Por Francisco Ortiz Pinchetti
Entre el lógico estupor causado por los resultados electorales, el discurso de la Victoria de Claudia Sheinbaum Pardo en los primeros minutos del lunes 3 en el Zócalo resultó reconfortante para muchos que no votamos por ella.
Con actitud ecuánime, sin la arrogancia que le hemos conocido, y en un tono mesurado, su breve mensaje reveló una actitud conciliadora que resulta de absoluta transcendencia en estos momentos. Sin poder afirmar que ella hizo un llamado a la reconciliación nacional, me parece que apuntó hacia ella.
Cierto que ofrecimientos similares hizo Andrés Manuel al proclamar su victoria en las elecciones de 2018, pero eso no cancela la posibilidad de darle a la inminente mandataria el beneficio de la duda.
“Respetaremos también la diversidad política, social, cultural y religiosa, la diversidad de género y sexual”, dijo Claudia también. “Seguiremos luchando siempre contra cualquier forma de discriminación”.
También fue importante su posición en materia de política económica:
“Será (el mío) un gobierno de disciplina fiscal y financiera”, aseguró. Y ofreció que “nuestro gobierno será honesto, sin influyentísimo, sin corrupción ni impunidad (OJO). Será un gobierno con austeridad republicana, disciplina financiera y fiscal, y de autonomía del Banco de México”.
Reiteró que su gobierno mantendrá la obligada división entre el poder económico y el poder político. “Siempre defenderemos y trabajaremos por el interés supremo de México y de la nación. Y actuaremos apegados a las leyes y el derecho”.
Y actuaremos apegados a las leyes y el derecho. Así dijo.
Chocan sin embargo con esas posturas y esos ofrecimientos la intención de Morena, su partido, de hacerse ilegalmente de la mayoría calificada en la Cámara de Diputados, manipulando el tema de la sobrerrepresentación.
Un agandalle vil.
Cuando menos tres especialistas, con amplísimo conocimiento del tema, han cuestionado la manera en que el INE pretende asignar diputaciones adicionales a Morena, el Partido Verde y el PT para asegurarle a la llamada 4T la mayoría calificada. Ese es hoy el tema crucial para el futuro de este país.
Sería, aseguran ambos expertos, un fraude a la Constitución. No hay duda.
Jorge Alcocer Villanueva, ex dirigente del PRD, exdiputado federal y fundador de la revista Voz y Voto; Lorenzo Córdova Vianello, ex presidente del INE, y el constitucionalista Francisco Burgoa coinciden:
La Constitución Mexicana establece en su artículo 54-V que los partidos políticos tienen un límite de sobrerrepresentación de ocho puntos entre el número de votos que obtuvo el partido y las diputaciones que se le asignan. Esa cláusula data de 1996 y fue definitiva para que el PRI perdiera la mayoría calificada en la Cámara de Diputados en la histórica elección intermedia de 1997, hecho que resultó crucial para la transición mexicana hacia la democracia.
Hoy esa limitante constitucional tiene que interpretarse que aplica tanto para un partido como para una coalición. De lo contrario se generaría una mayoría calificada artificial porque no correspondería a la votación que obtuvo cada partido político.
Morena, el PT y el PVEM obtuvieron, en la votación de diputados del domingo pasado el 54 por ciento de los sufragios; pero resulta que con las estimaciones que se han hecho estos tres partidos van a tener un número de curules que equivale hasta el 76 por ciento del total. Estamos ante un fraude a la Constitución sin duda.
Sería un gravísimo error de Claudia el auspiciar o siquiera prestarse a esa maniobra, que le daría la anhelada mayoría calificada pero mancharía de entrada su mandato. Incurrir en esa trampa la desmentiría, descalificaría los postulados esbozados en su discurso de la Victoria. Ojalá, por lo contario, podamos sumarles a ellos la congruencia. Válgame.
@fopinchetti