Por Lilia Cisneros Luján
Transformar los rasgos faciales para disimular las heridas –por quemaduras por ejemplo en el fantasma de la ópera- o la identidad en una reunión como las realizadas por años en Venecia o simplemente ocultar temores o aspiraciones detrás de algo visible que puede ser sencillo o rebuscado, ha sido materia de estudio e investigación de psicólogos y sociólogos desde el siglo pasado y todo tipo de curiosos por los siglos de los siglos. Los grupos primitivos usaban caretas emulando animales de cuya fiereza y fortaleza deseaban hacerse; por lo cual usar máscaras de tigres, osos, águilas y cualquier otro animal de su mundo circundante les permitía ocultar el temor por la amenaza y trocarlo en supuesta fuerza similar a la del animal que en su cara llevaban, como símbolo y escudo protector. Ocultar total o parcialmente el rostro, es una de las costumbres más antiguas de la humanidad. Se ha hecho con fines ceremoniales, festivos y hasta defensivos.
La creatividad va desde la simplicidad ornamental hasta representaciones llenas de simbolismos como las que nos regala el teatro griego o las fiestas dionisíacas, sin detrimento de las máscaras usadas por egipcios y romanos. Pero más allá de las utilizadas con propósitos ceremoniales o festivos y otras que sí en cambio produzcan miedo en el opositor existen “caretas” protectoras, googles y lentes como las de los trabajadores contra elementos que podrían dañarles el rostro o algunas partes de este; tal es el caso del trabajo de herrero, el soldador, pintores, carpinteros, obreros, jóvenes estudiantes en clase de química, los técnicos de aparatos con energía nuclear entre otros. Por supuesto las máscaras para proteger los pulmones y en general el cuerpo de gases venenosos –indispensables a los soldados de las dos guerras del siglo pasado- además de esta función hacían que el portador no fuera reconocido. ¿Qué mueve a los manifestantes –feministas, ecologistas, anti gobierno etc.- optar por usar una máscara casi siempre negra y de tela? ¿Qué pretendían ocultar los zapatistas, con el uso de sus máscaras que a final de cuentas se convirtieron en un magnífico negocio artesanal?
Si asumimos que en el latín no clásico “mascus” es algo así como fantasma y bufón es un hombre con una máscara, resulta pertinente aceptar que este aditamento tiene una intención básica de ocultamiento, vinculado en el temor a que algo nos ocurra o que alguien nos descubra. La mayoría de los luchadores, además de elegir un seudónimo que pueda aterrar al contrario, procuran cubrir su rosto con un disfraz similar al nombre de batalla para que el oponente, no pueda descubrir muecas de dolor o susto. El uso de estas modernas máscaras llamadas en México cubre bocas ¿es uno de los factores que dan ventajas a los delincuentes dedicados a asaltar transporte público y restaurantes? ¿Los legisladores mexicanos y los fiscales saben que hay países donde el usar máscara se convierte en una agravante contra el delincuente?
Hay quien supone que una máscara dota al portador de fuerzas superiores a veces hasta sobrenaturales, sobre todo si se trata de personajes con necesidad de proyectar sus emociones subconscientes. La serie Misión Imposible es una muestra de cómo la mejor herramienta para vencer al mal es justamente la máscara de látex que el héroe de la serie porta para obtener ventajas por sobre el villano perverso del capítulo correspondiente. El resto de su equipo puede no portar algo que proteja su rostro, pero ese sentimiento de superioridad al ser proyectado de manera inconsciente por el líder les hace creer que ellos también poseen tal sentido de superioridad como si tratara de un casco protector invisible que defiende sus orejas, ojos, cabeza y en general puede cubrir sus limitaciones o temores internos. En los primeros tiempos las máscaras eran de corteza de árbol; se tienen muestras de otras fabricadas en cuero, en yeso, de marfil y toda clase de materiales[1], que puedan cubrir todo o solo parte el rostro como los antifaces; pero el hecho es que las máscaras, antifaces o cubre bocas en general sirven para: Abastecimiento de una fuente de aire respirable o cualquier otro gas oxigenado y hasta evitar malos olores; protección de la cara contra objetos volátiles en ambientes peligrosos, al mismo tiempo que permiten la visión; protección de pulmones y órganos internos, para uso en quirófanos, bajo el agua, a grandes alturas para pilotos aéreos, para anestesia, para resucitación cardiopulmonar, para evitar heridas en deportes como esgrima, esquí o futbol americano y por supuesto las invisibles muy estudiadas por los especialistas dedicados a la terapia Gestalt que se vinculan con el ego y permiten a quien dice no necesitar una careta, facilitar el complicado arte de relacionarse con los demás de forma madura. ¿Qué tan peligrosas son estas máscaras invisibles?
Contrariamente a lo que se piensa en particular tratándose de esas máscaras emocionales, más que protegernos nos debilitan, sobre todo si quienes las usan buscan obtener el reconocimiento. Encajar haciendo lo que supuestamente se espera de nosotros -ser fuerte, incorruptible, honesto, popular, letrado, sabio- usando una máscara invisible limita nuestro contacto con la realidad, con los otros, pues ocultan la limitación de analizar y tratar los mecanismos construidos para ocultar nuestras heridas o traumas, tal vez en la infancia o a lo largo de una vida en la cual nunca nos permitimos vernos al espejo sin esa máscara.
[1] En el Libro de las máscaras del anticuario y coleccionista, Francesco Ficoroni se observan los diferentes tipos de máscaras que se usaban en el Teatro medieval, así como las que se usaban en el arte funerario romano