Gabriel Martínez, breve historia de un gran deportista

Esta semblanza de la trayectoria deportiva de Gabriel Martínez Jiménez, Gaby, fue escrita en el año 2000, pero el texto no había sido publicado porque estuvo extraviado entre los archivos del autor. Con la sorpresa y el gusto que da encontrar lo perdido, ahora se comparte esta singular historia: la de una de las figuras más destacadas del deporte chihuahuense, a quien enviamos un saludo y un sincero reconocimiento.

Por Francisco Xavier Ortiz

Después de viajar durante más de 18 horas a bordo del autobús, el pitcher inicialista del equipo Dorados de Chihuahua subió a la loma del diamante. El parque del Seguro Social, en la capital del país, lucía pletórico. Gabriel Martínez Jiménez se disponía a consolidar una de sus mayores satisfacciones en el beisbol de paga. Con una variedad de lanzamientos y un efectivo trabajo del cuadro, el equipo visitante vio trabajosamente cómo se consumía el juego, inning tras inning. Al cierre de la novena entrada, cuando la terna final del equipo Tigres aguardaba su turno al bat, la algarabía en las tribunas presionaba al pitcher norteño a sucumbir y provocar que la pizarra, que favorecía 1 por 0 a Dorados, cambiara. Pero Gaby había decidido fajarse aquella primavera de 1978. Y se fajó. Despachó a los tres toleteros felinos para consumar la hazaña: blanquear al equipo del magnate Alejo Peralta en su propia casa.

«Lancé con bastante efectividad todo el juego. Además, el buen ampayeo fue decisivo para lograrlo», recuerda complacido el pelotero, nacido en Avalos el 4 de diciembre de 1954. Sin embargo, precisa que debido al trabajo del ampayer central, Jesús Montes, durante esa célebre jornada, éste fue vetado del parque del Seguro Social. Alejo Peralta, disgustado por la humillación, dio la orden para que Montes jamás volviera a ampayear en la casa de los Tigres. Era una regla no escrita de que en ese parque se debía ampayear a favor del equipo local, advierte el lanzador.

Esa temporada fue para el chihuahuense una de las más importantes en su recorrido por la Liga Mexicana. Y es que la misma primavera del 78, Gaby Martínez lanzó un juego sin hit, aunque con carrera sucia, contra los Alacranes de Durango. Luego repitió la dosis a los capitalinos al ganarle 3 a 2 a los Diablos Rojos de México, en el mismísimo parque del Seguro Social, durante una contienda que llevó a miles de aficionados al lugar, según rememora el pelotero, quien entonces contaba con 24 años.

Pero todo aquello no había surgido de la noche a la mañana.

Las glorias de Gaby Martínez habían empezado a forjarse años atrás. El llano, sitio sui generis de donde surgen los grandes deportistas de esta entidad norteña, fue también el albergue de este chamaco que pronto demostró extraordinarias habilidades deportivas. Así como en el llano se le vio driblar con picardía a las zagas futboleras y ponchar toleteros a granel, también en las canchas y en las duelas citadinas se le vio manejar y botar, inmejorablemente, el balón de básket. La semilla arrojada en estas polvosas planicies estaba echada y rendirían invaluables frutos.

Aunque “jugaba a todo”, durante la secundaria el futbol fue el deporte que más lo jaló. Estudiaba en la Secundaria 8 y ese nombre llevó el equipo con el que militó por primera vez. “Recuerdo que nos patrocinaba el profesor Jesús Luján (un conocido político militante del PPS). Allí nos fue bien y fui seleccionado para acudir a dos torneos juveniles nacionales. Uno se realizó en Monterrey en 1971 y otro en la ciudad de México en 1972”.

Pese a que en estos campeonatos, organizados por la Confederación Mexicana de Futbol, el seleccionado de Chihuahua no obtuvo significativos logros, Gaby recuerda jocoso una singular anécdota: “al jugar contra Tamaulipas, el portero contrario se había quitado un zapato que, al suscitarse un contragolpe, lo arrojó al suelo para atender la jugada peligrosa. El zapato había quedado en la línea de la portería. Y yo, que a la salida del portero sólo toqué la bola para anidarla a la red, el balón pegó en el zapato y se desvió para quedar fuera del arco. No entró el gol. Hubiera sido mi primer gol en un torneo de esa importancia”, sonríe.

Durante su etapa de bachiller, entre 1972 y 1974, Gaby Martínez dejó de participar en equipos de futbol para dedicarse a jugar basquetbol y en ocasiones beisbol, ya que su padre Gabriel gustaba de formar novenas a cuyos equipos llamaba Gabriel Martínez Barajas, en honor al abuelo.

“También nos fue bien”, dice, para expresar sin presunciones su destacado paso por el baloncesto juvenil y universitario, con los selectivos de Chihuahua.

Primero jugó con el equipo de la prepa del Colegio Palmore, en donde dice: “pude tener mis primeros tenis Converse, pantalonera y chamarra, lo cual era un gran aliciente”. Vista su calidad en la duela, debido a su estupendo manejo del balón y su prolongado salto para recuperar balones en rebotes, en 1972 el reconocido coach chihuahuense, Servando Rojas, lo llamó a la selección juvenil. Gabriel medía ya 1.92 m.

Y participó en varias eliminatorias estatales y prenacionales antes de acudir a los juegos nacionales en 1972 y 1973 a Veracruz y a Tijuana respectivamente. “Aunque en estos campeonatos nacionales perdimos en semifinales, fui electo para el equipo ideal en ambos torneos, lo cual me da mucha satisfacción…por allí en casa de mis padres deben andar los trofeos y medallas que ganamos”, comenta.

Luego vino la etapa con el equipo grande de la Universidad Autónoma de Chihuahua. Confiesa que en la selección universitaria era “banca de la banca”. Aunque Gabriel practicaba un estupendo básquetbol, la competencia con jugadores de la talla de Raúl Palma, el olímpico Oscar Asiain, el grandote Chuy García, Oscar La Flecha Zaragoza, Héctor Guerrero, Roberto Trujillo, era muy difícil. Con todo, Gabriel acudió a los torneos nacionales celebrados en Tampico (1974) y México, DF (1975). “En los dos fuimos campeones. Nadie nos paraba”. Y efectivamente, transcurría en esos años otra de las eras doradas del básquetbol de Chihuahua. Una época en la que los gimnasios Rodrigo M. Quevedo y Nayo Revilla, se atiborraban de aficionados y donde parecía que de pronto las emociones desatadas por el deporte ráfaga reventarían paredes y techos de esos vetustos recintos.

“Creo que en ese tiempo la gente y nosotros como deportistas, vivíamos con más intensidad el básquetbol que aquí se practicaba, lo cual lamentablemente no sucede ahora ”, dice Gabriel, luego de sorber un trago de limonada y narrar que lo que más le impresionaba era la agresividad de los fanáticos que concurrían a vernos cuando nos tocaba jugar en Juárez y la indetallable emoción que nos hacían sentir los que iban a apoyarnos cuando jugábamos aquí en Chihuahua”.

Pero esta pasión en las duelas se mudó a los diamantes.

Gaby, que había vuelto a practicar beisbol en Tercera Fuerza como catcher con el equipo de su papá, mientras estudiaba la prepa, dejó en 1975 el básquet, para incorporarse a la novena Ómnibus de México. En este equipo se convirtió pronto en el pitcher estelar.

“Recuerdo que en una ocasión presencié un juego en el que Gaby ponchó a 19 bateadores. Tiraba a madre y combinaba sus lanzamientos como nadie”, dice emocionado Carlos Ortiz, Mazo, un reconocido futbolista amateur que en esa época también practicaba el beisbol.

La brillante tarea en los montículos llevó pronto a Gabriel a participar en el campeonato estatal de beisbol de Segunda Fuerza, representando a la ciudad de Chihuahua. Su calidad fue de inmediato observada por el famoso coach del equipo Dorados que participaba en la Liga Mexicana, Mauro Contreras.

Gabriel, sin tocar baranda –sin jugar con equipo alguno en 1a. fuerza–, participó de inmediato con el selectivo de Primera Fuerza en el campeonato Estatal de Mayores, en 1975, con el que ganó el campeonato luego de convertirse en el ídolo de la afición de esta ciudad capitalina.

Buscadores de prospectos para las Grandes Ligas habían echado su ojo al talentoso pitcher chihuahuense que tenía 21 años. Pero nunca se concretó ofrecimiento alguno. Sin embargo, el coach del equipo profesional de Dorados de Chihuahua, Mauro Contreras, promovió a Gabriel para que acudiera a entrenar en los campamentos de la Liga Central, cuya organización servía a la Liga Mexicana como instructora de los peloteros novatos.

De este modo, en 1976, Gabriel Martínez Jiménez subió al equipo grande de Dorados de Chihuahua, en donde jugaban peloteros de la talla del exligamayorista Jim Colllins, Norman McRae, Víctor Faudoa, los exdiablos Jaime López y Wilfredo Favela, el también chihuahuense Ramón Guzmán, entre otros.

Por su calificado e intenso trabajo demostrado en los entrenamientos y juegos de pretemporada, Gaby Martínez se ganó el puesto de pitcher inicialista en juegos de inauguración. Así, en la primavera de 1976 debutó ganando al potente equipo del Unión Laguna 4-3, en una jornada espectacular que hizo vibrar a la afición de Chihuahua reunida esa memorable noche en el parque Manuel L. Almanza, de la Ciudad Deportiva.

Gabriel se mantuvo como pitcher inicialista y como uno de los lanzadores más regulares durante sus siete años con el equipo Dorados. Algunos de sus momentos más satisfactorios fueron los triunfos contra Tigres y Diablos Rojos de México en el parque del Seguro Social; el haberse ganado la oportunidad de abrir en los juegos de inauguración; aquel juego sin hit ante Durango, la buena amistad con Wilfredo Favela y la afición de Chihuahua.

Y aunque sus primeras temporadas fueron las más destacadas, el pitcheo de Gabriel frecuentemente no fue respaldado por el bateo. De hecho, dice, sólo tuve un récord ganador en todo este tiempo, luego, cuando la política de los dueños de Dorados diezmó al equipo, “llegué a tener la peor marca de pitcheo en la liga, pese a que al interior del equipo era el que estaba mejor. Y es que no me rajaba…”, advierte.

La Cervecería Cuauhtémoc, propietaria de la franquicia de Dorados de Chihuahua, había apreciado que la fanaticada de Chihuahua era fiel a su equipo y dejó de enviar peloteros de la calidad con los que ingresó en la plaza. Dueña de otras franquicias, como la de los Indios de Juárez, por ejemplo, canalizó a los mejores peloteros a la frontera y descuidó a Dorados. El equipo, en consecuencia, se vino abajo hasta que murió.

En 1982, la franquicia que mantenía a Dorados de Chihuahua en la Liga Mexicana pasó a Monclova, Coah. Dorados fue convertido en Acereros de Monclova. En esa tesitura, Gaby Martínez fue transferido. Luego de un paso fugaz con Leones de Mérida, en 1983 el lanzador se enroló con los Rieleros de Aguascalientes equipo al que fue invitado por su conocido coach, Mauro Contreras, y en el que permaneció hasta 1988.

En 1989, Gabriel finalizó su carrera profesional con los Industriales de Monterrey a los 35 años. Su marca: 87 juegos ganados con 95 perdidos y 646 ponches en su trayectoria como pelotero en la Liga Mexicana y, en particular, tuvo 50 ganados y 447 ponches con los Dorados, entre 1976 y 1982.

Con 13 años en la Liga Mexicana, las anécdotas y experiencias son vastas. Sin embargo, el beisbolista chihuahuense destaca su fina amistad con el toletero de Tlahualilo, El Loco Wilfredo Favela, compañero de cuarto, quien “siempre me dio ánimo para trabajar con ganas en los ratos difíciles y luego de los maratónicos viajes en autobús que a veces duraban hasta 20 horas.

En ocasiones era de llegar a determinada ciudad a mediodía, para jugar al caer la tarde… era cansadísimo”, recuerda.

Pero aquello se acabó hace más de 10 años. Se acabaron esas extenuantes jornadas. Se acabaron los días en que llevaba a la familia –su esposa y sus cuatro hijos– a que lo acompañaran en las giras beisbolísticas.

Pero para Gabriel Martínez los gallardos días cuando triunfante bajaba del montículo no se acabaron.

Del llano, ida y vuelta

El lanzador, que surgió de las planicies rojizas de Chihuahua, no cesó de practicar deporte. En la década de los 90 combinó su participación en equipos de beisbol –como jugador, como instructor de pitchers, como coach– con los de futbol de veteranos, especialmente con la oncena de La Concordia, con la que milita actualmente.

En 1997, jugando para el equipo de la Preparatoria Allende, su pitcheo hizo posible que ganaran el campeonato de Primera Fuerza de la Liga Municipal. En ese mismo equipo participó, de 1993 a 1997, como instructor de pitcheo con el grupo de entrenamiento de talentos deportivos.

Adicionalmente fue llamado por las autoridades del beisbol local para que instruyera a los pitchers que participarían en sucesivos campeonatos estatales en 1998 y 1999.

Gabriel confiesa que el beisbol profesional le proporcionó los recursos para que tres de sus hijos estudiaran y egresaran de la universidad, pero los llanos le dieron algo que no escapa de sus entrañas: practicar cualquier deporte, hasta más no poder.

“Lo cáscara ya lo trae uno”, dice, al recordar que luego de los entrenamientos vespertinos –previos al juego nocturno de beisbol del equipo Dorados– si sabía que no iba a lanzar, me salía del parque de beis y me iba al Estadio de la Deportiva a jugar futbol con mi equipo Diablos Rojos”.

Es cierto, Gaby Martínez sigue tras la cáscara. Entre semana acude a los campos Limas con sus colegas taxistas a practicar beisbol; y los sábados, religiosamente se pone los chutes para correr tras el balón sobre esa pedregosa tierra que lo vio nacer al pie de la tronera de Avalos hace más de 46 años.

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