Por Federico J. Mancera-Valencia
— La instalación fotográfica “Bajo la lluvia”, en estos tiempos de pandemia, fue abierta en el Centro de Patrimonio Cultural, con la supervisión seria y abierta de David Lauer. Por ahora solo algunos privilegiados pudimos acceder. No, el autor no posee actitudes discriminatorias ni es elitista, ¡al contrario! ha sido muy cuidadoso de que en estos días de COVID-19, la condena de aislamiento sea un momento de comunicar previamente lo que en colectivo podamos compartir, de manera estética, crítica y reflexivamente.
David Lauer, es fotógrafo crítico. Es su obra “Bajo la Lluvia” que lo confirma de manera contundente. Quien lo conoce, los que han participado en sus proyectos y han podido escucharlo y debatir con él, saben que es una persona comprometida en diversas luchas que enfrentan la injusticia medioambiental, el desacato a los derechos humanos, el poco respeto al patrimonio cultural indígena y a la dilatada política cultural del norte mexicano.
Por ello, la expectativa que me gestó su trabajo, resultaba inquietante. Lo conozco por su excelente trabajo fotográfico de los paisajes culturales del ecosistema del desierto chihuahuense y de los boques y selvas de la Sierra Tarahumara. Los conoce muy bien. Pero ahora “Bajo la Lluvia”, pone en evidencia la desesperación y la impotencia de lo que es vivir el saqueo, ya no de los “talabosques” clásicos, esos rufianes que en la obscuridad tumban arboles sin registro oficial alguno.
Ahora, es la impotencia e impunidad por ese saqueo y la depredación de los bosques con registro, sin registro, con armas en mano, apoyado con amenazas y balas; que roban, venden, extorsionan y atemorizan a toda la cadena productiva forestal; atacando directamente a poblaciones de ejidatarios y ranchos indígenas de la Sierra Tarahumara, que por seguridad y sobrevivencia han migrado convirtiéndose en desplazamientos humanos forzados por el narcotráfico a las ciudades principales del estado de Chihuahua.
El itinerario fotográfico está conformado de dos partes. La primera inicia con las imágenes que nos ejemplifican el bosque, su humedad y sus microambientes; hay videos que nos enseñan simultáneamente, la actividad forestal que es envuelta con imágenes de nubes y cielos azules; con lluvia de “piñas” o semilleros de los pinos durangensis y chihuahuana; en el piso de disponen montículos de esas piñas, que desprenden ese aroma de los bosques de la tarahumara y se complementa con el sonido de las aves que se enchuchan en las mañanas serranas.
La segunda parte de la instalación es definitiva. Si la primera pudiera llamarle “Bajo la lluvia de la semillas de los bosques”; la segunda parte se autodenominaría “Bajo la lluvia de la balas”. Es el momento de la demostración de la impunidad que se vive en la sierra.
Casquillos de bala de armas poderosas, caen del cielo nublado, están en el piso arrinconadas, cientos de casquillos, el color amarillo-bronceado no las hace ver mal, pero sólo eso. Son en realidad producto de la violencia y de la insistente impunidad que se vive en la Sierra Tarahumara. Es la certeza de la violencia, fueron recolectadas en los pueblos que han sido desplazados, condenados al abandono de sus tierras y bosques.
La opresión en el pecho es inmediata, es producto de esta expresión estética que provoca, y que premeditadamente David Lauer, quiere gestar en el espectador.
Su intensión se potencia con una caja donde se proyecta el fragmento de un video donde se demuestra la injusticia social y ambiental que ha provocado la violencia del narcotráfico.
Es de resaltar que bajo esa “seguridad” abusiva y prepotente, que da un arma de alto poder para atemorizar o asesinar, se convierta en la llave maestra para destruir un ecosistema que, paradójicamente, pone en cuestión los recursos hídricos en los desiertos, hoy tan disputados en los distritos de riego del río Conchos.
A esta infame situación, el gobierno de la república, hasta ahora se niega a combatir, enfrentar, aminorar o hasta negociar, para impedir su continua devastación.
La instalación fotográfica, es una estrategia pedagógica artística con capacidad de concatenar, simultánea, transversal y de manera desafiante, el pensamiento de los pueblos indígenas de la Sierra Tarahumara y la larga historia de desequilibrios e impunidades.
Con imágenes, sonidos, semillas, casquillos de balas, videos y palabras David Lauer, despliega en todo un muro de la instalación una frase inexorable:
Si pudiera hablar el monte
esto es lo que nos diría:
No me quites el respiro
no me quites las piernas
ni los brazos.
Tú, el que esto hace
tu propia vida estás acabando.
Roloisi Batista (1962-2004)
Ojachichi, Bocoyna, Chihuahua.