Por John M. Ackerman
—Si Andrés Manuel López Obrador logra rescatar Petróleos Mexicanos (Pemex) y alcanzar la autosuficiencia energética, esta conquista sería igual de importante que la expropiación petrolera realizada por Lázaro Cárdenas el 18 de marzo de 1938. Y si la Cuarta Transformación logra pacificar el país y rescatar el campo, sus logros serán igual de importantes que los alcanzados por Emiliano Zapata durante la Revolución Mexicana.
Cuando leemos sobre las luchas históricas de los héroes de la patria solemos engrandecerlos como personajes sobrehumanos. Imaginamos gigantes iluminados por alguna luz divina dando pasos sonoros por los bosques, los ríos y las montañas de la nación.
Pero en realidad, los héroes fueron personas de carne y hueso que amaban, se levantaban temprano, trabajaban todo el día y desde su humilde humanidad lograron derrotar con resorteras a los monstruos de la injusticia. Todas las grandes conquistas históricas se forman a partir de un cúmulo de pequeñas victorias en batallas estratégicas que juntas generan las grandes transformaciones.
La lucha actual en contra del robo del combustible y la corrupción en Pemex tiene todos los elementos necesarios para ser considerada una gesta histórica. En lugar de iniciar su sexenio con el encarcelamiento simbólico de unpez gordo como cortina de humo, el nuevo Presidente prefiere atender las causas del saqueo. En lugar de simplemente dar un golpe en la mesa para decir ¡ahora mando yo!, López Obrador ha lanzado una estrategia integral para atender las raíces estructurales del problema.
Engaña The Wall Street Journal cuando insinúa que la verdadera causa de los problemas de distribución del petróleo sería una supuesta reducción en la importación de gasolina. El hecho de que los problemas de desabasto solamente se han presentado en algunas regiones del país, así como la presencia de numerosos buques-tanque repletos con gasolina importada esperando en las costas mexicanas, demuestran que el problema no es de ninguna manera la falta de combustible, sino dificultades con la distribución a raíz de la cruzada emprendida en contra del robo de los combustibles.
Ahora bien, lo que más llama la atención respecto de la crisis actual es la enorme paciencia, confianza y solidaridad de la población mexicana. Las largas filas de automovilistas esperando para cargar combustible avanzan lentamente pero sin mayores contratiempos. Muchos han decidido utilizar el transporte público o emplear bicicleta para no saturar las gasolinerías. Y miles de denuncias ciudadanas de fugas y robos de petróleo han facilitado la labor de la autoridad.
Los mexicanos estamos dispuestos a hacer pequeños sacrificios hoy en favor de una transformación de fondo mañana. El escenario se parece a la situación después del terremoto del 19 de septiembre de 2017, en que la sociedad mexicana detuvo temporalmente sus actividades con el fin de apoyar las labores colectivas de rescate y de reconstrucción. También existen paralelos entre el respaldo hoy a las medidas de López Obrador y la solidaridad popular expresada al general Cárdenas del Río después de la expropiación petrolera, en que los ciudadanos acudían al Zócalo capitalino para contribuir con lo que podían para pagar la indemnización exigida por las empresas trasnacionales.
No han faltado quienes buscan hacer uso político de la crisis actual. Las mismas voces que quisieron echarle la culpa a López Obrador por la muerte de Rafael Moreno Valle y Martha Érika Alonso ahora dicen que los problemas de distribución del petróleo se deben a una supuesta ineptitud de parte de los funcionarios del nuevo gobierno. Las redes sociales de nuevo se han convertido en un campo de batalla en que numerosos representantes del viejo régimen desquitan sus frustraciones y buscan manufacturar una crisis de legitimidad al gobierno de López Obrador.
¡Qué se abran los ductos!, gritan desesperados quienes hoy están perdiendo enormes cantidades de dinero por el fin del mercado negro de gasolina. A ellos no les importan los enormes riesgos de seguridad que generan las tomas clandestinas ni el financiamiento al crimen organizado que generan las redes de huachicoleros. Quienes arremeten contra la estrategia de intervención de los ductos no defienden el interés ciudadano, sino la impunidad de los criminales.
La continuidad entre las luchas de Emiliano Zapata, de Lázaro Cárdenas y de Andrés Manuel López Obrador es un hecho. No es mera coincidencia ni demagogia que López Obrador haya decretado 2019 como el año del Caudillo del Sur, Emiliano Zapata. Y no es gratuito que el presidente haya enfocado las baterías al tema del petróleo, siguiendo el ejemplo de Cárdenas.
Lo que queda por ver es si López Obrador finalmente tiene el mismo éxito que los otros dos en transformar de raíz las coordenadas del poder político y económico de la nación. Ello dependerá de que siga escogiendo correctamente sus batallas y que mantenga el apoyo decidido de la ciudadanía.
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