Por Francisco Ortiz Pinchetti |
Coinciden este viernes 1 de diciembre el cada vez más prematuro final del año-que-se-va con el ocaso del llamado primer gobierno de izquierda en nuestro país. Digamos, como el clásico, que ambos se nos han ido como arena entre los dedos.
Del primero ya estamos en el mes de las compras y los abrazos, los parabienes de dientes para afuera y el ambiente relajado que significa que el trabajo cede ante el ocio y que todo se pospone para el próximo mes de enero.
Del segundo, asumimos en esta fecha que con el arribo de Andrés Manuel a su quinto aniversario en Palacio Nacional, se acabó también la mal llamada Cuarta Transformación, la que no tiene por cierto un próximo mes de enero.
Se acabó el año y con él las intenciones de ser mejores y de cumplir promesas postergadas, planes aplazados, ilusiones perennes. Ya será el año que entra, nos engañamos otra vez.
El Presidente de plano asume el fin de su mandato y anuncia que en los que le resta del calendario oficial de aquí al 30 de septiembre próximo lo dedicará a realizar inauguraciones de sus obras. Se acabó, pues.
Y si el 2023 termina inevitablemente en frustraciones –como todos los años–, el gobierno del “izquierdista” López Obrador acaba en la claudicación y la incongruencia. Un símbolo ominoso de lo anterior, que en alguna forma ha pasado desapercibido, fue su aceptación hace unos días de que militares de Estados Unidos ingresen a México de manera formal y para instruir a sus colegas mexicanos.
El de Macuspana anunció personalmente que envió al Senado una solicitud para que, efectivamente, mandos militares estadunidenses de elite ingresen formal y oficialmente a nuestro país para adiestrar durante dos meses a tropas mexicanas en el combate al crimen organizado, particularmente para el tema del fentanilo.
La contradicción es flagrante, como se dice: a lo largo de su mandato, el tabasqueño rechazó una y otra vez la posibilidad de aceptar una ayuda de esta naturaleza, atentatoria contra la soberanía del país, decía.
Apenas el pasado 9 de marzo lo reiteró, ante las presiones de legisladores de Estados Unidos: “Nosotros no vamos a permitir que intervenga ningún gobierno extranjero y mucho menos que intervengan fuerzas armadas de un gobierno extranjero en nuestro territorio” (sic).
Así de rotundo.
En contraste, su insólita petición al Senado Mexicano se publicó ya en el Diario Oficial de la Federación el pasado martes 28. Pone, textual, que dicha autorización se solicita “a efecto de que participen en la actividad de adiestramiento denominada ‘Fortalecer las Capacidades de las Fuerzas Especiales de la Secretaría de la Defensa Nacional’, a realizarse en las instalaciones del Centro de Adiestramiento de Fuerzas Especiales (Temamatla, Estado de México) y el Centro de Adiestramiento Regional de la I Región Militar (San Miguel de los Jagüeyes, Estado de México), del 23 de enero de 2024 al 21 de marzo de 2024”.
El respectivo oficio, firmado por López Obrador el 23 de noviembre anterior (apenas una semana después de su visita a Estados Unidos, donde se entrevistó con el presidente Joe Biden, ojo) y enviado por la Secretaría de Gobernación a la presidenta de la Mesa Directiva Cámara Alta, Ana Lilia Rivera, expone textualmente que somete a la consideración de ese Órgano Legislativo la solicitud de autorización para que se permita el ingreso del personal militar del Ejército de los Estados Unidos de América, por el territorio nacional, a efecto de que participen en la actividad de adiestramiento denominada ‘Fortalecer las Capacidades de las Fuerzas Especiales de la Secretaría de la Defensa Nacional’.
Se acabó. La claudicación de la soberanía nacional que esa autorización implica, se suma a la militarización del país a lo largo de estos cinco años de gobierno “izquierdista”. López Obrador ha entregado las Fuerzas Armadas mexicanas no solamente la seguridad en el país, sino también el control de 17 aeropuertos del país, además de las aduanas, hoteles, trenes, puertos y la construcción de las principales obras de infraestructura.
Y, tan campante, anuncia que por lo pronto dedicará este mes de diciembre a una serie de inauguraciones, cuya programación hizo ya publicar. Este viernes celebrará sus cinco años de Gobierno con el inicio de operaciones del Aeropuerto Internacional Felipe Carrillo Puerto de Tulum… construido y operado por la Secretaría de la Defensa Nacional.
Y luego, como en maquinita: Viernes 15, inauguración de la etapa uno del Tren Maya, de Campeche, Campeche a Cancún, Quintana Roo; el Lunes 18, la Presa Santa María en El Rosario, Sinaloa; Viernes 22, el Tren del Istmo de Salina Cruz, Oaxaca a Coatzacoalcos, Veracruz; el martes 26 la aerolínea Mexicana de Aviación; el viernes 29, la Megafarmacia con todos los medicamentos del mundo, todos, en Huehuetoca, Estado de México, y el domingo 31 la etapa dos del Tren de Cancún, Quintana Roo a Palenque, Chiapas. Como hemos visto en otros casos, la inauguración de estas obras no implica necesariamente que estén terminadas. Y menos que entren de inmediato en funcionamiento.
Se acaba el Año de Francisco Villa –convertido el sanguinario bandido y asesino en prócer impoluto por la autollamada Cuarta Transformación—, con sus festejos decembrinos adelantados y sus anhelos por cumplir. Se acaba también el sueño de grandeza de quien se imaginó incluido entre los héroes de la Historia Nacional, su figura al lado de las de Miguel Hidalgo y Costilla, José María Morelos y Pavón, Benito Juárez García, Francisco I. Madero y Lázaro Cárdenas del Río.
Andrés Manuel confirmó que en el año que le queda al frente de la Presidencia de la República lo dedicará a inaugurar obras. “Me voy a ir muy contento, muy contento, porque me he dedicado a servir al pueblo y ya estoy terminando mi ciclo. En septiembre del año próximo me voy a jubilar…” ¡Y a La chingada! Válgame.
DE LA LIBRE-TA
SAMUELITO. El sainete protagonizado por el gobernador Samuel García en Nuevo León es un episodio más del desmadre electoral que vive nuestro país, auspiciado por la falta de rigor –y de sanciones- de las autoridades electorales. De poco sirve que el Tribunal Electoral de la Federación falle que el presidente López Obrador violó la normatividad electoral, si esa acusación no tiene consecuencias. Lo volverá a hacer. Por eso Samuelito, y AMLO, se mueren de risa.
@fopinchetti