Por Francisco Ortiz Pinchetti | Libre en el Sur
Luego de ejercer el periodismo de manera profesional durante más de tres décadas en medios “grandes”, incluidos el diario Excélsior y el semanario Proceso, y de dirigir durante un año la agencia noticiosa nacional Notimex, las circunstancias me llevaron hace 20 años a una manera distinta de realizar mi tarea informativa, por la que de tiempo atrás sentía una peculiar atracción: el periodismo comunitario, llamado también zonal y de cercanía. Y ha sido, lo confieso, una experiencia extraordinaria.
La definición cabal de esa modalidad informativa es difícil. Encontré entre otras propuestas una serie de conceptos muy esclarecedores en una ponencia presentada por la comunicóloga Olga Lucía Lozano, en el ciclo “Narrativas digitales para cubrir lo local” del programa “Innovación y periodismo local en América Latina”, organizado por la Fundación Gabo y la Google News Initiative. Ella postula que para lograr hoy en día narrativas globales se debe apostar por realizar relatos locales detallados que permitan luego, al articularlos como piezas separadas, completar un relato global.
“Cuando se habla de periodismo a cercanía –dice–, se está hablando del detalle, de la especialización, de leer a una sociedad de las maneras más profundas y en relación directa con la gente, que a la vez es fuente y a la vez receptora de esa información”. Coincido.
Los múltiples emprendimientos de años recientes de medios independientes dirigidos a nichos específicos, o iniciativas de periodismo local e hiperlocal tienen que ver con esa búsqueda de volver a los orígenes, a la cercanía con las personas. Volvemos a entender que lo que más necesita la gente es saber qué está pasando al lado de su casa para luego así entender qué está pasando en el mundo. “Podemos llegar a un público más ancho con relatos que surgen supuestamente para una comunidad pequeña, y esto es la tendencia en el mundo”.
En Mayo de 2003, mi hijo Francisco José Ortiz Pardo, la editora Beatriz Argelia González y varios colaboradores también voluntarios fundamos Libre en el Sur, un periódico mensual gratuito, alimentado y dirigido a una comunidad concreta: la entonces delegación Benito Juárez, en la Ciudad de México. Desde entonces, lo hemos publicado de manera ininterrumpida. Iniciamos con una edición impresa, que apareció puntualmente cada primer lunes de mes durante casi 19 años, hasta que diversas circunstancias, entre ellas de carácter económico, nos obligaron a suspenderla en enero de 2022. Para entonces hacía ya seis años que de manera simultánea realizábamos también una versión digital, que mantenemos hasta ahora con algunos cambios de formato y de concepto para convertirla en nuestra actual revista digital mensual. Al proyecto inicial sumamos hace una década un portal noticioso igualmente con enfoque primordialmente comunitario, único en la CDMX.
Estoy más convencido que nunca de que el periodismo de cercanía tiene un importante papel que cumplir. Su carácter generalmente gratuito lo hace accesible a todos los integrantes de la comunidad, pero a la vez en nuestro medio es su gran limitante. A diferencia de muchos países del mundo, incluidos algunos latinoamericanos, en México los medios zonales –que a menudo se confunden erróneamente con publicaciones meramente comerciales– no reciben ningún apoyo. El ingreso proveniente de la publicidad es escaso e inconstante.
De hecho, emprendimos una auténtica aventura editorial con muy pocas posibilidades de éxito, aunque con mucho entusiasmo. Nos las ingeniamos para asumir las diferentes tereas que implica una edición periódica seria, de a de veras: desde el diseño, la redacción, la fotografía, la distribución y, muy importante, la comercialización, además de cubrir los costos de la impresión y el reparto.
Tuvimos que aprender a tomar fotos y a vender anuncios. También a repartir el periódico casa por casa y a colocar ejemplares en sitios de acceso al público, como librerías y cafeterías de la propia alcaldía.
Algo ha sido clave: desde un principio nos propusimos ejercer ese periodismo local, del barrio, pero con las mismas normas del que realizamos en los medios de alcance incluso nacional: profesionalismo, rigor informativo, objetividad, fuentes confiables, verificables. Fundamentalmente, recurrimos a géneros informativos como la crónica y el reportaje para difundir trabajos de investigación periodística seria y fundamentada, al margen del análisis y la opinión que reservamos para nuestro sitio Web.
Así, nos ocupamos de la problemática de los vecinos, de las deficiencias de los servicios públicos, de los baches callejeros, de los jardines sin riego, del ambulantaje y otras formas de apropiación del espacio público; de los daños al medio ambiente, en particular el tema de la tala de árboles, la corrupción y los abusos propiciados por el “boom” de las construcciones inmobiliarias auspiciado en 2003 por el Bando Dos del entonces jefe de gobierno del DF, Andrés Manuel López Obrador.
Inevitablemente chocamos con el autoritarismo gubernamental, particularmente de autoridades locales que ante nuestro ejercicio de periodismo crítico e independiente, portavoz de los vecinos de Benito Juárez, intentaron la censura y recurrieron al boicot publicitario y aun a la amenaza personal, física. Como ningún otro medio documentamos y denunciamos en su momento la proliferación de construcciones irregulares, a menudo solapadas por las propias autoridades, así como otros abusos de los desarrolladores inmobiliarios como el derribo ilegal de árboles, el incumplimiento de la normatividad, la violación a zonas sísmicas de alto riesgo, el acaparamiento de espacios públicos o el despilfarro de agua potable como en el caso de la Torre Mitikah.
Nos ocupamos también, de manera prioritaria, de las luchas de los vecinos en defensa de su entorno y su resistencia ante proyectos privados y gubernamentales que lo amenazaban, como la deforestación de avenidas y calles interiores para la introducción de transporte público como el Metrobús, la invasión del Parque Hundido con construcciones ilegales o la perforación de un pozo de extracción en el parque San Lorenzo, entre muchos otros.
Asimismo, rescatamos vestigios históricos y arquitectónicos del pasado de la demarcación y reivindicamos costumbres y tradiciones de sus habitantes, particularmente en el caso de los 10 pueblos originarios que sobreviven hasta la fecha. Estuvimos en las fiestas patronales y redescubrimos zonas arqueológicas, templos coloniales, monumentos cívicos.
En años recientes, la pandemia del Covid-19 significó un nuevo reto para Libre en el Sur, que enfrentó dificultades adicionales para la confección y la distribución de sus ejemplares. Mediante un esfuerzo sin parangón en la capital del país, modestia aparte, recogimos y publicamos decenas de testimonios de vecinos, colegas, especialistas, niños, amas de casa, trabajadores que nos relataron sus vivencias y reflexiones durante el obligado encierro de la cuarentena.
En suma, hemos ejercido a cabalidad el periodismo tal como lo aprendimos y lo ejercimos durante toda nuestra vida. Y, créanme que lo seguiremos haciendo. Que veinte años no es nada. Válgame.
@fopinchetti
Francisco Ortiz Pinchetti
Fue reportero de Excélsior. Fundador del semanario Proceso, donde fue reportero, editor de asuntos especiales y codirector. Es director del periódico Libre en el Sur y del sitio www.libreenelsur.mx. Autor de De pueblo en pueblo (Océano, 2000) y coautor de El Fenómeno Fox (Planeta, 2001).