Un libro con 21 escritores

Presentación del libro Campos ignotos,
cuyos compiladores son Susana Avitia Ponce de León y Alfonso Chávez Salcido [junio 1999].

Por Jesús Chávez Marín

—Enmedio de un taller literario nacen y suceden muchas historias. En los hilos con los que se forma un texto están los colores y las mezclas; biografías y vidas reflejadas en versos y canciones; relatos de pueblos fantasmas y la intimidad secreta. Para cualquier profano sería atractivo asistir a escondidas a algunas sesiones, asomarse a lo que allí se escribe, entrar a las casas donde los personajes se desplazan, intuir las sombras del pasado que parecen oscurecer algunas miradas.

Con este libro, Campos ignotos, formado con obra de 21 autores que son o han sido integrantes del Taller Literario Pablo Ochoa, coordinado desde hace 15 años por el escritor Mario Arras, los lectores tenemos la oportunidad de frecuentar esos campos, esas regiones recreadas en el lenguaje. La diferencia es que aquí hallaremos los textos ya terminados, pulidos, terminados. Cuando ya cada autor salió campante de batallas ganadas a las dificultades de escribir, corregir, borrar, cotejar con otros el texto propio.

De esta manera, el libro se ofrece en esta edición como un trabajo profesional. No el producto de un taller literario, sino la compilación de textos que ya tienen su propio vuelo. Una de las sorpresas más gratas es hallar aquí temperamentos artísticos independientes, y no la huella colectiva de la que adolecen algunos talleres, donde todos los integrantes escriben con un mismo estilo.

Para que existan este tipo de libros que incluyen a varios autores, es necesaria la generosidad de algunas personas que tienen interés en la obra de los demás, y no solamente en la suya propia. El hecho de que la doctora Susana Avitia Ponce de León, el licenciado Alfonso Chávez Salcido y el mismo coordinador del Taller, el arquitecto Mario Arras, se propusieran la tarea de compilar los poemas y relatos que forman este libro, es el origen de su actual edición. Con su trabajo, ellos presentan en forma conjunta una muestra de la literatura que su grupo produce.

El libro está organizado en orden alfabético de los nombres de los autores compilados; se divide en dos partes: poesía y narrativa, con 70 páginas cada una.

Luego de una breve presentación, escrita por Mario Arras, la obra se arranca con poemas de Margarita Aguilar. Estos son los dos primeros versos:

Hoy enredo un pesado hilo de noche
en el carrete inmóvil de mi cuerpo.

Como ella se fue a radicar a otra ciudad, hacía años que no se publicaban en Chihuahua textos de esta escritora cuya pulidísima escritura fue muy apreciada a finales de los años ochentas en revistas y suplementos. Ella se formó en el Taller de Mario Arras y Ramón Antonio Armendáriz le publicó en Zacatecas su primer poemario.

El sonido de su poesía parece brotar desde recintos confortables, limpios y de finos aromas, pero el sentido de las palabras evocan cierta nostalgia, un tenue dolor de quien añora una libertad perdida. “Me asomo a la ventana. No te veo”. Por supuesto, me refiero a los poemas incluidos en esta muestra, no a toda la obra de Margarita Aguilar. En otra parte vienen estos dos versos: “Esperarte/ labor de artesanía”. Este tipo de giros donde una zona abstracta del significado se mezcla a una descripción realista se da con mucha naturalidad en la escritura de esta autora, sin que llegue a parecer exagerada ni demasiado intelectual.

El segundo autor es Rafael Ávila. Con su poema llamado “Maquia” hace llover un caudal de sensaciones de muchos tipos, algunas de gran intensidad y otras que son de una vigorosa ternura. Maquia, maquinación de palabras, máquina de sonidos que se armonizan. La musicalidad de este largo poema es una de sus mayores gracias. Por ejemplo, escúchense estos dos versos:

Apenas el silencio toca el nombre de las cosas
la mirada la palabra la penumbra la morada

Por la temática, la estructura del poema y su organización sonora, esta obra es una expresión de las atmósferas en las que nos toca vivir en estos tiempos.

Susana Avitia Ponce de León, en su poema “Retorno” construye una complicada metáfora de la soledad, no solo la de la voz poética que pronuncia el discurso, sino la expansión espacial y temporal de ese destino de solitarios:

algunos rostros se cubrieron con máscaras
otros se desvanecían en las esquinas
los hombres caminaban unidos
para resistir la borrasca

También en sus otros poemas incluidos esta autora maneja una caudal de imágenes logradas a base de una enorme capacidad de verbalización. El abanico temático va desde las sensaciones cercanas y sutiles del cuerpo hacia universos de significación de gran complejidad.

Lilly Blake aparece con tres poemas. Sus breves textos tienen esa marca suya donde un mundo intelectual a veces muy profundo brilla en pocas palabras y en un sonido de fina musicalidad.

Lourdes Camarena maneja con gran habilidad el verso largo. Véase esta sola muestra:

Anochece y la luz se escurre de los objetos, de las paredes.
La somnolencia viaja con el viento e invade los cuerpos.
Cesan los movimientos. Encuentra lugar el silencio.

Bertha Lucía Cano Medina tiene poemas de dos tipos, principalmente los de paisaje, donde su capacidad de observación se une a su expresiva sensibilidad; y los intimistas, de fino registro conceptual mezclado con una sobria emotividad, como en estos versos:

Como ala de gaviota
escribiste en mi piel
con caracolas
dejando entre mis dedos tu calor.

Rafael Cárdenas es un escritor extraño. Desde cada uno de sus poemas puede saltar una criatura fantástica o una caja de caramelos agridulces. También puede volar un pterodáctilo color de rosa mexicano. Voy a escribir aquí los títulos de tres de sus poemas: Lápiz del No. 2, Oraciones en la caja y Bendigo mi cena frente a la tele.

Tere Cuevas tiene aquí un solo poema, “La danza de los sentidos”. Entre las imágenes, muy expresivas, que forman el texto, voy a decirles esta: “Soy un nómada en mi propio mundo”.

Alfonso Chávez Salcido escribe en este libro siete poemas de amor, expresado en figuras de gran riqueza, como en estos tres versos:

en la casa de la noche
donde abrí las puertas del amor
para esperarte.

Margarita Etchéchury nos ofrece cuatro piezas de su elegante lírica; pongamos aquí un fragmento de uno de los cuatro poemas:

Ya no son más guirnaldas
sin tu aroma
estas noches tan frías
ya no son más que dunas
desoladas
estas sábanas mías
ya no son nochebuenas
sin tu fuego
estas noches de invierno

Irma Pérez escribe de sentimientos muy reconocibles para los lectores. El dolor expresado en una especie de carta de despedida y el naufragio del amor a la mitad de la calle. La sencillez es la virtud mayor de sus poemas. Con este, terminan mis comentarios para este libro colectivo.

Junio 1999

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