(juguete narrativo en tres tiempos)
Por Guadalupe Ángeles
I
Seguramente Rita piensa que voy a enojarme, que encontraré sentido a sus divagaciones, correspondencias a los productos de su imaginación con nuestra vida cotidiana. Rita sabe que me muero porque me prepare algo de comer muy rico, que se deje querer como en los primeros años, que no le tenga miedo a mis experimentos amatorios, que no me esconda los cinturones cuando me acerco a la cama. Ella cree que un hombre aburrido es capaz de cualquier tontería para dejar de ser ese monigote gris en el que se va convirtiendo si deja que su mujercita le ordene hasta el color de la camisa que se ponga, así que no sé si es miedo o violencia soterrada lo que la ha inspirado ahora, la cosa es que me ha pedido paciencia, bonhomía (esta palabra, antes de hoy, nunca la había usado), me lo dijo con la mejor de sus sonrisas, a las siete de la mañana, recién bañada, con ese vestido rojo que me encanta; puso pues en mis manos un par de hojas mecanografiadas luego de hablarme de un proyecto que tiene que ver con animales. Tiene poco de haber empezado a escribir, se le ocurrió este nuevo pasatiempo, y bueno, ¿quién soy yo para negarle algo como eso?
II
Otras especies
1.-
Vacunamente pienso
Mientras el sentido del párrafo se me deshace entre los belfos
¿qué de mí sería si no fuera esta fuente de contradicciones?
Masco el pienso y sigo pensando
En las palabras del filósofo sobre la vecindad de la vida y la muerte
Mis ojos serenos acarician el paisaje:
Huero, árido, carente de significado o espectacularmente fértil
como para filmar en él una película de ciencia ficción
que revolucione al género
(al humano y al ficcional).
Relativamente infiero infidelidades vagas
Rampas hacia el abismo
O simples barcas que se mecen al contacto de vientos primaverales.
Nada divago:
Enumero acciones, planteo problemas, calculo tiempos
Todo para que quienes me miren digan:
Es como una barra de chocolate.
Vacunamente intuyo
piadosamente callo
Y me dedico a amamantar el instante
Solo por mirarte de cerca
Y comprender a tu especie.
2.
a)
Siempre me niego un poco
Siempre me quedo arriba
Cuando tú ya desciendes
y buscas armonizar tu respiración
con el viento suave a ras del césped,
Perro de otros pastos
ya no me vigilas
Perro de hocico azul
olfateo y busco
nuevas heridas.
b)
Infinitamente sola
Infinitamente triste
La herida que me ve llegar
Pretende hacerse la desentendida
Sabe que la tarascada de mi hocico
Aunque le descubra delicias azules inimaginadas
Habrá de secarla totalmente
Y ya no será la suculenta herida llena de sangre
Sino el triste espectro, el hoyo negro muerto
Pero ávido de vida.
III
Ahora sé que no sé mucho de mi señora, o ella se imagina de mí, mucho más de lo que yo quisiera; eso, o la desgraciada de Marcela ya le habló por teléfono.