La marcha

Por Francisco Ortiz Pinchetti

La reacción furibunda de Andrés Manuel contra el INE, su presidente y los promotores y participantes de la marcha por la democracia que se llevará a cabo el próximo domingo 13 en la capital y al menos otras 40 ciudades de la República ha provocado toda clase de conjeturas y especulaciones en los medios y en las redes sociales.

Se atribuye lo mismo a un creciente temor del tabasqueño ante una movilización multitudinaria en su contra que a un rencor enfermizo originado en el supuesto fraude electoral que dijo sufrir en 2006 y que canaliza contra el Instituto Nacional Electoral, que en ese entonces ni siquiera existía como tal.

Hay también quienes lo atribuyen a una decisión consciente del Presidente de defender su proyecto de reforma electoral de cuya necesidad está convencido, movido por sus profundas convicciones democráticas. Y también quien por el contrario afirma que está emberrinchado porque difícilmente su propuesta será aprobada por el Congreso, a pesar de contar con mayoría absoluta en ambas cámaras. Alguien de plano opina que el tema lo ha desquiciado.

Lo cierto es que su andanada de epítetos, descalificaciones e insultos contra los marchistas supera cualquier precedente, a pesar de ser ese tono el que es común en sus peroratas mañaneras desde el púlpito de Palacio Nacional. Esta vez se pasó: lleva hasta el jueves cuatro días consecutivas sin soltar el tema y sin detener su caballería contra los que llama sus “adversarios”, entre los que ya incluyó a connotados intelectuales como Juan Villoro y Roger Bartra, que se han distinguido siempre por sus posiciones liberales.

“Rateros”, “clasistas”, “corruptos”, “cretinos”, “corruptazos”, “racistas”, “aspiracionistas”, “hipócritas”, “traidores”, son los de los epítetos con lo que ha descalificado a quienes organizan y también a quienes han manifestado su decisión de participar en la marcha… y de hecho a todos quienes piensen asistir a la movilización del domingo. Ya a no solo a los “fifís”, sino también ahora a los que define como “aspirantes a fifís”.

A favor de quienes consideran que la rabia presidencial obedece al pavor que le causa la llamada marcha “#El INE no se toca” -que en ningún momento se ha planteado como una manifestación en contra del Presidente o su gobierno-, está la vehemencia desusada que ha manifestado en sus alusiones al tema, incluidos gestos y ademanes que parece harto elocuentes.

Contrario a esas interpretaciones, pienso que la actitud de Andrés Manuel no es producto ni del enojo, ni del miedo, ni de la sed de venganza, sino de una clara y fría estrategia, otra vez con fines electorales. Estrategia que no es nueva y que está absolutamente definida: la confrontación.

Hasta ahora, la estrategia de enardecer la polarización entre los mexicanos le ha funcionado. De hecho, ha logrado dividir y confrontar a la sociedad mexicana, ahora hasta el extremo del odio. Nos ha dividido entre buenos y malos; entre pueblo bueno –por él encabezado y representado, claro– y conservadores retrogradas y corruptos, enemigos de México. Es en ese sentido que se explican sus supuestos arrebatos contra la marcha, sus promotores, sus apoyadores y sus participantes. El objetivo me parece evidente: ganar las elecciones presidenciales de 2024, de lo que aunque muchos no lo crean está lejos de tener certeza.

Pienso que, sin embargo, esta vez Andrés Manuel se ha equivocado. Si bien ha logrado acentuar la confrontación entre los mexicanos, su actitud radical se le ha revertido. Es él quien ha convertido la marcha en defensa en INE, que pudo originalmente limitarse a una expresión limitada de algunos sectores de la población, concretamente organizaciones de la sociedad civil, en un acontecimiento político sin precedentes en la historia de nuestro país.

Como reportero he sido testigo en el último medio siglo de manifestaciones multitudinarias, aunque locales, en defensa del sufragio y contra los atracos electorales del PRI en Baja California, Chihuahua, Nuevo León, Guanajuato y otras entidades. También, de las movilizaciones de 1988 encabezadas por Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano, Manuel Clouthier del Rincón y Rosario Ibarra de Piedra, y la propia de 2006 de la que fue protagonista central el propio López Obrador. Ninguna de ellas, sin embargo, ha tenido la significación, la pluralidad y la trascendencia que puede alcanzar la de este domingo.

Nunca 51 organizaciones civiles, partidos de oposición, organismos empresariales, grupos independientes, actvistas, intelectuales, legisladores, figuras públicas y miles de ciudadanos de diversas tendencias políticas e ideológicas o estrictamente independientes –con la bendición además de la Iglesia Católica Mexicana–, se habían manifestado por la causa de la democracia como se prevé que ocurrirá en la movilización dominical por el Paseo de la Reforma.

Un acierto adicional es la designación de José Woldenberg como orador único en el mitin final de la manifestación, en el Monumento a la Revolución. El primer presidente ciudadano del IFE (1996 a 2003), tiene una trayectoria impecable. Ex militante de diversos partidos considerados de izquierda (PSUM, PMS, PRD), fue en el año 2000 árbitro en jefe de la primera alternancia presidencial de nuestra historia. Su voz tendrá enorme resonancia.

Un evento, sí, que puede ser memorable. Y es que la defensa del órgano electoral autónomo es absolutamente crucial en estos momentos para el futuro de la democracia mexicana. Crucial. En el entendido, claro, que la responsabilidad final estará en los diputados y senadores que decidirán con su voto el destino del INE y que con su participación en la marcha asumen un grave compromiso.

Andrés Manuel ha hecho su parte. Se ha dedicado a promover el asunto, convirtiéndolo de un tema coyuntural en tópico nacional de primera importancia. A él ha consagrado sus homilías de toda la semana. Su propia vehemencia y premeditado enojo han hecho que atraiga la atención general y alcance magnitudes inusitadas. Hoy, la marcha está en la agenda nacional.

Quizá la manifestación en defensa del INE no le cueste a Andrés en lo personal ni una décima de punto en las encuestas de popularidad. Tal vez el lunes se dedique a descalificarla de nuevo y hasta a burlarse con sarcasmo de su composición, de sus participantes, sus dimensiones y sus alcances; pero es probable –y deseable—que sea el detonador de un movimiento democrático imparable. Quizá. Válgame.

DE LA LIBRE-TA

JUBILACION. Por cierto, Andrés Manuel ha manifestado en estos días su decisión de buscar para su retiro una pensión del ISSSTE, como burócrata retirado. No tiene dinero para subsistir, asegura, porque es pobre. La incógnita reside en que haya cotizado las semanas necesarias para alcanzar la jubilación. Que se sepa, sólo ha trabajado dos años en el Instituto del Consumidor, seis en la jefatura del DF y completará otros seis en la Presidencia, lo que le habrá permitido acumular un total de 728 semanas. Según el reglamento del ISSSTE, ¡se requiere un mínimo de mil 250! Pobre, sí.

@fopinchetti

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