Entre el hartazgo y la irresponsabilidad

Por Francisco Ortiz Pinchetti

— Apenas me asomo fuera de mi escondite y me encuentro con la lamentable sorpresa de que la disciplina ciudadana que se había hecho evidente en la Alcaldía Benito Juárez, se ha relajado. No solo es notable la afluencia de compradores en las tiendas y centros comerciales, de comensales  en restaurantes, fondas y puestos callejeros y de usuarios del transporte público, sino también una disminución en el uso de cubrebocas y, sobretodo, en la atención a la sana distancia.

Y eso que esta demarcación se había significado por registrar durante varias semanas el más alto índice de uso del cubrebocas en vía pública, superior al 90 por ciento, en gran parte en atención a un llamado oportuno, temprano de la Alcaldía que encabeza Santiago Taboada Cortina, y por otra por una innegable responsabilidad de sus habitantes. Esto ha cambiado.

Me dicen y leo, aunque no he podido ni querido constatarlo, que en otras zonas de la ciudad la situación es mucho peor, que la gente ha vuelto masivamente  a las calles y establecimientos como si la tormenta hubiera amainado, que el uso de la protección facial es cada vez menor y que en las calle céntricas, los mercados públicos, los tianguis y los medios de transporte se observan cada día mayores tumultos.

Lo verdaderamente grave es que esas apreciaciones se reflejan ya de manera alarmante en los índices de contagio y ocupación de camas en hospitales que registra la capital (como otras entidades del país), que podría obligar a la autoridad a volver del Semáforo Amarillo al Rojo quizá este mismo viernes.

La Jefa de Gobierno, Claudia Sheinbaum Pardo, ha advertido en los últimos días sobre esa posibilidad, a partir de datos muy preocupantes. Después de 12 semanas de paulatino descenso en los índices de hospitalización, esa tendencia se ha revertido, lo que significa una luz roja de alarma. “Tenemos casi 10 días de incremento en el número de hospitalizaciones”, asumió el miércoles pasado. A la fecha, las cifras oficiales indican que el número de casos confirmados en la capital supera los 150 mil y que las defunciones llegan ya a 15 mil.

Es un hecho que la virulencia de pandemia ha arreciado.

La apertura paulatina de las actividades económicas en la Ciudad de México ha sido, sí, una medida indispensable para mitigar los estragos de la pandemia en el comercio y los servicios de la capital. Hay quien cuestiona, sin embargo, que dicha apertura ha sido demasiado rápida y un tanto irresponsable, en atención a veces más de intereses políticos que sanitarios y económicos.

Es por supuesto entendible un hartazgo de la gente luego de seis, siete meses de confinamiento y convivencia obligada, por un lado, y de añoranza de seres queridos, por otra; de niños encerrados que quieren salir a jugar, de compras, consultas médicas  y trámites pendientes. Lo que parece incomprensible es la irresponsabilidad de gran parte de los capitalinos ante la inminencia del peligro, incluso mortal, de un contagio.

Digo que parece incomprensible porque además de la indolencia real que se observa en mucha gente está la actitud errática de las autoridades de la salud, a nivel federal, y la irresponsable –esa sí constatada plenamente— actitud del propio Presidente de la República, que hasta la fecha se resiste a usar cubrebocas a pesar del efecto ejemplo que eso tiene en amplias capas de la población y particularmente entre sus partidarios, que no son pocos.

Una “desaceleración” de la tendencia a la baja del número de contagios en el país puso no solo en alerta, sino en evidencia, las contradicciones del Gobierno en el manejo de la emergencia sanitaria. Mientras la Secretaría de Salud alertó de un “asomo” de rebrote de COVID-19 en ocho estados, el Presidente rechazó esa circunstancia y afirmó que “no hay problema”.

El Secretario de Salud, Jorge Alcocer, dijo en la misa mañanera en Palacio Nacional que “hoy, 20 estados se mantienen con tendencia epidémica en descenso desde hace cuatro semanas algunos, y 20 semanas otros, cuatro entidades siguen en una meseta en el control de la epidemia y en ocho, sí, en ocho, se asoma el heraldo un posible rebrote”.

El Presidente lo atajó instantes después: “No hay todavía rebrotes, hay algunos estados en donde ha aumentado el contagio, pero no se puede hablar de un rebrote”.

Ahora tenemos también un rebrote no rebrote.

Por la noche del mismo martes, el Subsecretario Hugo López-Gatell completó el galimatías: “Vemos estas señales tempranas de rebrote y esto lo estamos interpretando día con día”, dijo. Y aclaró  –es un decir– que no hay un umbral en el que se diga que ya comenzó el rebrote, por lo que prefieren utilizar la expresión de ‘”señales tempranas” de rebrote, y los indicadores se presentarán día con día a través de las conferencias.

Explicó así la consideración presidencial en contrario, con 861 mil contagiados y 87 mil muertos oficiales por COVID-19 sobre sus espaldas: “el señor Presidente está viendo integralmente la mención en campos que no nos corresponde atender” (sic).

Y remató: “En la parte técnica, específica, epidemiológica, lo único que decimos es que vemos señales de un cambio de trayectoria, punto. Con todo respeto veo que a muchos medios de comunicación les gusta hablar de cifras récord, pero así no es como funciona la ciencia de la salud…” Válgame.

DE LA LIBRE-TA 

EN SOCIALES: El recorrido europeo París-Viena-Roma de la no Primera Dama mexicana, Beatriz Gutiérrez de López Obrador (sic), mereció un reportaje a doble plana en la próxima edición de la famosa revista ¡Hola!, que incluye por supuesto descripciones de su indumentaria. Gente con clase, ni hablar.

@fopinchetti

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