Hasta ahora, si atendemos a la historia y la ciencia política, la tipología de su liderazgo es tal que resulta difícil creer en sus palabras. Es tal su simbiosis con el poder que resulta casi imposible concebirlo en abstinencia del mismo
Por Jaime García Chávez
En no pocos ambientes es una trivialidad hermanar política y mentira. Ser político es casi sinónimo de mentiroso. Hasta hay quien piensa que saber conducirse de esa manera es todo un arte o técnica. El casi es para no generalizar, reconozco que hay figuras de diverso pelaje. La literatura está plagada de narraciones y anécdotas en la que la falsedad se levanta como personaje principal; empero conozco pocos textos en los que esta práctica se trate de manera sistemática, seguramente los hay.
De mis viejas lecturas recuerdo a Antonio Grasci que abordó el tema de decir la verdad en política, marcando el orden que el análisis impone. Lo primero es lo primero. Señaló el autor que en determinados medios se concibe “El arte de la política” ligado esencialmente a la habilidad de mentir. Pero no se detiene ahí, adosa a esto la habilidad de “saber ocultar astutamente las propias opiniones, los verdaderos fines a que tiende”; y más aún: “hacer creer lo contrario de lo que se quiere realmente”.
Escribo estos dos párrafos como una especie de telón de fondo para comentar dos propósitos anunciados desde el poder tan pronto se conocieron los resultados electorales del domingo 2 de junio. El primero tiene que ver con el mensaje de Claudia Sheinbaum al asumir su triunfo de manera pública; el segundo, con el pronunciamiento del Presidente López Obrador de retirarse el 1 de septiembre y de manera plena a la vida privada, tan luego se consuma el triunfante relevo.
La señora Claudia Sheinbaum señaló de manera expresa lo que catalogo como un mensaje para la distinción que hemos vivido a lo largo de los últimos años. Ofreció un nuevo trato, de respeto y tolerancia a la pluralidad que prácticamente surca a todo el país y en todos los órdenes: política, economía, cultura, diversidad sexual, género, nada queda fuera para decirlo rápido.
No fue omisa en corresponder al mensaje de las urnas y enfatizar que la transformación escalará a un piso superior, pero esto precedido del compromiso primero. Tengo para mí, que la distensión es indispensable, en particular para el futuro Gobierno y para los que se propongan continuar desafiándolo. La exigencia es que Sheinbaum honre su palabra para que se convierta en una premisa insoslayable si realmente se asume la praxis política como el arte de civilizar la discordia, para emplear las sabias palabras del poeta José Emilio Pacheco, pronunciadas al calor del conflicto durante la elección presidencial en 2006.
Puntualizo: deseo que haya verdad en la palabra de la triunfadora.
Por su parte, López Obrador prácticamente ofreció que se ausentará del poder, que en términos absolutos su ciclo ha terminado. No ofreció recluirse en una institución monacal, como acostumbraban retirarse los políticos de las monarquías cuando el escenario tenía que ser abandonado, fuera la causa que fuera.
Si López Obrador se va, si además ahora debe renunciar a emular al legendario Cincinato y ni siquiera insinuar un regreso si la república lo llama o poner a Claudia Sheinbaum en la tesitura de hacerlo porque vendrían vientos de crisis política, si todo esto se resuelve de manera positiva, insisto: si de acuerdo a su afirmación López Obrador la convierte en realidad aportará un bien público, empezando para Claudia Sheinbaum y continuando con él y luego estaremos una larga cauda en la que cabemos los del montón.
Hasta ahora, si atendemos a la historia y la ciencia política, la tipología de su liderazgo es tal que resulta difícil creer en sus palabras. Es tal su simbiosis con el poder que resulta casi imposible concebirlo en abstinencia del mismo. No tiene caso narrar sus posibles vidas paralelas en el solar latinoamericano, por hoy sería una impertinencia. Simplemente deseo que haya verdad y solo verdad en las palabras del Presidente, tiene muchas voces que cantarán sus glorias y más el gesto de que se vaya por el compromiso público contraído con la verdad. No me queda duda de que López Obrador será Presidente hasta el último segundo de su mandato, pero debe contribuir con autocontención y no escuchar el canto de las sirenas de las pandillas de Morena, de las que encabeza, por ejemplo, Ignacio Mier.
Volviendo a Gramsci, sus conclusiones al respecto del tema verdad y política son profundas y certeras y por eso las cito: “En política se podrá hablar de reserva, no de mentira en el sentido mezquino que muchos piensan”. En esa línea su afirmación de que decir la verdad ahora y honrarla en la práctica es una necesidad y vaya que eso sí tiene dimensión histórica.
Mientras escribía esto escuchaba a Ray Barreto que seguramente se escucha en Tabasco, que preciso decía: El tiempo lo dirá.