L. Cisneros: Falsedades

Por Lilia Cisneros Luján

Si algo desconcierta a las personas son las mentiras. Repetir hasta el cansancio, que las finanzas públicas “están bien” se convierte en incongruencia cuando por otro lado los empleados no pueden cobrar sus salarios o los beneficiarios constitucionales de programas como la pensión universal tampoco pueden recibir sus beneficios constitucionales por ocultarnos que casi 150 millones de pesos  han sido robados de los bancos del bienestar[1] ¿Se hicieron denuncias y hay responsables? ¿Podrán observarse a los autores de tales delitos desde las pantallas del búnker que dejó construido García Luna?

El robo parece ser aceptado por todos, desde el realizado por vecinos cuando se accidenta un vehículo de transporte de víveres, hasta el perpetrado por esos pobres que “son primero” y que arriesgan su vida al introducirse –por consigna- a escuelas cerradas por la pandemia, hospitales a los que se les retiran muebles de baños y hasta cable de cobre que impide el buen funcionamiento de Metro. ¿Cómo se normalizaron las clases presenciales en escuelas sin luz, agua, baños, ni bancas, ni computadoras? ¿De cuál manera se vigila el patrimonio de la nación? ¿Por las mentiras acerca de la liquidez es que no se les da mantenimiento a las instalaciones de agua, transporte –incluidas carreteras, caminos, puentes- y de electricidad? Hay quien intenta justificar todo lo que se ha convertido en falla permanente culpando a los responsables del pasado, como si fuera chiste que durante la gestión de JLP se haya invertido en instalaciones eléctricas hasta en el último pueblito, mientras que hoy se deja sin servicio a poblaciones enteras porque el municipio no pagó las cuotas.

Varios libros se han escrito por expertos en conducta acerca de las diferencias del uso de la mentira en distintas culturas, pero en el caso de nuestra nación se está convirtiendo en enfermedad colectiva. ¿Se puede planear sin un conocimiento verídico de la realidad? ¿es posible avanzar –en tu negocio, obra de beneficencia, o asuntos públicos- con circunstancias de fuerza mayor que se interponen como es el robo constante de los elementos con los que debes hacerlo? La historia da cuenta del deterioro de los bienes de una nación, que hace uso del incendio de los propios activos como recurso cotidiano para cobrar seguros a falta de productividad. También es cierto que para evitar el alza de impuesto predial, los particulares dejan de pintar o resanar sus fachadas, que bardas o vehículos son dañados por arboles sembrados inadecuadamente a los cuales nunca se les da la conservación de poda y que instalaciones de todo tipo –metro, trenes eléctricos, autobuses, postes de alumbrado, lavadoras, camiones de basura- se deterioran aceleradamente debido al uso de los presupuestos de mantenimiento en otros menesteres, como es la publicidad, las campañas de imagen y otras que no pueden suplir al cuidado de los bienes con los que se produce.

El problema sin embargo se torna grave, cuando son los responsables del bien colectivo los autores de las engañifas ¿puedo confiar en la procuración de justicia cuando son los propios afectados quienes deben hacer la investigación para localizar a sus desaparecidos. ¿Es por carencia de recursos o es el silencio cómplice el que oculta la verdad del pillaje?

En un tema que puede parecer de diversión –el cine- poco o nada se ha dicho del uso de los dineros ahorrados en fideicomisos, con los cuales varios miles de mexicanos tenían trabajo y por ende ingresos. Mucho menos se explica cómo es que ciudadanos audaces han logrado fondos para la producción de cintas que hasta han logrado premios ¿Porque se oculta a dónde han ido a parar dichos recursos que han orillado a mexicanos patriotas a aportar de lo propio para que tales eventos y estímulos no desaparezcan? Detalles de estas verdades fueron explicadas en detalle, por un abogado de la generación 1965[2], quien ha dedicado su vida a defender el patrimonio de aquellos ocupados en el cine a partir de su experiencia de cuando menos 3 generaciones.

Y ya que el mismo día que escuchamos verdades en esta materia, se nos informó de la partida de este maravilloso México del actor Ignacio López Tarso, debo comentar con gratitud, las veces que acorde a lo que fue su ética, generosidad y profesionalismo, apoyó a organizaciones filantrópicas. En el caso personal fueron dos de las que he logrado mantener a pesar de las múltiples agresiones sufridas por delincuentes que roban y vandalizan con la certeza de que la simple negación aun cuando se les detenga “con las manos en la masa” será excusa suficiente para evitar no solo el castigo sino a reparación del daño causado no a los promotores de las organizaciones sino a sus beneficiarios. A finales de los 70 y mediados de los 80 don Ignacio participó en el arranque de una campaña del UNICEF y en la recepción del premio al primer lugar por las labores de prevención en favor de la infancia para disminuir los accidentes por quemaduras que otorgó la Asociación de Radiodifusores del Distrito Federal. A diferencia de las personas que como él estuvieron siempre dispuestas a apoyar, llegaron los destructores, que al igual que con los fideicomisos, solo buscaron derruir para apoderarse de los esfuerzos ciudadanos. Sabemos que López Tarso, su familia y sus amigos estamos en paz. Ojalá los responsables de cuidarnos no sigan ocultando su incompetencia aturdiéndonos con falsedades.


[1] En mayo del 22 se obtuvieron detalles de los 65 robos en efectivo, 16 de mobiliario uno a cajero y nueve actos vandálicos, lo cual da cuando menos 137 millones
[2] Alfonso Rosas Priego, conferencista en la reunión del Colegio Nacional de Abogados Foro de México.

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