Brasil: rescatar la democracia ante la amenaza de golpe

Por Leonardo Boff

Oímos con frecuencia las amenazas de golpe a la democracia por parte del actual presidente. Él ha realizado aquello que Aristóteles llama kakistocracia: “la democracia de los peores”. Se rodeó de milicianos, colocó en los cargos públicos a algunas decenas de militares de espíritu autoritario, ligados todavía a la revolución empresarial-militar de 1964, hizo alianza con los políticos del grupo Centrão que, en vez de representar los intereses generales del pueblo, viven de privilegios y de sobornos y hacen de la política profesión para el enriquecimiento propio.

No he visto una mejor descripción realista de nuestra democracia que esta de mi compañero de estudios, inteligencia brillante, Pedro Demo. En su Introducción a la sociología (2002) dice enfáticamente: «Nuestra democracia es una escenificación nacional de hipocresía refinada, repleta de leyes “bonitas”, pero hechas siempre en última instancia por la élite dominante para que le sirva a ella de principio a fin. El político es alguien que se caracteriza por ganar mucho, trabajar poco, hacer negocios sospechosos, emplear a parientes y apaniguados, enriquecerse a costa de los dineros públicos y entrar en el mercado por arriba. Si ligásemos democracia con justicia social, nuestra democracia sería su misma negación» (p.330.333).

Lógicamente, hay políticos honrados, éticos y orgánicamente articulados con sus bases, con los movimientos sociales y con el pueblo en general. En su mayoría, los políticos siguen el ideal clásico de Max Weber: la política como misión con vistas al bien común y no como profesión en busca del bien individual. Hace decenios que estamos discutiendo y tratando de enriquecer el ideal de la democracia: pasar de la democracia representativa a la participativa y popular, a la democracia económica, a la democracia comunitaria de los andinos (del bien vivir), a la democracia sin fin, a la democracia ecológico-social y finalmente a una democracia planetaria.

Pedro Demo: “Si ligásemos democracia con justicia social, nuestra democracia sería su misma negación”

Todo esto se ha esfumado ante los frecuentes ataques del actual presidente. Este pertenece, primeramente, al ámbito de la psiquiatría y, secundariamente, al de la política. Tenemos que vérnosla con alguien que no sabe hacer política, pues trata a los adversarios como enemigos a ser abatidos (recordemos lo que dijo en la campaña: hay que eliminar a 30 mil progresistas). Afirma descaradamente que torturar a las personas fue un error de la revolución de 1964 cuando deberían haberlas matado, defiende a torturadores, admira a Hitler y a Pinochet. En otras palabras, es alguien dominado psíquicamente por la pulsión de muerte, lo cual quedó claro por la forma irresponsable como se ocupó de la Covid-19.

Por el contrario, la política en un régimen democrático de derecho supone la diversidad de proyectos y de ideas, divergencias que hacen del otro un adversario pero nunca un enemigo. El presidente no conoce nada de esto. Por no mencionar la falta de decoro que la alta dignidad del cargo exige, pues se comporta de manera grosera y avergüenza al país cuando viaja al extranjero.

“Es un reto inmenso, el de la desigualdad, herederos como somos de una sociedad de la Casa-Grande y de la senzala de los esclavizados, caracterizada precisamente por privilegios y negación de todos los derechos a sus subordinados”

Nos vemos obligados a defender la democracia mínima, la representativa. Tenemos que recordar el mínimo del mínimo de toda democracia, que es la igualdad, a la luz de la cual ningún privilegio se justifica. El otro es un ciudadano igual a mí, un semejante con los mismos derechos y deberes. Esta igualdad básica funda la justicia societaria que debe ser efectiva siempre en todas las instituciones y en todas las relaciones sociales o comunitarias.. Este es un reto inmenso, el de la desigualdad, herederos como somos de una sociedad de la Casa-Grande y de la senzala de los esclavizados, caracterizada precisamente por privilegios y negación de todos los derechos a sus subordinados.

Incluso así, tenemos que garantizar un estado de derecho democrático en contra de las más diferentes motivaciones que el presidente inventa para negar la seguridad de las urnas, para no aceptar una derrota electoral, pronosticada por las encuestas, como Datafolha, a la cual él contrapone la fantasiosa Datapovo.

La elección actual viene a ser un verdadero plebiscito: ¿qué forma de Brasil deseamos? ¿Qué tipo de presidente queremos? Por todo lo que ha desmantelado durante su gestión se trata de un enfrentamiento de la civilización contra la barbarie. Si fuera reelegido conducirá al país a situaciones oscuras del pasado superadas desde hace mucho por la modernidad. Es tan obtuso y enemigo del desarrollo necesario que combate directamente la ciencia, desmonta la educación y desregula la protección de la Amazonia.

La presente situación supone un desafío para todos los candidatos, sin importar su filiación de partido: hacer una declaración clara y pública en defensa de la democracia. Diría más, sería un gesto de patriotismo, poniendo a la nación por encima de los intereses partidarios y personales, si los candidatos que, según las encuestas, claramente no tienen posibilidad de ganar o de ir a la segunda vuelta, proclamasen su apoyo al mejor situado en términos electorales y que se propone, como ya lo ha hecho, rescatar la democracia y atender a los millones de hambrientos y a muchos otros millones de desheredados.

“La elección actual viene a ser un verdadero plebiscito: ¿qué forma de Brasil deseamos? ¿Qué tipo de presidente queremos? Por todo lo que ha desmantelado durante su gestión se trata de un enfrentamiento de la civilización contra la barbarie”

Tenemos que demostrarnos a nosotros mismos y al mundo que hay gente de bien que son solidarios con las víctimas de la Covid-19, en particular el MST, que sigue haciendo cultura e investigación. Este será un legado sagrado para que no olvidemos nunca que, incluso en condiciones adversas, existió bondad, inteligencia, cuidado, solidaridad y finura de espíritu.

“Tenemos que demostrarnos a nosotros mismos y al mundo que hay gente de bien… para que no olvidemos nunca que, incluso en condiciones adversas, existió bondad, inteligencia, cuidado, solidaridad y finura de espíritu”

Personalmente me es incómodo escribir sobre esa democracia mínima, cuando me he comprometido con una democracia socioecológica. Frente a los peligros que nos tocará enfrentar, especialmente el calentamiento global y sus efectos dañinos, nuestra generación tiene que decidir si todavía quiere continuar sobre este planeta o tolerará destruirse a sí misma y a gran parte de la biosfera. La Tierra, sin embargo, continuará, pero sin nosotros.

*Leonardo Boff es ecoteólogo, filósofo y ha escrito: Cuidar la Tierra-proteger la vida: cómo evitar el fin del mundo, Record 2010. Próximo a salir: En busca de la justa medida: cómo equilibrar el planeta Tierra, Vozes 2022.

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