Por Ernesto Camou Healy
— Esta semana la Secretaría de Economía ordenó la suspensión inmediata de la comercialización de algunos productos lácteos, la mayoría -así dice el comunicado- “denominados queso”, en una clara alusión a que tales mercancías no cumplen con la norma mínima para ser considerados tales.
Las compañías afectadas reaccionaron de inmediato y se defendieron. Una objeción que alguno presentó fue que no les avisaron del procedimiento administrativo y que ya tenían en bodega y lista para distribuirse una cantidad considerable de “quesos y yogures” que no van a poder comercializar. ¡Eso resulta positivo para el consumidor!
La decisión obedece a que no cumplen con la norma oficial en las especificaciones de etiquetado y peso. Se trata de tan solo 23 productos, se aclaró, que deben cambiar prácticas para llegar al mercado; parece un aviso para muchos productores no tan puntillosos.
La noticia causó algún revuelo, muchos comentarios y bastante choteo en las redes sociales: Ante la queja del norteño sobre las quesadillas que no llevan queso, la respuesta del vendedor es “pss, tampoco el queso lleva queso…”.
Se trata de regular un mercado que ha ofrecido productos de buena calidad a la par que imitaciones sin pudor y hasta remedos cuyo sabor y textura sólo han sido aceptados por una publicidad engañosa, que crea costumbre: Muchos ya no recuerdan a qué sabe el queso original.
Una de las quejas de las compañías afectadas, es que prohibir uno de sus productos, afecta a la marca toda: Poner en el banquillo a un queso de un marbete conocido por no cumplir con los requisitos oficiales, afecta la venta de otros de la misma empresa que sí se acercan a lo que se exige. Eso puede levantar en el consumidor una cierta sospecha con respecto a lo que merca, y con razón: Si no tienen escrúpulos con uno… ¿La tendrán con el resto de su oferta?
Como objeción parece bastante débil: En lo personal, si alguien intenta tomarme el pelo, voy a estar pendiente de que no me dé lata en el futuro: Mejor poner una amplia distancia con esos individuos, o empresas… Poco ayuda a una marca tener productos de calidad, y al mismo tiempo vender otros, quizá tramposos y posiblemente perjudiciales: Falta congruencia y también una cierta ética: No es demasiado pedir.
Las objeciones van desde la adición de ciertos elementos como grasa vegetal en tal cantidad que el producto ya no puede considerarse queso; en otros casos se encontró que le añaden caseína, un conjunto proteínico que se encuentra naturalmente en los quesos y muchos productos, pero al agregarlo y poner de más, enmascara otros sabores y añadidos no naturales, realza el gusto y puede llevar a enfermedades como el Alzheimer, depresión e incluso a una cierta adicción: Es lo que hace que “no puedas comer sólo uno…”.
Algunos de los sancionados afirman que son 100% leche, y no explicitan los agregados, caseína y otras mezclas que rebajan la calidad del producto. En algunos casos simplemente se señala que ofrecen 400 gramos y entregan una cantidad menor; el colmo son un “manchego molletero”, y otro “Premium” que dicen pesar 400 gramos y cuando en balanza apenas llegan a 360: Venden kilos de 800 gramos…
Se trata de sanciones por no ajustarse a la norma mínima para llamarse queso y venderse como tal, o por anunciar una cosa, y dar otra.
Regular el mercado es imperativo cuando el país está abierto a marcas y productos extranjeros que deben cumplir con las normas nacionales para estar a la venta en México; no se pueden hacer excepciones con la industria local, en perjuicio de los foráneos: La modernización implica producir con calidad y competir con éxito frente a lo que llega del extranjero.
La queja de los señalados resulta ridícula y fuera de lugar: Mejor vuelvan a sus instalaciones y trabajen en serio; y el resto, ponga sus barbas a remojar…