Por Francisco Ortiz Pinchetti
—Para fortuna suya, Manuel Bartlett Díaz cuenta con la confianza y el respeto presidencial. Eso dota al actual director de la Comisión Federal de Electricidad (CFE) de una coraza de impunidad que lo libra de una historia de tropelías sin cuento, justo en el Gobierno de la supuesta transformación.
Y es que la suya es una trayectoria de más de 60 años –iniciada en 1962 como Secretario del legendario cacique Javier Rojo Gómez— que lo describe como un político prototípico del sistema priista, corrupto, abusivo, autoritario y represor.
Es ya lugar común que como Secretario de Gobernación de Miguel de la Madrid (1982-1988) fue responsable directo en su calidad de presidente de la Comisión Federal Electoral del negro episodio conocido como “la caída del sistema”, que opacó los comicios presidenciales de 1988 en los que oficialmente ganó Carlos Salinas de Gortari. Y autor directo, confeso, del histórico fraude electoral de 1986 en el estado de Chihuahua, cuando personalmente diseñó desde su despacho de Bucareli el operativo que involucró a todas las maniobras conocidas para la manipulación del resultado electoral a favor del PRI, por encima de la voluntad de miles de ciudadanos que se resistieron durante más de tres meses a la imposición.
Bartlett Díaz, a quien el Presidente de la República dispensa ahora su confianza y su respeto, estuvo involucrado también en las amenazas a los directivos del semanario Proceso a través de su director de Dirección Federal de Seguridad, José Antonio Zorrilla Martínez, documentada por Vicente Leñero, así como en el asesinato nunca cabalmente aclarado del columnista Manuel Buendía Tellezgirón en mayo de 1985.
Como hombre del sistema, su conducta nunca se distinguió de la que caracteriza a la clase política que gobernó al país durante 70 años. Un mero ejemplo de abuso y prepotencia, anecdótico pero significativo, se desprende de los reportes de la Dirección Federal de Seguridad (DFS) y de Investigaciones Políticas y Sociales (IPS), conservados en el recientemente abierto Archivo General de la Nación, sobre las actividades de Carlos Salinas de Gortari desde mucho antes de ser Presidente y dados a conocer hace un par de meses por El Universal. Ahí se relata, por ejemplo, que el entonces Secretario de Programación y Presupuesto viajó el 25 de agosto de 1984 con su esposa e hijos en el avión NA-265 matrícula TP-12 del Estado Mayor Presidencial, el cual arribó a las 13:25 horas en Ixtapa- Zihuatanejo, Guerrero, donde “de inmediato se dirigió a la casa de visitas de Fonatur, donde también se encuentra el Secretario de Gobernación, Manuel Bartlett”.
Dos días más tarde, el 27 de agosto, en otro reporte hecho por el mismo departamento de espionaje de la DFS se detalla que a las 15:36 horas “salió de la casa de visitas de Ixtapa-Zihuatanejo, el licenciado Carlos Salinas de Gortari acompañado por su señora esposa e hijos para dirigirse al Aeropuerto Internacional de esta localidad y abordar el vuelo 97 de Mexicana de Aviación de las 16:25 horas con destino a la Ciudad de México”. Y que una hora más tarde, a las 16:40 horas, a bordo del avión de la DFS llamado El Tigre, había salido con destino a la capital de la República “el Secretario de Gobernación, licenciado Manuel Bartlett Díaz, permaneciendo su familia en la casa de visitas”.
También como Gobernador de Puebla (1993-1999) Bartlett Díaz se distinguió por su mano dura y autoritaria, que incluyó la defensa de cacicazgos regionales, la imposición de alcaldes y la represión de movimientos populares como el de los colonos y los locatarios de mercados. Y también despojos electorales como el perpetrado en el municipio de Huejotzingo, donde la resistencia ciudadana de varios meses impidió finalmente la consumación del atraco.
Frustradas sus apariciones presidenciales en el año 2000, el Presidente Ernesto Zedillo Ponce de León lo hizo senador de la República y presidente de la Comisión de Puntos Constitucionales en ese órgano legislativo. Seis años más tarde ocurrió su conversión al lopezobradorismo, lo que implicó su salida del PRI y su ingreso al Partido del Trabajo (PT), en el que hasta la fecha milita. Ello le valió ser nuevamente Senador entre 2012 y 2018 y hoy alto funcionario federal.
A toda esa historia se suma ahora la investigación prolijamente documentada de la reportera Arelí Quintero y difundida en el espacio radiofónico de Carlos Loret de Mola sobre las propiedades ocultas del actual director de la CFE, no incluidas en su declaración patrimonial. Se trata de 23 casas y dos terrenos, a nombre suyo, de sus hijos o de su actual compañera, cuyo valor se estima en unos 800 millones de pesos. Lo que equivale, según el reportaje, a unas 16 veces más el monto de 51 millones declarado por el funcionario.
Aunque en un primer momento la Secretaria de la Función Pública, Irma Eréndira Sandoval Ballesteros, trató de descalificar la información difundida al asegurar que estaba “fuera de contexto” y desechó la posibilidad de investigar la fortuna de Bartlett Díaz, ya que según dijo, textual, “no importa… porque son cuestiones que ocurrieron cuando no era funcionario público” (sic); pero luego aceptó que la dependencia a su cargo sí había abierto una indagatoria sobre las omisiones del funcionario en su declaración inicial, a partir de una “denuncia anónima”.
No obstante las evidencias, y antes de cualquier resultado de esa investigación, el Presidente salió en defensa del nacionalista y democrático político poblano al afirmar que “son intentos de desprestigio que no prosperarán…”
Seguramente él ya no lo recuerda –con tantas cosas que debe tener en la cabeza- pero el propio Andrés Manuel López Obrador puso a Manuel Bartlett Díaz como ejemplo de la corrupción priista que prevalecía en Tabasco, su estado natal, en los años 70. El periodista Marco Levario Turcott, director del portal Etcétera, rescató hace dos días un fragmento del libro Entre la Historia y la Esperanza escrito por el hoy Presidente, publicado en el semanario Proceso el 18 de noviembre de 1995:
A partir de la irrupción petrolera, en cada sexenio se construían de nuevo los parques, las banquetas y los principales espacios públicos. Parecía que los gobernantes estaban poseídos de un desaforado afán de destruir, construir, volver a destruir para volver a construir. Desde luego, en esto también tiene que ver el hecho de que todos han querido dejar un sello imperecedero con alguna “obra magna”.
Durante el Gobierno de Mario Trujillo García (1970-1976), comenzaron los negocios de la urbanización de Villahermosa. Por ejemplo, cuando se proyectó la construcción del periférico, una elevada proporción de los terrenos baldíos comprendidos en el nuevo trazo de la ciudad, pasaron a ser propiedad de los más encumbrados funcionarios públicos.
En ese sexenio, por hablar sólo de un negocio, los terrenos de Manuel Bartlett Díaz, que había heredado de su padre, Manuel Bartlett Bautista, fueron urbanizados de una peculiar manera. Bartlett hijo se asoció con el yerno de Trujillo, Ignacio Cobos, y ambos acordaron que éste se encargaría de introducir todos los servicios públicos (pavimento, agua, drenaje y energía eléctrica) y una vez concluido el trabajo se dividirían por mitad el nuevo fraccionamiento residencial Framboyanes. Así ocurrió, pero claro está que todas las obras de infraestructura se hicieron con cargo al erario.
Hoy, sin embargo, el mismo autor de ese relato sale en defensa del director de la CFE al afirmar reiteradamente que le tiene toda la confianza y enfatizar apenas el miércoles pasado: “Yo le tengo mucho respeto al licenciado Bartlett”. Válgame.
@fopinchetti