¿Quién fue?

Por Lilia Cisneros Luján  

—Un observador de las noticias puede notar sin dificultad alguna cómo es que lo referente a violencia, muertos, accidentes, imprudencias son repetidas ad infinitum en todos los noticieros de radio y televisión y algunos espacios informáticos ¿Cuál es el criterio para machacar hasta el cansancio este tipo de notas y prácticamente ignorar lo que ocurrió el sábado 10 de agosto?

Resulta que antier, México quedó paralizado: cientos de clientes en las tiendas de autoservicio con sus carritos llenos de mercancía. Comensales, en diversos restaurantes –fonditas y gourmets– debieron ser retenidos hasta 3 horas mientras algún familiar o amigo les llevaba efectivo para liquidar su cuenta. Los cajeros de todos los bancos presentaban fila de decenas de personas intentando retirar su dinero sin éxito porque prácticamente en toda la república, casi todas las terminales punto de venta no funcionaban. ¿Qué hizo el pueblo sabio ante la ausencia de explicación al fenómeno?

En los almacenes de autoservicio, empezó a correr la voz –por igual empacadores de la tercera edad, que cajeros y por ende clientes- de que el problema era con las tarjetas de bienestar, porque el gobierno no había depositado. A partir de ello se generalizó una imagen de ancianos mudos, con la mirada perdida, algunos llorando y la mayoría sin más opción que buscar un lugar donde sentarse y ver como su carrito del súper –con escasas mercancías pero que les tomó casi dos horas elegir debido a sus problemas para caminar- era regresado al interior de la tienda. Otros clientes sacaron algunas otras tarjetas: Santander donde muchas de las pensiones son depositadas igual decía rechazado o no cuenta con fondos. Por último, ni modo, hubo quien tuvo la opción de dejar de lado, las operaciones de débito y sacó los plásticos de crédito –Inbursa, Banorte- a veces Bancomer- y fue como lotería, una pasaba después de varios intentos, otras de plano igual le decían tarjeta declinada, rechazada o fraudulenta, según el lenguaje del banco. ¿Se imagina cuantos comentarios en contra de los bancos se expresaron? “Claro, si tú te atrasas un día ellos te cobran hasta la vida: cada día aumentan las comisiones y ni siquiera puedes disponer de tu dinero; yo voy a recibir a mi familia -hijos, nietos etc.- en casa y qué les voy a dar de comer; ni el esfuerzo de caminar y de probarme la ropa que llevaría a la reunión de mis compañeras de trabajo…”

En algunas tiendas los gerentes empezaron a imaginar soluciones: “todos los rechazados veremos la posibilidad que les acepten la tarjeta en la caja dos” y entonces se hizo la enorme fila de los que pasaron antes a las cajas 5 a la 20; “si vive cerca, se lo puedo mandar a su casa si acaso ahí tiene efectivo;” “disculpe pero no puedo hacer nada”; por supuesto no faltaron los vivales que trataban de sacar el carrito ya cargado pero no pagado, con la consecuente reacción de los trabajadores de seguridad privada. El estacionamiento recibía boletos no liquidados aunque con la firma de alguien autorizado para ello; en fin, el caos fue en la Ciudad e México, en Monterrey ¡Por Dios! en todo el país.

Alguna vez, hace poco más de dos décadas, comenté con un grupo de alumnos lo que pasaría si algún día el satélite o la red que sustenta la tecnología de la cual casi todos dependen –hasta yo que procuro evadirme– ellos estarían en la capacidad de escribir con ortografía y realizar operaciones aritméticas simples. El sábado casi vi mi advertencia cumplida, cientos de personas desorientadas, como perdidas, sin saber que hacer y en el escenario, casi todos deseaban saber a quien culpar y muy pocos atinaban a pensar en una solución.

Éste, como cualquiera otro incidente similar –mayor o menor–, es lo que lleva a reacciones que van desde golpear un auto con un tubo hasta matar congéneres, alentados por discursos de odio. En el imperio de nuestros vecinos, “hay que acabar con latinos y mexicanos que son malos e invasores” aquí debemos tener precauciones con los fifís; los corruptos del pasado; los enemigos del electo por el pueblo “safio”; los dispuestos a aceptar que violenten la ley, por igual un gobernador de Baja California que legisladores tratando de legitimar su conducta reeleccionista porque “son mayoría” y los que opinamos de manera diversa porque seguramente somos obtusos y necios.

Y más allá del hecho de que podemos ser de mente cerrada, lo cierto es que el desaguisado del sábado fue originado por una empresa de siglas PROSA[1], con su centro de datos en Santa fe y la misión de operar los servicios para transferencias electrónicas en nuestro país, en toda América Latina y muchas otras latitudes de planeta. ¡Ha ha! Entonces el sospechosísmo alcanza a la iniciativa privada. ¿Sus empleados son los inútiles o se trata de operadores –le dicen hackers- externos que trataron de realizar un fraude gigantesco?

Como no fue el gobierno, Usted mexicano de a pie, no está en posibilidad de acudir ante alguna autoridad que mediante sanción le repare su daño, ¿puede demandarlos? ¿El gobierno les impondrá alguna multa? Si este es el caso ¿como le resarcirá su tiempo perdido y su estado emocional castigado? Lo único que se espera no ocurra es que guarde esta frustración en su interior y llegue el caso en que reaccione de forma virulenta la próxima vez que alguien le mire feo o le de un rayón a su auto o la barda de su casa.

En resumen, ojala haya disfrutado su domingo, sin desgastarse por ensalzar a quienes nos gobiernan ni atacar a las empresas, los intermediarios, los de otros partidos, los ricos, los migrantes y los que piensan y se sienten todavía con la posibilidad de ejercer su libertad de expresión.


[1] Empresa especializada en los medios de pago y las transacciones electrónicas. Para que instituciones bancarias emitan tarjetas de nómina, monederos electrónicos, crédito y débito, entre otras cosas

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