Por Guadalupe Ángeles
—“ Nosotros somos el vocabulario del infinito”
Somos el vocabulario del infinito, la conciencia deseante que lucha consigo misma, ebrio error del pasado y lúcida ergonomía de la eternidad, hacia el centro de nosotros mismos corremos inmóviles. Yo no podía creer que todo eso fuera cierto, por eso chocaba con tu cuerpo en la escalera y prefería alejarme. Me desbordaba, me desbordabas, era como un vaso lleno de realidad. Pero mira, en medio del ruido de un mercado siento venir al silencio, lo acomodo junto a mí, le haga lugar ahí, donde estoy, donde soy. Sé que el agua ha vuelto a ser el agua, sólo me contiene, me abrazo mientras braceo hacia la orilla. Estoy respirando, conteniendo la respiración, dejando a mis pulmones que esperen, como espero yo, de pronto el cielo es sólo ese lugar donde un par de aves planean mientras siento en mi espalda la dureza del piso, el frío. Es sólo un minuto lleno de trinos de pájaros que no veo. Entiendo que el silencio me acompaña, le digo muy quedo que yo puedo ser una palabra, él se ríe, sigue sin decir nada, esa es su naturaleza, la mía es desdoblarme en las palabras que soy las que no entiendo, mientras un viento frío toca mi brazo izquierdo. Hacia el dentro camina esa voz que somos, yo te pregunto y sueltas una risa tenue, aminoro el paso entonces, juego a ser invisible, me callo también. ¿A las palabras qué…? Ella no tienen miedo, no saben a qué sabe, han reptado despacio por la escalera y ya se me suben por los pies, danzan sobre mis piernas, rodean mi ombligo, las siento en la espalda, son suaves, en mi cuello se divierten jugando a los diptongos, se enredan en mi pelo y bordean mis orejas, ya están en mi frente y nada comunican, sólo su existencia que es la mía, que es la nuestra, porque somos siempre otros”.