Por Marie Lou Salomé*
La Golondrina voló, las luces de la ciudad no se encendieron y las calles no se vistieron del glamour que prometieron. El Palomar no se equipara con los teatros de Times Square ni por mucho que se le pretendió disfrazar. Una de las maravillas del teatro es generar pasiones, motivar emociones, construir escenarios por sí mismo en fórmula conjunta con las actuaciones, guiones, dirección y la suma del conjunto de elementos que cuentan historias y crean atmosferas que, de lograr armónica conjunción, se confeccionan piezas de calidad. Aquí no sucedió.
El atraco se consumó. El cuento que nació de la pluma de Wilde con un profundo sentido de solidaridad y una cruda crítica social representados ambos en una ligera ave, resultó ser la representación pretenciosa y mal lograda vestida de fastuosos pendones, despolitizada y carente de sentido vaciada de toda parábola, venida a menos en un cuentillo mal adaptado y facilón que acude al chantaje sentimental y la manipulación sensiblera como –valga, nunca de forma más pertinente la analogía– capítulo de La Rosa de Guadalupe.
Ese es el nivel, esa es su calidad.
Y es que nunca se pretendió que fuera de otra forma. Cuando su productor, Espino, se asumió paladín defensor ante la crítica que se le hacía a las autoridades, no a él (hasta ese momento), por el cuantioso desvío para el montaje sin licitación y de forma poco clara, insistió en declarar que la calidad de la obra era “de primer mundo”, a la que se le destinaron en difusión montos adicionales salidos del erario municipal y estatal que hicieron ascender la sustracción –en una suerte de millonario robo hormiga– con una justificación absurda: la derrama económica y la atractiva oferta que representaría para los amantes del teatro, viajar a la ciudad para verla. En suma, poco más de 40 millones de pesos para una representación que, a la fecha, contrario a lo declarado y el dispendio generado, no ha registrado ni una sola función llena.
Probablemente no la haya: si la controversia inicial y las enormes cantidades destinadas a su promoción no suscitaron el interés como para atraer a las miles de personas esperadas, es muy complejo que la convocatoria remonte. No ayudó que los medios difundieran notas que manifestaban “localidades agotadas” como parte de una estrategia que ha tenido más como objeto crear apariencia y favorecer percepciones externas, más allá de que realmente las personas acudan. Y es que, entre menos testigos del crimen, mejor.
La respuesta de las autoridades a la polémica, lo opacidad en la que insisten instalarse, tomar por asalto a una comunidad que por décadas ha sido desdeñada y a últimas fechas, vapuleada casi obligándola a pagar por trabajar sumado a las condiciones climáticas, son los elementos en el análisis que indican que esto fue planeado desde el inicio: se sabía donde podían montar un desfalco millonario sin problema y así lo hicieron. Nunca hubo un verdadero interés por presentar una obra de la calidad que pregonaron, ni tampoco la intención de satisfacer ninguna acción de política cultural.
Discursos por parte de las titulares de las instituciones rectoras de la materia, del alcalde y la conveniente ausencia de la gobernadora en la guerra de declaraciones a pesar de ser conocida por su “opinitis aguda” que en ocasiones la ha hecho trastabillar, orientan a suponer que, entre el desfalco al erario, la malversación de fondos y el tráfico de influencias, obtuvieron recursos por la vía fácil.
Usted suponga cómo para qué los quieren, guíese por el clásico dicho popular: “piensa mal y acertarás”.
Por otro lado, un adecuado estudio de las audiencias podría haber orientado las posibilidades de éxito del montaje, se hubieran tomado en cuenta las condiciones que hicieran saber o determinar si la obra generaría interés por ser algo “novedoso”; así, se hubiera podido anticipar los resultados que a medio camino estamos pudiendo observar: funciones -con suerte- a medias, aburridas que, por efectos del frío hacen a las personas retirarse antes de terminar; mientras que, con las audiencias comprobadas como públicos cautivos, por pretender hacer brillar “las luces de Nueva York” no fueron tomadas en cuenta y nuevamente, desdeñadas por la administración cultural como la Feria del Libro Chihuahua de este año.
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