Coaxusco y el “cumple” de María

Por Ernesto Camou Healy

El pasado jueves 8 de septiembre se celebró la fiesta de la Natividad de María,la madre de Jesús. Es el cumpleaños de la Virgen. Por cinco años viví y trabajé enun p oblado en el Valle de Toluca que tenía por patrona a María y celebraba con devoción y jolgorio su natalicio. Nosotros, como maestros en la comunidad, participábamos en la fiesta, y recibíamos invitación a muchos hogares “para compartir mole y pulquito”.

Santa María Coaxusco es un pequeño asentamiento que depende del añejo pueblo San Pedro Atlapulco, situado a unos 15 kilómetros al Noreste. Coaxusco significa en náhuatl “lindero” y fue fundado por Atlapulco para custodiar los límites de sus terrenos: Su misión es cuidar bosques y evitar invasiones a su territorio.

Durante la Colonia, San Pedro Atlapulco hacía carbón con sus bosques y lo vendía a la Casa de Moneda en la Ciudad de México. Tenía cultivares en los que sembraban maíz y magueyes. Coaxusco está en la ladera de una sierrita, a más de 2 mil 600 metros sobre el nivel del mar, pegado a Capulhuac de Mirafuentes, que hoy ya está conurbado con el viejo pueblo criollo de Santiago Tianguistenco.

La Universidad Iberoamericana nos contrató para animar un centro de servicio social en Coaxusco. Hasta allá fuimos mi compañera de vida y trabajos, rentamos una vieja casona en Capulhuac, a unas cuadras de Coaxusco, le dimos una buena manita de gato, y nos instalamos por poco más de un lustro a trabajar y disfrutar de esa vida pueblerina.

En Coaxusco la universidad rentaba una vieja casa con dormitorios y baños para los otros maestros y estudiantes, una cocina con un amplio comedor y una biblioteca que tenía buen y constante uso por los niños, niñas y estudiantes del pueblo que acudían con diligencia a estudiar y preparar sus tareas.

Uno de los trabajos de las mujeres era tejer suéteres de lana, conocidos en esa época como “de Chiconcuac”, amplios y gruesos, que estuvieron de moda: Hay una foto de Marilyn Monroe enfundada en uno de esos abrigos. Se formó una cooperativa de tejedoras para obtener mejor precio para la lana y el producto terminado. También otra de consumo de alimentos que funcionó con regularidad.

El día que una emprendedora del pueblo puso un puesto de quesadillas frente a esa tiendita, supimos que no íbamos mal. Tratamos de apoyar y acompañar los procesos que la comunidad iba generando para sustentarse y resguardar su tierra y tradiciones.

Una, muy importante, era la fiesta del 8 de septiembre. El día empezaba con un estruendoso concierto de cuetes al despuntar el Sol, y muy pronto las cuadrillasde danzantes invadían la plaza y el pequeño atrio del templo. En todas las casas se hacían ollas de mole y arroz, y buenísimas tortillas de maíz. Desde muy temprano nos convocaban los vecinos: “Venga maestro, a tomar un taquito con nosotros…”: Como la visitade las siete casas, más bebidas.

En un pueblo cuya misión era proteger las tierras de los extraños, la invitación a sus hogares era una concesión que mucho valorábamos. Había que asistir, comer mole, arroz y brindar con pulque. Más tarde nos ofrecían cerveza al tiempo, o refresco con piquete. Había que cuidarse para no perder la vertical.

A su hora se celebraba la misa y continuaban las danzas y la tertulia en el atrio. Hasta ahí llegaban los amigos a convidar su mole, o su pulque. El frío vespertino iba dispersando los corrillos y nosotros tomábamos rumbo a la casa, urgidos de reposo y tranquilidad. Una vez, pardeando la tarde, nos topamos con un buen viejo ya un tanto achispado, que nos reiteró la invitación al molito… Como pudimos nos disculpamos, ya era tarde, y él, acomedido, nos respondió que no había problema, y sacó de la bolsa de su gabán varios tacos de mole y arroz… “pal camino, maestros”, nos los ofreció sonriendo…


Ernesto Camou Healy es doctor en Ciencias Sociales, maestro en Antropología Social y licenciado en Filosofía; investigador del CIAD, A.C. de Hermosillo.

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