Por Jesús Chávez Marín
— En esta novela Rayo azul, firmada por Giorgio Germont, el lector entra como a si llegara a una ciudad bien trazada donde se entremezclan jardines y casas elegantes, bosques enteros y edificios altivos, recintos secretos y perfumados, ventanas por donde puede verse la dicha del amor y en otros días el dolor de la traición y el abandono. También la acción agitada de hospitales donde se ejerce la ciencia en la praxis diaria de una multitud de oficiantes que luchan todos los días contra el dolor y la muerte.
Aunque esa ciudad, esta novela, está poblada por una multitud de personajes, literalmente una ciudad entera como protagonista, el ojo de lector se refugia en una sola mirada.
El torrente de su buena escritura, llena de detalles entrañables, descripciones precisas que construyen la fábula, cientos de relatos de muchas vidas que pasan y algunas se quedan a vivir en el alma de un hombre que relata con detallado hiperrealismo cada detalle de su trascurso, mezclando pensamientos, sensaciones, paisaje urbano, recuerdos remotos y sobre todo sentimientos, contados con crudeza despiadada y autocrítica, matices de una profunda visión poética.
Aunque la novela está relatada en tercera persona, como en las grandes novelas del siglo 19, el punto de vista no se aparta de ese solo personaje, el doctor Alfredo Bienvenu, como si a cada paso estuviera él haciendo un monólogo de la propia vida.
Esa estructura de un solo punto de vista es moderna y ágil, muy cinematográfica. La cámara instalada con todo rigor en ese solo ángulo, pero es un ángulo de registro esférico porque ningún detalle queda sin ser registrado por este personaje que es una mezcla estética de una mente científica que ejerce todos los días la medicina en quirófanos y laboratorios de última generación y consultorios lujosos y bien equipados, y al mismo tiempo es hombre de extraordinaria sensibilidad que se ve conmovido por un amor que cambia literalmente su vida en todos los detalles, con la grandeza y los riesgos profesionales, sociales y los más peligrosos, los de la intimidad, el pensamiento, los conceptos del mundo.
Para construir su estructura narrativa, el autor introduce la acción de la escritura como parte de las actividades habituales de su personaje. La novela inicia cuando su hijo empieza a leer, años después de que sucedieron los hechos, numerosos diarios, cartas, agendas y bitácoras que el padre acostumbraba escribir cotidianamente, papeles donde registraba con aguda memoria lo que iba ocurriendo, al mismo tiempo que el lector va leyendo la novela.
Este recurso es muy certero para que el lector vaya queriendo cada vez saber más de esas vidas contadas y se vaya acostumbrando a saborear tantos detalles, ambientes, paisajes, acciones a veces vertiginosas, a veces plácidas y tranquilas que esta novela regala a manos llenas.
A pesar de ser un libro tan personal como los momentos secretos, llenos de alegría y dudas, de placer y otras veces de punzantes desgarramientos, la novela cuenta los hechos dibujando un fabuloso panorama social y territorial de los años recientes. Carreteras, aeropuertos, puentes, parques, hoteles de lujo, restaurantes que son obras de arte en la cocina.
Dos ejemplos: Con su magnífico discurso narrativo el autor nos hace entrar al lujoso restaurante Las ventanas del mundo, en el Word Trade Center de Nueva York y también relata desde varios ángulos y en distintos momentos la tragedia de los atentados de las torres gemelas.
Segundo ejemplo, de los muchos que aparecen en la novela, todos de placentera lectura, cuando nos cuenta el maratón de Nueva York.
Hay una parte muy hermosa, cuando la multitud de maratonistas van cruzando el enorme puente Verrazzano Noarrows Bridge:
Una estructura exclusivamente dedicada al tránsito vehicular pero que el 5 de noviembre de 1989 se inundaría de cuerpos en movimiento en las primeras horas de la mañana. Un espectáculo de atletas, hombro con hombro, codo con codo, utilizando las ocho líneas de tránsito de ida y vuelta, ni un solo auto a lo largo del puente, solamente los participantes de la competencia, todos en conjunto saliendo de Staten Island como una invasión de gacelas.
Una de las partes más gratas del libro es la abundancia de objetos de belleza y la sensualidad exquisita desde los cinco sentidos. La descripción detallada de platillos, colores y la textura de la ropa, perfumes de jardines, del ambiente, del cuerpo de la mujer que el protagonista ama con toda su energía y los pensamientos la vida entera.
También hay otra estética: los ríos de sangre que caen como cascada desde el quirófano cuando el protagonista y su equipo técnico y científico realizan el rito brutal de salvarle la vida a un hombre en emergencia. Oigan ustedes este impresionante fragmento:
El doctor John Bolton, director del departamento de cirugía del sanatorio Touro, ahora convertido en paciente, recibía su anestesia casi al mismo tiempo que Alfredo le dio un largo tajo con el bisturí en medio del abdomen desde el esternón hasta el púbis. En aquel vientre había cuando menos seis litros de sangre que brotaba por los bordes de la herida quirúrgica. La sangre de Bolton pintaba de rojo la tela de las batas, de los calcetines y aún de la ropa interior de los asistentes y cirujanos.
Hay otro hecho notable en el estilo ágil y preciso de este libro: su elegancia a la hora de relatar escenas amorosas. De ninguna manera es una forma de autocensura, pues hay abundancia de escenas de alcoba bien explícitas e hiperrealistas, pero siempre consigue que en el texto predomine lo poético, lo amoroso y lo erótico y no como en los años recientes se estila, los detalles casi ginecológicos que ahora quisieran presentarse como sinceridad artística. Al contrario, el autor consigue en su depurada escritura construir atmósferas donde hay música bien seleccionada, aroma de los vinos, el cariño honesto de los que se aman y las caricias finas y sabias que se prodigan.
Abundancia de muchos otros elementos tiene esta novela hermosa de un personaje purísimo: el hombre supo amar sin condiciones, con toda su alma y todos sus bienes; empeñó todas las horas del día y de la noche en la contemplación amorosa de una mujer que ocupó todo su empeño en ofrecerse como un río inagotable de caricias y galantería.
Una historia de amor es tema frecuentadísimo en la tradición literaria, pareciera que nada nuevo queda por agregar, ningún ángulo inexplorado. Pero este personaje resulta original por su voluntad inquebrantable de amor. No se perdió en la derrota, ni se murió de abandono, ni se suicidó decepcionado. No tomó veneno como Emma Bovary en la grandiosa novela de Flaubert, aunque es un personaje similar. Pero al contrario de su trama, aquí el fino cerebro del científico supo conservar el control y el equilibrio de todos los actos y la dignidad de seguir viviendo una vida plena.
Y contarnos todo eso con lujo de detalles.
Germont, Giorgio: Rayo azul. Editorial Perfiles 23, México, 2015.
Febrero 2016