Por Ernesto Camou Healy
— Steve Bannon es un estadounidense de 66 años que ha sido un poco de todo: Militar, banquero de inversión, productor de documentales, director de una agencia de noticias, estratega del equipo de campaña de Donald Trump, consejero presidencial y miembro del Consejo de Seguridad Nacional norteamericano. Dentro de ese abanico de actividades siempre ha tenido una constante: Su afiliación inequívoca a pensamiento y causas de extrema derecha, a veces violenta.
Como ejecutivo de Breitbart News llamó la atención de Trump por los ataques teñidos de antisemitismo no muy velado, a los rivales del precandidato republicano, que lo contrató como el principal operativo de su campaña. Se formó entonces una pareja turbadora: Trump-Bannon, que compartían una ideología cercana al nacionalismo blanco gringo, racista y proclive a usar el odio y las inseguridades de una masa considerable de electores como elemento de propaganda política.
La desconfianza de Steve hacia los “no blancos” puede haber motivado la decisión de usar la hipotética construcción de un muro entre nuestros países, como un arma eficaz de persuasión política. Su talante de provocador y propagandista se evidenció cuando se calificó a sí mismo, como el Rifensthal del Partido Republicano, en alusión a Leni Rifensthal, la cineasta promotora del nazismo hitleriano en la primera mitad del siglo XX.
Cuando fue director de Breitbart News el New York Times los describió como un grupo de periodistas controvertidos por su uso de material misógino, xenófobo y racista. En 2014, en una conferencia en El Vaticano (¿quién lo habrá invitado?) citó a un escritor italiano cercano al nazismo, Julius Evola, que influyó en Mussolini y el fascismo de la península antes de la Segunda Guerra Mundial.
El anaranjado Presidente le fue concediendo responsabilidades, primero en su campaña, luego al tomar posesión llegó a ser uno de los personajes más influyentes en la Casa Blanca. Cuando Trump lo designó miembro permanente del Consejo de Seguridad Nacional, que aconseja y promueve medidas sobre política exterior y es un espacio de toma de decisiones importantes en la historia norteamericana, muchos políticos e intelectuales lo instaron a rescindir el nombramiento.
La posición de Bannon entró en crisis con ocasión de una manifestación en Charlottesville, en la cual grupos de extrema derecha, violentos y armados, atacaron a contra manifestantes que se oponían a esas demostraciones de odio y racismo. Un simpatizante nazi embistió con su carro a los que lanzaban consignas contra la intransigencia y discriminación y mató a uno de ellos. Casi toda la clase política condenó el ataque, que fue calificado como terrorismo interno, excepto Trump influido por Bannon, que condenó la violencia y el fanatismo de “muchos lados”, en lo que muchos observadores interpretaron como una afirmación que hacía equivalentes a los supremacistas con sus críticos más temperados. La censura fue casi unánime y Steve tuvo que renunciar a su posición.
Ya fuera del Gobierno se ha dedicado a asesorar causas de extrema derecha, tanto en Europa como en América. El angelito ha sido asesor de Jair Bolsonaro, y de muchas organizaciones políticas tradicionalistas europeas, en su intento de promover un populismo de derechas en esa región.
Pero no se quedó conforme con su breve incursión en el gabinete de Trump, y ahora ha buscado sacar alguna raja de aquella madera: Hace unos años, con otros compinches, fundó una organización para apoyar la edificación del muro. La llamó “Construimos el muro” (Webuildthe Wall) y recaudaron en línea, alrededor de 25 millones de dólares con ese objeto. Los socios aseguraron que ellos no recibirían ninguna compensación por su esfuerzo, pero no fue tanto el desprendimiento: El pasado jueves 20 de agosto, agentes federales arrestaron por fraude a Steve y tres amiguitos, acusados de haber desviado gran parte de esos billetes, en beneficio personal. Se le inició juicio y concedió libertad provisional, con una fianza de cinco millones de dólares. Para eso sirve el muro.