Por Francisco Ortiz Pinchetti
Por supuesto, como bien dice Andrés Manuel, Ernesto Zedillo Ponce de León es un representante distinguido del neoliberalismo. Lo fue durante su gestión como Presidente de México (1994-2000) y lo es ahora como director del Centro para el Estudio de la Globalización en la Universidad de Yale y que está en la junta directiva del Diálogo Interamericano y Citigroup.
Vale recordar que fue designado por el presidente Carlos Salinas de Gortari como candidato suplente de Luis Donaldo Colosio Murrieta, asesinado en Lomas Taurinas de Tijuana el 29 de octubre de 1993. En las elecciones celebradas el 21 de agosto de 1994, el candidato priista obtuvo una contundente victoria. Con una participación insólita del 77 por ciento de la lista nominal de electores, alcanzó el 48.69 por ciento de los sufragios, mientras el panista Diego Fernández de Cevallos tenía el 25.92 y Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano, del PRD, el 16.59 por ciento. El PRI conservó también una amplia mayoría en el Senado y la Cámara de Diputados.
De entrada, Zedillo Ponce de León admitió que su propia elección había sido legal, pero no justa ni equitativa. Y obró en consecuencia, hacia una apertura democrática. Reconoció importantes triunfos de la oposición en las gubernaturas de Guanajuato (elección extraordinaria que ganó Vicente Fox Quezada luego del fraude electoral de 1991 y de una modificación a la legislación electoral en esa entidad) y Jalisco, donde triunfó el también panista Alberto Cárdenas Jiménez, mientras que en Michoacán triunfaba por muy escaso margen el candidato del PRI, Víctor Manuel Tinoco Rubí, sin que hubiera habido impugnación alguna por parte del PAN, que postuló al entonces diputado federal Felipe Calderón Hinojosa, ni del PRD, cuyo candidato fue, por segunda vez, Cristóbal Arias Solís.
El economista arrancó su mandato con una crisis económica derivada de lo que se llamó “el error de diciembre” y tuvo diferencias evidentes con su antecesor por esa razón y sobre todo a raíz del encarcelamiento de Raúl, el “hermano incómodo” del expresidente, hecho verdaderamente inédito.
Es cierto que durante su gestión tomó decisiones tan controvertidas cono el uso del Fobaproa para rescatar al sistema bancario mexicano de la bancarrota, para lo que fue creado, sobre el que por cierto López Obrador ha construido otro mito al acusarlo de haber dispuesto del dinero del pueblo para beneficiar a unos cuantos ricos y dejarnos a todos endeudados. La masacre de Acteal en 1997, donde murieron 45 indígenas y otros 12 resultaron gravemente heridas, nunca ha sido suficientemente aclarada.
Lo que es innegable y merece ser reivindicado es que durante su presidencia el país tuvo adelantos notables en materia de equidad electoral, que abrieron como ya mencionaba el camino hacia la transición democrática y la alternancia en el poder. (En otro terreno, también llevó a cabo la reforma judicial en el Poder Judicial de la Federación, que creó al Consejo de la Judicatura Federal y consolidó el papel de la Suprema Corte de Justicia de la Nación como Tribunal Constitucional).
Lo más trascendente fue sin duda su anuencia y apoyo a la reforma electoral de 1996, que transformó al Instituto Federal Electoral al ciudadanizar por completo su órgano central, el Consejo General, hasta entonces presidido por el secretario de Gobernación en turno. El nuevo IFE fue encabezado por el académico José Woldemberg, que fue electo por sus pares, los otros ocho consejeros ciudadanos integrantes del Consejo General. Esto significó un cambio histórico, radical, para la democracia mexicana.
Asimismo se creó con esa reforma el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, como organismo autónomo y autoridad máxima de justicia en materia electoral. Y se llevó a cabo la primera reforma del Distrito Federal, para dotarlo de un organismo legislativo propio (la Asamblea Legislativa) e introducir la figura de un jefe de Gobierno electo para un periodo de tres años.
Fruto de esas reformas fue la nueva integración del Poder Legislativo federal. El PRI perdió en las elecciones intermedias de 1997 por primera vez en su historia la mayoría absoluta en la Cámara de Diputados, lo que significó un verdadero parteaguas en el devenir de México hacia la democracia. Asimismo, el PRD, con Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano como candidato, ganó la jefatura de Gobierno para el trienio 1997-2000.
Finalmente y como culminación de ese proceso, ocurrió el 2 de junio de 2000 el triunfo inobjetable de Vicente Fox Quezada, como Presidente de la República. Zedillo Ponce de León salió en cadena nacional a reconocer el triunfo del panista la misma noche de los comicios –lo que fue criticado por amplios sectores del PRI, su propio partido— inmediatamente después de que el entonces presidente del IFE, José Woldenberg, confirmara que el guanajuatense tenía una ventaja irreversible en el PREP y los conteos rápidos.
Zedillo Ponce de León terminó su gestión, en el año 2000, con un índice de aprobación del 64 por ciento. Tras dejar la Presidencia, se dedicó a trabajar con empresas y organismos internacionales como experto en materia económica, totalmente retirado de su toda actividad política en México. Reapareció sin reaparecer el miércoles pasado, cuando participó en un foro privado organizado por Actinver en la capital mexicana, junto al expresidente del gobierno de España, José María Aznar.
Esa reaparición no pública provocó desde su anuncio la reacción del Presidente López Obrador, que tras descalificarlo al acusarlo como “neoliberal”, cuestionó la gestión de su antecesor a través de cuatro preguntas: sobre el Fobaproa, obviamente; sobre la reforma de las pensiones, sobre el deterioro del salario y sobre la privatización de los ferrocarriles.
A manera de respuesta, Zedillo Ponce de León, sin mencionar nunca al tabasqueño, dijo que para tener democracia “es necesario que los ciudadanos crean en la democracia y no en cultos”, en un contexto en el que se ha abierto espacio al populismo en México y América Latina.
“En el pasado –comentó—, algunos lograban apoderarse del poder con los militares. Lo que ha sucedido ahora es que han aprendido cómo funciona el sistema y les gusta la democracia hasta que acceden al poder, y una vez que ya han accedido buscan erosionar la democracia. Es un problema muy serio, porque la forma de acceder vía democrática es vía el engaño, la demagogia y el populismo. Los pueblos son susceptibles a que se les prometa el paraíso sin esfuerzo”.
Y remató con una alusión más directa: “cada que algún político no entiende algunas cosas y quiere insultar a alguien, le dice neoliberal”.
La respuesta de Andrés Manuel no tardó más de una noche: “Zedillo es un representante de la oligarquía”, dijo este jueves en su conferencia matutina, y “su gobierno fue faccioso, no fue democrático sino una fachada de democracia porque se dedicó a rescatar a los de arriba de la crisis y no a proteger al pueblo…”. Válgame.
DE LA LIBRE-TA
AGUAS CON EL AGUA. La escasez de agua potable se agudiza en Ciudad de México y se convierte en un ingrediente electoral importante que preocupa sin duda a las autoridades capitalinas morenistas. Temen pagar un costo muy alto en las urnas por su indolencia de tantos años ante el desabasto creciente y las fugas en la vieja red de distribución de la capital en las que se pierde el 40 por ciento del caudal. Por eso recurren a la reducción del suministro del sistema Cutzamala, que es real, como pretexto. La verdad es que el agua proveniente de ese sistema apenas representa una cuarta parte del requerimiento total de la capital.
@fopinchetti
Francisco Ortiz Pinchetti
Fue reportero de Excélsior. Fundador del semanario Proceso, donde fue reportero, editor de asuntos especiales y codirector. Es director del periódico Libre en el Sur y del sitio www.libreenelsur.mx. Autor de De pueblo en pueblo (Océano, 2000) y coautor de El Fenómeno Fox (Planeta, 2001).