Los inmigrantes y el texano

Por Ernesto Camou Healy

Entre la maraña de regulaciones, normas y leyes que intentan controlar la llegada de extranjeros a los Estados Unidos hay un instrumento que concede estancia provisional en suelo norteamericano, incluso autorización para trabajar mientras se revisa su situación migratoria. En español se llama Estatus de Protección Temporal (TPS, por sus siglas en inglés) y es un beneficio migratorio transitorio que estableció el Gobierno norteamericano para los naturales de ciertos países que no pueden regresar a ellos de forma segura, ya sea por un conflicto armado, desastre natural u otra condición extraordinaria de carácter temporal. Se les concede esta protección y se les asigna una cita para definir, en un término de varios meses, su situación migratoria.

Se trata de un beneficio por el cual se les concede una estancia de entre seis y 18 meses, puesto que regresar a su lugar de origen puede ser riesgoso para ellos y sus familiares, si es el caso. Una condición es que se encuentren residiendo en ese país desde una fecha determinada, dependiendo de su origen. Hasta ahora los países que integran la lista de beneficiarios del TPS son El Salvador, Haití, Honduras, Nepal, Nicaragua, Somalia, Sudán, Sudán del Sur, Siria, Venezuela y Yemen.

Pues bien, muchos de quienes cruzaron la frontera norteamericana en busca de protección lo han hecho procedentes del territorio mexicano. Y una buena parte de ellos cruzan el río Bravo para internarse en el estado de Texas. Ahí algunos solicitan de las autoridades este estatus de protección temporal y, cuando se les concede, pueden permanecer en el suelo gringo por un periodo que va de los seis a los 18 meses, sujetos por supuesto a una serie de controles y condiciones que conlleva esa situación migratoria peculiar.

Ahora bien, como Texas tiene la frontera más extensa del Sur norteamericano, es lógico que por esa línea, un tanto porosa, hayan ingresado a ese país un buen número de solicitantes de protección, al menos proporcional a la extensión de dicha línea divisoria; y que muchos de los que recibieron o solicitaron tal amparo se asienten al menos provisionalmente en alguna de las poblaciones de esa entidad del Sur norteamericano. Hay pues, en sitios aledaños a esa frontera, un número indeterminado de migrantes bajo resguardo del Gobierno federal, o que lo están requiriendo.

Pero el actual gobernador de Texas, un republicano llamado Greg Abbott, ha encontrado en este segmento de humanidad que arribó sorteando situaciones de peligro y riesgo vital desde sus lugares de origen, una oportunidad para una maniobra política, racista y discriminatorio sin duda, con la cual intenta congraciarse con una fracción de sus electores, ese conjunto timorato y desinformado que pretende encontrar en los fuereños, los diferentes, los que no son blancos ni hablan su peculiar versión tejana del inglés, un aparente chivo expiatorio, una explicación de sus males, sus temores, sus inseguridades, su precaria economía y sus dificultades para acceder, también ellos, al mítico “sueño americano.” Es muy fácil culpar a los que vienen llegando, portadores de una cultura, usos y costumbres distintos, de la difícil situación social y económica de esa porción del pueblo norteamericano dispuesta a votar por quien les coloque un enemigo ficticio enfrente, como lo hizo Trump, como lo está haciendo Abbott.

Resulta que el Gobernador tejano está organizando traslados de cientos de estos solicitantes que esperan su oportunidad y los está transportando en camiones a las ciudades de Washington y Nueva York, donde gobiernan los demócratas; y está alardeando ante sus coterráneos racistas, candorosos e incautos, que los protege de las hordas que invaden su territorio y amenazan su forma de vida…

Utiliza a seres humanos como propaganda y carne de cañón política: Muy propio de ese republicanismo inhumano, cínico y manipulador que tuvo un punto de inflexión mayúsculo cuando eligieron al Donald como su Presidente. Dan pena, pero también aterran y son causa de indignación.

Ernesto Camou Healy es doctor en Ciencias Sociales, maestro en Antropología Social y licenciado en Filosofía; investigador del CIAD, A.C. de Hermosillo.

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