Ortiz-Pinchetti: Caer o no caer en el garlito

Por Francisco Ortiz Pinchetti

A la memoria de Rebeca Castro Villalobos, en su segundo aniversario.

Se equivocan quienes descalifican por demagógicas o populistas las iniciativas de reformas del Presidente. También quienes las consideran base sustentable de la auto llamada Cuarta Transformación, un hito en la historia de México. No son ni lo uno ni lo otro: se trata, llanamente, de una nueva patraña.

Los opositores, que no han demostrado hasta ahora mucho talento, debieran entender que esas propuestas no tienen como objetivo ni siquiera que sean aplicables algún día. Eso no le importa a su promotor. La realidad es bastante más simple, aunque engañosa: Andrés Manuel se propuso estar en la contienda electoral sin estar en la boleta. Y lo está logrando. Sabe que eso es indispensable para mantener a su movimiento en el poder y con ello, a través de su sucesora, asegurar su impunidad a futuro. Eso es lo que finalmente le preocupa. Y tiene toda la razón.

La intención es obvia. El Presidente había asegurado meses atrás que esperaría al mes de septiembre, cuando posiblemente su partido alcanzara la mayoría calificada, para presentar las reformas constitucionales que le han sido rechazadas. Parecía razonable, lógico. Sin embargo, de manera inesperada anunció apenas el viernes 12 de enero que el 5 de febrero, aniversario de la Constitución, daría a conocer siete iniciativas, entre ellas las reformas eléctrica, electoral y del Poder Judicial.

Seguramente por mera coincidencia, el anuncio presidencial ocurrió justo después de que diversas encuestas serias mostraron una reducción de la ventaja de la candidata oficialista Claudia Sheinbaum Pardo sobre la opositora Xóchitl Gálvez Ruiz, al final de la precampaña. Y una caída en la aprobación del propio mandatario (datos alegres aparte) a niveles que no había tenido en todo su mandato. Hoy, un 46 por ciento de los mexicanos lo reprueba.

Sólo que no fueron siete iniciativas, como anunció originalmente. Tampoco “diez u once”, como dijo unos días después. Fueron 20 propuestas en total –18 de ellas que implican cambios constitucionales–, improvisadas, elaboradas al vapor y enviadas a la Cámara de Diputados apenas tres semanas después de aquel 12 de enero. El resultado de esa premura e improvisación está ya a la vista: están hechas con las patas, como se dice.

Varias de sus propuestas, eso sí, son suficientemente provocadoras como para despertar la reacción furibunda de los adversarios. Ese es el único sentido de su intención. Su verdadero objetivo.

Suponer que lo que busca Andrés Manuel es consolidar un proyecto de nación que ni siquiera existe es ser iluso. La supuesta Cuarta Transformación sólo vive en su discurso, ni siquiera en su mente. Lo sabe, por supuesto. Esa suposición es tan falsa como su calidad de “hombre de izquierda”, preocupado hasta el insomnio por los pobres. De ahí que en su paquete haya más propuestas neoliberales que revolucionarias o de verdadero beneficio social.

En consecuencia, mal haría la oposición de atascarse en el berenjenal de las 20 reformas, en lugar de ignorarlas. Las de naturaleza constitucional de entrada no pueden transitar sin la mayoría calificada que sólo las bancadas del PAN, PRI, PRD y MX pueden darle. Hay varias franca y deliberadamente provocadoras, como las que se refieren al tema electoral, al poder judicial y a la electricidad. Otros son engañosas y buscan ponerles un garlito a sus “adversarios”, como la que se refiere a las pensiones y que ahora resulta que no corresponde a lo que él mismo había ofrecido.

Por lo pronto, logró causar un alboroto importante en los medios, tanto por quienes cuestionan sus iniciativas (incluidos calificados o improvisados analistas), como por los que, incluida Claudia Sheinbaum Pardo, las ponderan como andamiaje jurídico de la supuesta transformación del país.

Es interesante por cierto la forma en que la llamada prensa nacional presentó la información sobre el desordenado catálogo de propuestas, que se tomaron demasiado en serio:

El Universal: AMLO busca acabar con Constitución “neoliberal”

Reforma: Quiere AMLO sello de 4T en la Constitución.

Milenio: AMLO no cede contra jueces, autónomos y plurinominales.

La Jornada: Devolverle a la Constitución “su dignidad, humanismo y franqueza”: AMLO.

Excélsior: Ejecutivo delinea nuevo rostro del Estado mexicano.

En realidad no existe semejante “trascendencia”. Es cierto, muchas de sus propuestas significan evidentes retrocesos; otras son absolutamente populistas, electoreras y algunas, dos o tres, merecerán cierta consideración en el futuro en cuanto pueden significar beneficios para los trabajadores; pero lo que a mi juicio sí queda claro es que Andrés Manuel usa esas y otras posiciones para provocar: su objetivo, otra vez, es polemizar y polarizar.

Obvio: no se trata de ningún cambio real para lograr un país más justo y equitativo, sin las lacerantes desigualdades que persisten actualmente. Tampoco alguna amenaza de radicalización socializante ni pamplinas semejantes.

Se trata de ganar las elecciones. Punto.

Y como con cara dura lo reconoció el propio pelotero de Macuspana, su catálogo de reformas será el temario medular de la campaña electoral de su candidata presidencial. Busca, por supuesto, que el INE lo reconvenga una y otra vez y que el Tribunal Electoral lo sancione. Que sus “adversarios” lo tilden de populista, autoritario, dictador o retrógrada. Todo sirve a su estrategia, que por supuesto intenta también el distraer de los problemas torales de este país, como son la inseguridad, la salud, la educación, la libertad y la justicia.

Caer en el garlito puede ser un costosísimo error. La oposición debe tener los arrestos para decir no, aún a las propuestas que parecen de beneficio para la población menos favorecida –y que en realidad son puro engaño– como el del aumento a las pensiones. Son una trampa. Debe definitivamente ignorar las propuestas de López Obrador y ofrecer a cambio las suyas, serias, creíbles y realizables, si las tiene. Estamos ante una coyuntura crucial. Válgame.

DE LA LIBRE-TA

¡AGUAS! Cuando menos en la Ciudad de México, el tema de la escasez de agua potable puede convertirse en un verdadero explosivo electoral contra el gobierno capitalino y su partido. Pese a los esfuerzos de las autoridades por atribuir el problema a la escasez de lluvias, que ha provocado en efecto una disminución importante en el suministro aportado por del Sistema Cutzamala, la verdad es que éste representa apenas una cuarta parte de los requerimientos normales de la ciudad. El problema de fondo no es ese, sino la sobreexplotación del acuífero con pozos de extracción, la inacción gubernamental de varias administraciones “de izquierda” contra el desperdicio del 40 por ciento del caudal en fugas y la falta de acciones en otros terrenos, como la construcción de pozos de absorción para recargar el acuífero, la captación de lluvia y el tratamiento de aguas residuales. La situación es grave. Y alguien tendrá que pagar.

@fopinchetti

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