Ortiz Pinchetti: Periodistas bajo acoso

Por Francisco Ortiz Pinchetti

El dato es apabullante. Durante lo que va del sexenio de Andrés Manuel se han registrado tres mil 408 agresiones contra periodistas en todo el país: una cada 14 horas.  Agresiones que van desde la amenaza y el hostigamiento hasta el asesinato, nos precisa la organización Artículo 19 en su informe sexenal sobre la situación de la prensa y los informadores en México.

Entre 2018 y lo que va de 2024, indica, se han registrado 46 periodistas asesinados, además de cuatro desaparecidos, una cifra francamente aterradora. Tan solo en 2023 se documentaron 561 ataques a informadores.

Siempre he estado en contra de la supuesta heroicidad de los periodistas. Aunque en efecto está considerada mundialmente entre las profesiones más peligrosas, no me parece que sea ese aspecto el que defina a nuestro oficio. En lo personal no sufrí nunca nunca agresión alguna derivada de mi trabajo reporteril de casi 40 años. Aún en el caso de denuncias documentadas sobre corrupción, fraudes electorales, enriquecimiento inexplicable de políticos y funcionarios en activo que publiqué durante 24 años en el semanario Proceso tuve alguna consecuencia de ese tipo.

Sólo en una ocasión recibí una carta llena de insultos y amenazas (“te vamos a aplastar, cucaracha inmunda”, y cosas así) a raíz de que publiqué en el semanario un reportaje acerca de las atrocidades cometidas por la siniestra organización de los Tecos incrustados en la Universidad de Guadalajara. Nada más.

Hasta donde sé, ninguno de los periodistas de Proceso, incluido su director Julio Scherer García, recibieron alguna agresión directa de este tipo, a pesar de haber sido con mucho la publicación más crítica del sistema y sus protagonistas en su época. Con la sola excepción de las amenazas de Manuel Bartlett Díaz cuando era Secretario de Gobernación del mandato de Miguel de la Madrid Hurtado, en 1983, a través del director de la Federal de Seguridad,  José Antonio Zorrilla para que el seminario no publicara una información que atañía a unos parientes del hoy director de la CFE en el gobierno de López Obrador. El episodio fue narrado a detalle por Vicente Leñero, presente en la conversación y objeto también de la amenaza, en Luvina, revista literaria de la Universidad de Guadalajara (Verano de 2006).

Quizá por eso, el informe de Artículo 19 dado a  conocer esta semana me impactó. Aunque pienso que en muchos casos las agresiones a informadores o seudoperiodistas obedecen a razones que nada tienen que ver con su trabajo informativo, el conocer el número de casos registrados es, como decía al principio, apabullante. Más grave aun el saber que según el propio informe  “el Estado mexicano, mediante sus autoridades, se mantiene como el principal agresor de la prensa con mil 559 agresiones, el 45.75 por ciento del total”.

Particulares, incluyendo individuos y empresas, perpetraron 673 agresiones (19.75 por ciento), mientras que los integrantes de grupos de delincuencia organizada y partidos políticos contribuyeron con 280 (8.22) y 148 (4.34) agresiones, respectivamente.

“La amenaza, el hostigamiento, la violencia y la impunidad ya no son prácticas heredadas del pasado, sino una realidad lacerante del gobierno que termina”, de manera que en el sexenio de López Obrador “los compromisos respecto a la lucha contra la impunidad y la reducción de la violencia son promesas incumplidas”, precisa el organismo.

El total de casos registrados representa un incremento del 62.13 por ciento en las agresiones contra la prensa en comparación con el sexenio de Enrique Peña Nieto”, compara.

La estadística cobra su cabal dimensión con este dato: hay una impunidad en 89.17 por ciento de los casos de violencia contra la prensa. Nueve de cada 10 casos registrados permanecen impunes.

Es cierto, como mencionó el director de la entidad autora del informe, Leopoldo Maldonado Gutiérrez, que México se encuentra en una situación crítica de violencia que requiere la suma de todos los esfuerzos y perspectivas, por lo que el Informe busca arrojar luz sobre los desafíos para la libertad de expresión que se mantienen vigentes, como la violencia contra la prensa, la discrecionalidad en la asignación de publicidad oficial (que se mantiene como en el pasado) y la falta de garantías para el derecho a la verdad de las víctimas y la sociedad.

Me parece que esta “situación crítica” es producto directo del clima de hostigamiento y descalificación de los periodistas y los medios llevados a cabo de manera sistemática, prácticamente todas las mañanas durante cinco años y siete meses y 12 días desde el púlpito de Palacio Nacional.

A propósito, Artículo19 denuncia que la conferencia de prensa matutina del Presidente “concentra la voz del gobierno federal en una sola persona, lo que restringe unilateralmente el tipo de mensaje que se comunica a la sociedad y se configura como una forma de guardián del acceso o zona de filtro”.

El informe establece asimismo que “durante este gobierno persistió la estrategia de silenciamiento mediante la violencia contra periodistas. Una prensa bajo amenaza constante también continuó padeciendo los controles económicos sobre los medios de comunicación por el uso de la publicidad oficial y la precariedad de los trabajadores de los medios. Por si fuera poco, el trabajo informativo tuvo que afrontar una hostilidad verbal sin precedentes del Ejecutivo Federal, reproducida por autoridades estatales y municipales”.

Es innegable que el Presidente ha tenido la habilidad –y el cinismo, perdón— de evadir las informaciones adversas a su gobierno no con desmentidos o información veraz, sino con descalificaciones generalizadas a los periodistas y los medios de comunicación, siempre escudado con la frasecita de “salvo honrosas excepciones”… y aduciendo tramposamente su derecho de réplica.

Ha sido eficaz en su estrategia deliberada de confundir la información con la opinión, dos géneros absolutamente y esencialmente distintos, para descalificar de manera genérica a la prensa mexicana y usar como evidencia las críticas de los opinantes como yo, autores de columna y artículos en los que expresamos nuestros puntos de vista personales.

Es el de Andrés Manuel, que postula su respeto a la libertad de expresión,  un hostigamiento permanente cuyas consecuencias son imprevisibles.

¿Qué otra cosa fue la causa del atentado sufrido por el comunicador Ciro Gómez Leyva el 15 de diciembre pasado, hasta la fecha impune? El informador salvó la vida gracias al blindaje del vehículo en el que viajaba y que fue balaceado por  sicarios hoy aparentemente detenidos, sin que se conozcan casi 20 meses después la identidad del autor intelectual y los motivos del ataque.

Como Ciro, otros periodistas y medios de comunicación (Proceso entre ellos, claro) han sido denostados públicamente y acusados de corruptos y neoliberales, enemigos del pueblo bueno y sabio, y de estar al servicio de la oligarquía explotadora de este país. Mi gremio es víctima de acoso y estigmatización constantes desde el poder. Hay que denunciarlo una y mil veces. Válgame.

@fopinchetti

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