Por Jesús Chávez Marín
―Mi novia no me comprende.
―¿Tienes novia, a tu edad?
―La maldita costumbre.
―Uta, dímelo a mí.
―No le cabe en la cabeza que aprecio más su elegante silencio que oír las aventuras de la vida.
―Tú siempre buscando la utopía.
―Dice que el doctor le recetó unas cápsulas color fiucha, además de las rojas que ya estaba tomando; sus nietos reprobaron materias y tiene que llevarlos y traerlos a la regularización porque su nuera, pobrecita, pero se la pasa en las tiendas con la mamá, muy encimosa la señora, que me perdonen; fíjate que en el vestíbulo de El Peso está la exposición de un pintor malísimo que antes era escritor, muy aburridos sus libros, yo intenté leer tres de los 20 que dice que tiene y no aguanté; ayer estuvieron a punto de cortarme la luz, se me había olvidado pagarla, pero le dije al señor: oiga no sea malito, mañana mismo voy a primera hora y rete buena gente el hombre, hasta le saqué una limonada bien fría, hacía un calorón, vieras, el volante del carro estaba al rojo vivo; me platicó Belén, mi otra nuera, que en Hermosillo un Volkswagen estalló en llamas de repente, estaban a 52 grados, y peor que se va a poner, apenas hoy inicia el verano.
―A mí se me hace que eres tú el que no la comprende a ella.
―Pues sí, eso dice ella.