Por John M. Ackerman
— Las acciones institucionales del Estado mexicano durante la última semana generan un contexto para la transformación democrática de la nación. Las próximas extradiciones a México de Emilio Lozoya, César Duarte y Tomás Zerón comprueban otra vez que no existe pacto de impunidad con el viejo régimen. Y los avances en las investigaciones tanto sobre la desaparición forzada de los 43 estudiantes de la normal rural de Ayotzinapa como en el operativo de tráfico internacional de armas Rápido y furioso demuestran el compromiso de la Cuarta Transformación con la justicia y la verdad.
Las buenas relaciones del gobierno de Andrés Manuel López Obrador con España, Canadá y Estados Unidos (EU) han facilitado el flujo de información y la colaboración interinstitucional necesarios para avanzar en todos estos casos claves.
Y el Estado mexicano también ha hecho su contribución a las investigaciones de otros países. El juicio en contra de Genaro García Luna en Nueva York no avanzaría sin la activa colaboración de la Fiscalía General de la República. Y las recientes acciones de congelamiento de cuentas y extradiciones contra el cártel Jalisco Nueva Generación fueron alimentadas por investigaciones en curso en EU.
Antes, las relaciones internacionales le sirvieron al viejo régimen para tejer redes de impunidad y negocios turbios para los amigos y los socios del Presidente de la República. Pero hoy, con el nuevo gobierno, México ha ganado respeto en el concierto de las naciones por su participación como actor clave en la lucha internacional a favor tanto del estado de derecho como del comercio justo y el desarrollo económico.
En este contexto, la reunión en Washington de la semana pasada entre López Obrador y Donald Trump marcó un hito histórico. Este emotivo y exitoso encuentro tuvo un profundo contenido simbólico al demostrar que México hoy juega en las grandes ligas en la diplomacia global y que su nuevo gobierno es capaz de dialogar de manera horizontal, respetuoso e igualitario con su poderoso vecino sin sacrificar su soberanía o comprometer su dignidad.
El Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), que entró en vigor en 1994, ha abierto la puerta a la inversión extranjera, pero también ha tenido efectos sumamente nocivos en la economía nacional. Desarticuló totalmente nuestrapolítica industrial, arrasó con cientos de miles de micro y pequeños empresarios mexicanos y fue una sentencia de muerte para millones de campesinos que fueron obligados a emigrar a EU en masa durante los últimos 26 años.
Sin embargo, desaparecer el TLCAN de un día para otro sin remplazo paradójicamente hubiera generado aún más estragos que el mismo acuerdo. Desde hace mucho tiempo EU ha sido el primer socio comercial de México, y México ya es el tercer socio comercial más importante para EU; 670 mil millones de dólares en bienes y servicios atraviesan cada año la frontera común.
Un fin abrupto al libre comercio entre ambas naciones habría generado una enorme crisis económica, estropeando los ambiciosos planes del gobierno de López Obrador con respecto a la ampliación de programas sociales y la inversión en grandes proyectos de infraestructura.
Desde su mirada siempre pragmática, López Obrador se dio cuenta hace tiempo de que la mejor estrategia para mantener a flote la economía nacional era luchar por mantener las relaciones comerciales con nuestro poderoso vecino en un contexto en que Trump había hecho la promesa explícita a sus bases de acabar con el TLCAN a toda costa. Y hoy con los profundos estragos económicos de la pandemia del Covid-19 se vuelve aún más importante mantener activas las cadenas productivas de Norteamérica.
Tanto los neoliberales mexicanos como los liberales
estadunidenses apostaban todo a que sus adversarios respectivos, López Obrador y Trump, se pelearían a muerte. Invirtieron mucho dinero con el fin de fomentar un choque de trenes que provocaría simultáneamente crisis políticas y económicas de ambos lados de la frontera. Fantaseaban que esta desestabilización despejaría el camino para el retorno tanto del Partido Demócrata como del PRIAN al poder en Washington y la Ciudad de México.
Una pelea binacional también habría tenido el efecto colateral de romper con los vasos comunicantes entre los aparatos de justicia de ambos países, echando a perder los esfuerzos del nuevo gobierno de llevar a la justicia a los más importantes desfalcadores, saqueadores y asesinos del viejo régimen. Aquí incluso podría descansar el verdadero motivo por la supuesta indignación
de algunos comunicadores y políticos frente al éxito de la reunión entre Trump y López Obrador. Temen que sus complicidades con el viejo régimen sean exhibidas.
Pero fallaron los pronósticos. Imperó tanto la razón entre los jefes de Estado como el interés común entre los pueblos de México y EU en favor del estado de derecho, la prosperidad y la democracia en América del Norte.