Por Jesús Chávez Marín
Desde la primera línea vio la tremenda falta de ortografía; como Esteban se dedica al oficio de editor, a veces se pone muy necio con la corrección gramatical. Señora Sofia sin acento en la i, en medio de un dibujito del Ojo de la Providencia y otro de San Judas Tadeo con la mecha prendida encima, reglamentaria.
Consejeria espiritual, decía la segunda línea, otra vez sin acento en la i.
Mejor ya no le sigo corrigiendo, pensó Esteban. ¿Qué tal si la señora Sofía es una taumaturga vengativa y me hace mal de ojo desde donde se halle? Bueno, tendrá poderes, pero tiene un publicista muy ignorante.
Se lee el tarot, le ayuda en cualquier problema tan grande que este sea de amor… De plano la sintaxis le valió madre. Infidelidad, se regresa al ser amado por muy alejado que este sea.
Y ¿qué tal si esta redacción es cabalística, otro lenguaje más allá de la lógica?
Se hacen amarres, desamarres, indulsamientos, limpias… Un momento, pensó Esteban, que para entonces ya había llegado al Kaldi de la calle Victoria, ¿indulsamiento? Esto ya rebasa los línderos de mi percepción. Lo más aproximado que halló en la wikipedia fue “endulzamiento: lo primero de todo es comprobar la gravedad del problema de pareja. Un ritual de endulzamiento aumentará los sentimientos de nuestra pareja hacia nosotros, de manera que tenemos que estar seguros de desear ese acercamiento”.
Luego también estaba lo de los amarres y desamarres, ¿se refiere a las actividades políticas en lo oscurito que tanto practican desde jefes de departamento hasta presidentes de lo que sea?
Nunca hubiera imaginado Esteban que este volante impreso a una sola tinta en color azul abriera tantas revelaciones y ventanas. Y pudiera suceder que algún año de estos hasta tuviera que solicitar los servicios de la Señora Sofía: Curo impotencia, insomnio, alcoholismo, nerviosismo, enfermedades desconocidas, retiro envidias, salaciones, malas vibras, enemigos ocultos”.
Por lo pronto, no necesitaba remedios para el nerviosismo ni que le retiraran enemigos ocultos, pero sí una que otra envidia que a veces percibe como nube negra sobre su cabeza sin flamita protectora.
¿No le va bien en su negocio, rancho o empresa? No espere mas, venga conmigo y se convencera. No por nada llego este volante a sus manos.
¿Negocio, rancho o empresa?
Ya para entonces a Esteban había dejado de importarle que más, convencerá y llegó vinieran sin acento, se había convencido que ese papel era de otro mundo, con su propia ortografía, ineluctable y a la brava.
Absoluta seriedad y discrecion. Trabajos totalmente garantizados. Contactame al telefono… y venía un número de celular, al cual Esteban estuvo a punto de llamar de inmediato, pero mejor después, un día de estos, a ver si la semana que entra.
Y así fue como la señora Sofía se quedó entre los pendientes infinitos. A pesar de eso, por más que lo intentó, no pudo pasar por alto que discreción, contáctame y teléfono también vinieran sin acento. Tanto disparate gramatical ya era demasiado para su sensibilidad profesional, así que, desafiando los posibles conjuros, estrujó el papel y lo tiró a la basura.