada caso. Las Comisiones de la Verdad no son instrumentos jurídicos ni necesariamente están conformadas por abogados. De hecho, de preferencia no lo están. Se requiere de personas con muy distintas capacidades y autoridad moral suficiente para respaldar estos trabajos. Solo por mencionar un caso, la Comisión de la Verdad argentina fue encabezada por el escritor Ernesto Sábato.

La Verdad y la Justicia, ambas, son necesarias para la consolidación democrática y el tránsito a la reconciliación después de periodos de violencia extrema. Ambas son indispensables para hacerse cargo de manera responsable de un pasado violento eliminando la impunidad, el velo del silencio y la narrativa oficial.

Las Comisiones de la Verdad surgieron en el mapa internacional apenas hace poco más de cuatro décadas, sobre todo con la caída de las dictaduras latinoamericanas y luego de épocas violentas en África. Cada Comisión de la Verdad ha tenido mandatos y objetivos distintos, pero siempre centrándose en la investigación de patrones de violencia y no en hechos ni casos concretos. Se nutren de información oficial, testimonios de miles y miles de víctimas, testigos y victimarios, fuentes periodísticas y académicas y cualquier otra que pueda generar contexto. Suelen tener mandatos más amplios que los procesos judiciales, ya que deben comprender causas y consecuencias de las violencias, entornos, patrones, responsabilidades institucionales y en algunos casos personales, impacto de la corrupción-impunidad en la violencia, y afectaciones a víctimas y colectivos.

Los trabajos suelen durar varios meses o algunos pocos años. Al concluir presentan un informe que tiene por objeto mostrar los patrones de violencia de manera contextualizada para poder enfrentar el pasado y desde ahí construir el futuro. Por lo regular estos informes son fundamentales para los procesos de justicia que suelen llegar tiempo después. Sin verdad es imposible la reconciliación. No hay reparación suficiente sin verdad. Resulta absurdo hablar de amnistías sin tener antes la verdad, las garantías de no repetición solo se pueden construir desde la verdad de los hechos, la paz se sustenta en la verdad. Muchos son los ejemplos en que la verdad detonó procesos de justicia. Allí está lo ocurrido en Guatemala y Argentina, solo por mencionar algunos casos conocidos.

La verdad tiene efectos sociales muy importantes para lograr transitar los procesos de violencia extrema. Las víctimas y la sociedad demandan verdad y justicia. Las dos, por separado. No podemos equivocarnos de nuevo y ligar la verdad a la justicia como se hizo en el sexenio de Fox con la creación de una fiscalía que tenía por objeto ambas.

No hay una receta mágica ni única para las Comisiones de la Verdad. La historia muestra los éxitos y fracasos de una veintena de ejercicios similares. Con mucho cuidado deben definirse el mandato, los objetivos, la conformación, la temporalidad, la estructura, los protocolos y el financiamiento de la Comisión de la Verdad que le urge a este país.

No toda comisión que investigue algo es una Comisión de la Verdad. Si el poder judicial o legislativo, los medios o la clase política continúan desvirtuando el concepto, anularemos toda posibilidad de crear la Comisión de la Verdad que requerimos. Acabaremos, al igual que en el siglo XX, con un remedo de verdad.

Es tiempo de hablar de la gran Comisión de la Verdad que requerimos. No de comisiones de la verdad para casos particulares ni de otro tipo de versiones descafeinadas.

¿Los candidatos a la presidencia están comprometidos, o no, con la Verdad que requiere el país para pacificarse y reconciliarse? Con la Verdad que será necesaria en cualquier esquema de futura fiscalía autónoma e independiente.

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